lunes, 16 de marzo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO- DÍA 3






Día 3: Mentalización 16 marzo 2020 (9428 infectados, 530 recuperados)

Al incorporarme de la cama como cada día a las siete, solo me ha venido a la cabeza  un enorme soplido de angustia, de desesperación, de vaya lío que tenemos, será verdad lo que nos está ocurriendo y de decir “esto va a ser largo de narices”. Bueno que no cunda el pánico, intento despejar de mi mente estos pensamientos de mañana, lo mejor es que me vaya mentalizando y que me ponga en marcha. Así que para tener sensación de tranquilidad a esas horas de la mañana, y sobre todo para convencerme que un día maravilloso está a punto de comenzar, lo mejor es ponerme a pedalear en la bicicleta estática. Venga 10 kilómetros a toda marcha. Ya me siento mucho mejor después de haber quemado unas 113 calorías.  Sé que son pocas pero no quiero pasarme que no peso mucho y no quiero que este encierro me vaya a hacer adelgazar en vez de coger unos kilitos que tan bien me vendrían. El silencio de mi calle es raro, normalmente donde vivo no hay muchos ruidos. Los vecinos con sus coches yéndonos todos a trabajar, los niños que hablan entre ellos antes de marcharse al cole. Hoy no hay ruido y los pocos pájaros que animan con sus trinos están remolones por la lluvia. Ausencia casi de ruido es extraño, pero con esto tenemos que vivir, es parte de la mentalización.
Abro el ordenador para esperar que cientos de correos entren y responderlos lo antes posible. Curiosamente solo tres, dos más caen a los pocos minutos y otros cinco consecutivos de mi jefe. Me envía todas las indicaciones de actuación para nuestra clínica y el teléfono móvil de nuestro servicio debe estar operativo en todo momento para atender los problemas de los pacientes de la Unidad terapéutica. Sé que lleva trabajando horas para que nada se pare y que tanto profesionales como familias a las que hay que atender se sientan protegidas. Y yo pensaba que me había levantado pronto, creo que él no ha dormido organizándolo todo.
 He pensado en tantas cosas que voy a poder hacer que realmente me siento bloqueada y no sé por cuál empezar. Es buen momento para dejar la casa inmaculada, hace tiempo que las tareas domésticas las hacemos  a la carrera, sin muchas ganas y solo para pasar. Pues ahora es el momento. Así que con calma pero sin pausa con ayuda del robot, una buena bayeta y un par de productos no solo voy a dejar la casa limpia sino que va a quedar irreconocible.
Al asomarme por la ventana veo al jardinero que trabaja como si con él no fuera la cosa y con un gesto de convencerme me dice que como trabaja solo está exento del encierro, ¡no sé yo! No me convence mucho, es más, se ha puesto a limpiar las aceras de la urbanización con agua a presión. Me pregunto si esto es necesario hacerlo hoy, seguro que ha utilizado limpiar el pavimento y dejarlo sin rastro de virus como excusa para no estar en su casa. Parece que no sabe vivir con los suyos y se busca tareas mañana y tarde sin sentido. Ahora corto un rosal aquí, ahora rasco esta superficie, ahora barro la calle, o podo lo podado ya, o planto lo que planté la semana pasada y claro hoy no tenía que quedarse en su vivienda porque era más importante regar a presión cada palmo de suelo y dejarlo impoluto. ¡Venga hombre enciérrate como todos! El caso es que le pasa lo mismo a mi vecino, que aun jubilado, arregla los coches de sus amigos en el garaje de su casa, y claro hoy como si el encierro no fuera con él. Pero Pepe, ¿qué haces, si tienes que estar encerrado? Y riéndose me dice que va a arreglar una moto y a cambiar no sé qué artilugio a un coche destartalado de un amigo. Mientras hablo con él desde la ventana, aparecen dos de sus amigos  para animarle a seguir trabajando y darle conversación. ¡Pero hombres, que yo estoy encerrada para que vosotros no muráis! ¡qué tenéis riesgo por vuestra edad, venga iros a casa a hablar con vuestras familias! Y los tíos se ríen y se creen fuertes como que morir no va con ellos. Pepe ha pasado por una enfermedad cardiovascular y se le considera población de riesgo. Vamos que ni confinamiento, ni encierro, ni mentalización.
He pensado que sería bueno llamar por teléfono a mis vecinos, después de ver tanto vídeo de actos solidarios yo también quiero colaborar con lo que pueda. No los puedo visitar, pero está bien que me ofrezca para lo que necesiten cuando tenga que hacer la compra o si se ven indispuestos yo estaré allí para ellos. A muchos les sorprende mi llamada, es cierto que cada uno vamos a lo nuestro, pero ahora las circunstancias han cambiado y quiero ayudar en lo que sea.
No tengo ningún amigo que trabaje en la red sanitaria, en primera línea de  lucha, pero sí me ha venido a la cabeza el marido de una compañera que es policía nacional y qué mejor homenaje que reforzarle y aplaudirle no esta noche o cada noche que nos quede en este confinamiento sino ahora mismo. Lo mejor es un mensaje de agradecimiento personal por todo el trabajo que le espera durante este próximo mes, qué paciencia va a tener y a cuántos va a tener que convencer de que se vuelvan a su casa.
Continuo revisando mi correo electrónico, el teletrabajo u ordenatrabajo, creo es mejor palabra que la anterior. No hay mucha actividad y el teléfono de emergencia solo ha sonado un par de veces, en unos días las llamadas serán continuas por el encierro.
Es momento de dedicarme al inglés, tengo más tiempo para repasar lo aprendido en mis dos horas semanales. Siempre voy a la carrera y con la cabeza desorganizada para hablar en un inglés fluido, donde las frases se quedan paradas en los recodos de mi lengua y las palabras se ralentizan haciendo el ridículo delante de mis profesoras. Eso sí yo doy lo mejor de mí y tengo una entrega absoluta por aprender de ellas, son dos maravillosas profesionales con una paciencia bastante grande. Hablar casi todo el día en un nivel bajo de su lengua, con un vocabulario reducido debe ser bastante difícil de soportar diariamente.
Voy pasando el día bastante bien, me mantengo en movimiento, aunque no dejo de pensar, por las noticias que oigo, que vamos a estar así más de un mes. ¡Mi madre! Puedo acabar un poco chalada con tanta pequeña actividad, con un poco de aquí y de allá. Paseando por las habitaciones varias veces al día, hablando con mi familia de vez en cuando y viéndolos a  ellos cambiar de una actividad a otra para pasar las horas de esta reclusión. Tengo que reconocer que el que mejor se está tomando el confinamiento es mi hijo, tiene la excusa perfecta para no buscar trabajo porque está habiendo despidos masivos y no hay nadie que le contrate ahora. No se siente presionado a preparar el examen teórico para obtener la licencia de conducir porque Trafico ha anulado cualquier prueba. Tiene a todos sus amigos jugando como locos en la PlayStation. Por último él se ha encargado de sacar a nuestro perro a pasear a pesar de que tenemos un jardín donde Gino es feliz. En fin qué más le puede pedir él a este encierro, está encantado.
Para que los músculos no se agarroten he pensado que lo mejor es hacer un poco de aerobic. Mover el cuerpo con ejercicios funcionales treinta minutos me harán olvidarme de la situación, además creo que ya estoy casi mentalizada a permanecer en casa por un tiempo largo.
Me he dado cuenta que Natan, se ha pasado el día trabajando casi tanto como un día normal.  Quizá es hora de reconocer que el día ha sido largo pero lo hemos superado.

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