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Clase de Flamenco dibujo Sagrah Rubio |
Día 13: Quiebros por Bulerías 26 marzo 2020 (56197
infectados, 7015 curados).
Si la semana pasada salí durante una hora al supermercado,
ya contaba los días que me faltaban para salir a la farmacia. Necesito
conseguir las pastillas de la alergia y además con tanta psicosis de infección
llega un momento que crees, que sería bueno acercarte hasta ella y conseguir un
par de cajas de paracetamoles, más que nada por si te infectas, tener algo. Ya
sé que con eso no me voy a curar si contraigo la enfermedad pero no está nada
mal tener alguna grajea por si acaso. Elegir el momento adecuado para minimizar
riesgos es muy importante y en mi opinión la última hora de la mañana es el
momento ideal para no encontrarme con nadie o con el menor número de personas
conocido, porque con las ganas que tenemos todos de expresar nuestras
emociones, al mínimo contacto, olvidamos nuestro encierro y nos ponemos en peligroso. Preparo mis
guantes y cojo la única mascarilla que he encontrado por casa. Debe tener
varios años, ya no es blanca, tiene restos de serrín incrustados en sus poros,
la compré cuando quise restaurar un mueble, aunque no pasé del primer lijado.
De eso hace ya muchos años, “y
mira tú por donde que
partido le voy a sacar hoy”.
Me siento hasta contenta por tener una, aunque la verdad entre llevarla y no,
no sé qué será mejor. En la farmacia solo estoy yo y una auxiliar, nos separa
un vinilo. Me da los medicamentos y me aconseja que cuanto antes, me quite la
protección de la cara por peligro de infección. Me siento ridícula y con una
ligera sonrisa le explico que es parte de mi miedo al contagio. Me acerca la
papelera y allí queda toda mi protección.
De camino a casa, oigo las notificaciones del móvil:
titulares de periódicos, varios correos electrónicos con publicidad y cómo no,
los interminables whatsapp. Estoy aburrida de recibir todo eso. Ayer cuando
menos me lo esperaba mi profesora de flamenco me envió una sarta de mensajes
con más de 17 vídeos de ella bailando como si estuviéramos en clase, con una
duración de unos 50 segundos cada uno, y animándonos a ensayar diariamente con
tablas de zapateado, movimientos de manos, coordinación de brazos, quiebros,
marcaje de caderas, coreografía por Bulerías y compás de Tango a 160. “¡Madre
mía me va a dar algo!” Me he
puesto a hiperventilar del sofocón que me ha entrado. Pensar en todas esas técnicas
que tengo que practicar, me han agotado antes de empezar. “Yo me apunté a
las clases de flamenco por eso de buscar el baile perfecto que me sacara de mis tensiones diarias, pero
de ahí a recibir las clases a través de vídeos por estar confinados y pretender
ensayar, aprender y conseguir tener una clase decente va un largo trecho”. Solo le respondí a Cande con un “gracias,
lo intentaré”, como si no
tuviera más cosas que hacer en el día. No pasaron ni tres segundos cuando me
contesta que debo grabarme un vídeo para
ver mi progresión. Me tranquiliza con que mis compañeros también tienen
que grabarse y un día, no sabe muy bien todavía cuándo, haremos una puesta en
común viendo todas las
grabaciones. “Ahora sí que me ha fastidiado, si yo voy a flamenco por
pasarlo bien, no para agobiarme, porque me gusta bailar un rato a la semana”. Cómo voy a practicar en mi casa el
zapateado. Los zapatos tienen puntas para que se oigan bien cuando se taconea.
No imagino estar un par de horas “dale que te pego” a los tacones, además si lo hiciera mi familia me echaría de casa y mis vecinos
vendrían a matarme. Pero lo peor es lo de la grabación. Yo no quiero hacer eso,
la coreografía por bulerías, “¡qué me encanta!”, me va a salir un churro y además seguro que Cande lo
quiere subir a Youtube,
ella es mucho de eso y el ridículo me puede perseguir de por vida. Imagino a
mis compañeros de baile partiéndose de risa viendo como me desequilibro dando
varias vueltas torciendo los pies o como me pierdo con los quiebros laterales
olvidando la posición correcta de los brazos, mientras a la vez tengo que mover
los dedos con elegancia. “Me
niego, no voy a hacer ningún vídeo, además no me siento cómoda grabándome” Trato de convencer a Cande que podemos
practicar y hacer la clase de flamenco semanal por otros medios, “no sé,
pues por Facetime, Hangout o Zoom pero no así con vídeos cutres”. A mis compañeros les encanta la idea de
verse por las redes con
sus bailoteos, y la idea del vídeo les ha emocionado. Parece que si no sales en
Youtube no eres nadie, no
vas a pasar a la posteridad. A mí no me gusta eso, soy la rara del grupo, solo
me gusta bailar con ellos, sentir el flamenco y expresarlo en una clase normal,
o sea llegas con tus ropajes, taconeas un rato y te vas. Y la próxima
semana más. Me he despedido del grupo de flamenco hasta
que podamos volver a vernos en el estudio de danza. Le he prometido a Cande que
bailar voy a seguir bailando.
Hoy mi aplauso de las 8 de la tarde se lo voy a
dedicar a todos los farmacéuticos que también están ahí en la batalla.
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