Día 3: Mentalización 16
marzo 2020 (9428 infectados, 530 recuperados)
Al incorporarme de la cama como cada día a las siete, solo me
ha venido a la cabeza un enorme soplido de angustia, de
desesperación, de vaya lío que tenemos, será verdad lo que nos está ocurriendo y de decir “esto va a ser largo de
narices”. Bueno que no cunda el pánico, intento despejar de mi mente estos
pensamientos de mañana, lo mejor es que me vaya mentalizando y que me ponga en
marcha. Así que para tener sensación de tranquilidad a esas horas de la mañana,
y sobre todo para convencerme que un día maravilloso está a punto de comenzar,
lo mejor es ponerme a pedalear en la bicicleta estática. Venga 10 kilómetros a
toda marcha. Ya me siento mucho mejor después de haber quemado unas 113
calorías. Sé que son pocas pero no
quiero pasarme que no peso mucho y no quiero que este encierro me vaya a hacer
adelgazar en vez de coger unos kilitos que tan bien me vendrían. El silencio de
mi calle es raro, normalmente donde vivo no hay muchos ruidos. Los vecinos con
sus coches yéndonos todos a trabajar, los niños que hablan entre ellos antes de
marcharse al cole. Hoy no hay ruido y los pocos pájaros que animan con sus
trinos están remolones por la lluvia. Ausencia casi de ruido es extraño, pero
con esto tenemos que vivir, es parte de la mentalización.
Abro el ordenador para esperar que cientos de correos entren y
responderlos lo antes posible. Curiosamente solo tres, dos más caen a los pocos
minutos y otros cinco consecutivos de mi jefe. Me envía todas las indicaciones
de actuación para nuestra clínica y el teléfono móvil de nuestro servicio debe
estar operativo en todo momento para atender los problemas de los pacientes de
la Unidad terapéutica. Sé que lleva trabajando horas para que nada se pare y
que tanto profesionales como familias a las que hay que atender se sientan
protegidas. Y yo pensaba que me había levantado pronto, creo que él no ha
dormido organizándolo todo.
He pensado en tantas
cosas que voy a poder hacer que realmente me siento bloqueada y no sé por cuál
empezar. Es buen momento para dejar la casa inmaculada, hace tiempo que las
tareas domésticas las hacemos a la
carrera, sin muchas ganas y solo para pasar. Pues ahora es el momento. Así que
con calma pero sin pausa con ayuda del robot, una buena bayeta y un par de
productos no solo voy a dejar la casa limpia sino que va a quedar
irreconocible.
Al asomarme por la ventana veo al jardinero que trabaja como
si con él no fuera la cosa y con un gesto de convencerme me dice que como
trabaja solo está exento del encierro, ¡no sé yo! No me convence mucho, es más,
se ha puesto a limpiar las aceras de la urbanización con agua a presión. Me
pregunto si esto es necesario hacerlo hoy, seguro que ha utilizado limpiar el
pavimento y dejarlo sin rastro de virus como excusa para no estar en su casa.
Parece que no sabe vivir con los suyos y se busca tareas mañana y tarde sin
sentido. Ahora corto un rosal aquí, ahora rasco esta superficie, ahora barro la
calle, o podo lo podado ya, o planto lo que planté la semana pasada y claro hoy
no tenía que quedarse en su vivienda porque era más importante regar a presión
cada palmo de suelo y dejarlo impoluto. ¡Venga hombre enciérrate como todos! El
caso es que le pasa lo mismo a mi vecino, que aun jubilado, arregla los coches
de sus amigos en el garaje de su casa, y claro hoy como si el encierro no fuera
con él. Pero Pepe, ¿qué haces, si tienes que estar encerrado? Y riéndose me
dice que va a arreglar una moto y a cambiar no sé qué artilugio a un coche
destartalado de un amigo. Mientras hablo con él desde la ventana, aparecen dos
de sus amigos para animarle a seguir
trabajando y darle conversación. ¡Pero hombres, que yo estoy encerrada para que
vosotros no muráis! ¡qué tenéis riesgo por vuestra edad, venga iros a casa a
hablar con vuestras familias! Y los tíos se ríen y se creen fuertes como que
morir no va con ellos. Pepe ha pasado por una enfermedad cardiovascular y se le
considera población de riesgo. Vamos que ni confinamiento, ni encierro, ni
mentalización.
He pensado que sería bueno llamar por teléfono a mis vecinos,
después de ver tanto vídeo de actos solidarios yo también quiero colaborar con
lo que pueda. No los puedo visitar, pero está bien que me ofrezca para lo que
necesiten cuando tenga que hacer la compra o si se ven indispuestos yo estaré
allí para ellos. A muchos les sorprende mi llamada, es cierto que cada uno vamos
a lo nuestro, pero ahora las circunstancias han cambiado y quiero ayudar en lo
que sea.
No tengo ningún amigo que trabaje en la red sanitaria, en
primera línea de lucha, pero sí me ha
venido a la cabeza el marido de una compañera que es policía nacional y qué
mejor homenaje que reforzarle y aplaudirle no esta noche o cada noche que nos
quede en este confinamiento sino ahora mismo. Lo mejor es un mensaje de
agradecimiento personal por todo el trabajo que le espera durante este próximo
mes, qué paciencia va a tener y a cuántos va a tener que convencer de que se
vuelvan a su casa.
Continuo revisando mi correo electrónico, el teletrabajo u
ordenatrabajo, creo es mejor palabra que la anterior. No hay mucha actividad y
el teléfono de emergencia solo ha sonado un par de veces, en unos días las
llamadas serán continuas por el encierro.
Es momento de dedicarme al inglés, tengo más tiempo para
repasar lo aprendido en mis dos horas semanales. Siempre voy a la carrera y con
la cabeza desorganizada para hablar en un inglés fluido, donde las frases se
quedan paradas en los recodos de mi lengua y las palabras se ralentizan haciendo
el ridículo delante de mis profesoras. Eso sí yo doy lo mejor de mí y tengo una
entrega absoluta por aprender de ellas, son dos maravillosas profesionales con
una paciencia bastante grande. Hablar casi todo el día en un nivel bajo de su
lengua, con un vocabulario reducido debe ser bastante difícil de soportar
diariamente.
Voy pasando el día bastante bien, me mantengo en movimiento,
aunque no dejo de pensar, por las noticias que oigo, que vamos a estar así más
de un mes. ¡Mi madre! Puedo acabar un poco chalada con tanta pequeña actividad,
con un poco de aquí y de allá. Paseando por las habitaciones varias veces al
día, hablando con mi familia de vez en cuando y viéndolos a ellos cambiar de una actividad a otra para
pasar las horas de esta reclusión. Tengo que reconocer que el que mejor se está
tomando el confinamiento es mi hijo, tiene la excusa perfecta para no buscar
trabajo porque está habiendo despidos masivos y no hay nadie que le contrate
ahora. No se siente presionado a preparar el examen teórico para obtener la licencia
de conducir porque Trafico ha anulado cualquier prueba. Tiene a todos sus
amigos jugando como locos en la PlayStation. Por último él se ha encargado de
sacar a nuestro perro a pasear a pesar de que tenemos un jardín donde Gino es
feliz. En fin qué más le puede pedir él a este encierro, está encantado.
Para que los músculos no se agarroten he pensado que lo mejor
es hacer un poco de aerobic. Mover el cuerpo con ejercicios funcionales treinta
minutos me harán olvidarme de la situación, además creo que ya estoy casi
mentalizada a permanecer en casa por un tiempo largo.
Me he dado cuenta que Natan, se ha pasado el día trabajando
casi tanto como un día normal. Quizá es
hora de reconocer que el día ha sido largo pero lo hemos superado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario