martes, 24 de marzo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 11




Día 11: Seguir aprendiendo 24 marzo 2020 (39673 infectados, 3794 curados)

Se me ocurrió hace 7 meses desempolvar mis conocimientos de inglés. Hubo un tiempo que mi cerebro dejó de traducir frases para expulsarlas en ese idioma como si fuera el mío de toda la vida. Ahora solo en raras ocasiones puedo hablarlo con alguien y no con la soltura que tenía anteriormente. Es cierto que mantengo algún contacto con amigos extranjeros. Intercambio algunas frases, pero nada que se salgan de un saludo coloquial o las preguntas típicas de cortesía. Vamos lo que se aprende en los primeros años de aprendizaje de la lengua inglesa. Qué si un Hi! How are you? How do you feel today? You look great! Lovely! See you soon! Take care! ¡Bye bye! Y todas esas frases simples que ya están en nuestra  cabeza. Tengo que deciros que siempre intento ver películas y series en versión original, y digo intento porque rara vez lo hago. Después de una larga jornada de trabajo, con muchas horas de ordenador, a quién le apetece seguir poniendo a prueba su cerebro, teniendo que soportar toda esa información en otro idioma. ¡¿No será mejor que me recline en el sofá y que vea la serie sin esfuerzo, entendiendo al cien por cien todo lo que se dice?!
Aún así, hay días que yo misma me convenzo de lo bueno que sería para mí, coger el mando de la tele y pinchar en el botón versión original. Lo he hecho, sí, sí. Pero también he comprobado como pasados quince minutos he desconectado del hilo de la trama, no me he enterado de nada y me he dormido. Me he dado cuenta que el propio mando a distancia me proporciona otras opciones. Puedo pinchar en el botón subtítulos, ¡interesante!, con dos  posibilidades de elección inglés  o español. Por eso de incrementar el vocabulario y entender mejor, mi primera opción es elegir subtítulos en inglés. Como era de esperar no aguanto ni diez minutos, me dedico a intentar leer y a la vez traducir lo que está escrito. Incluso leo hasta lo que entiendo, que a veces es bastante, pero yo sigo como si se me escapara algún momento trascendental del diálogo. Me empiezan a llorar los ojos, las letras se me amontonan y me desespero. Con este sistema ni veo la película, ni leo el texto. Acabo  tan cansada que prefiero apagar la pantalla y dedicarme a otra cosa. Tengo que deciros que he elegido muchas veces el botón subtítulos en español. Con esta opción mi cerebro se pone en bucle leyendo lo más rápido posible para atender la secuencia de lo que ocurre en la serie, entender la trama y conseguir captar lo que los personajes hablan en inglés. Al final solo me entero de la mitad de las cosas y como estoy muy fatigada, cuando me quiero dar cuenta ya he cerrado los ojos. Así que ninguna opción es buena para mí, ni versión original ni con subtítulos. Yo lo que quiero es entender en inglés como lo hago en español, tener ese poder que te da el manejo de hablar dos Lenguas. Por eso hace unos meses me propuse poner remedio a mi carencia verbal y volver a parlotear como lo hacía antes en un segundo idioma.
Elegí la academia más cercana a mi casa, simplemente porque estoy aburrida de coger el coche para todo. Solo necesitaba algún nativo que perdiera unas horas semanales conmigo. Por supuesto mis objetivos prioritarios: hablar y escuchar, responder y comprender. Les descoloqué cuando les dije que una de mis aficiones iba a ser “Objetivo Inglés en toda mi vida. No busco certificados académicos, ni escalar hacia cursos superiores”. Solo hablar, hablar y entender mejor para poder ver programas en la televisión con tranquilidad, sin que se tense mi cerebro, escuchar canciones con ese acento tan particular, leer titulares de prensa,  echar un vistazo a alguna columna periodística o captar el humor sajón. Todo eso requería una prueba de nivel para situarme en no sé qué rango marcado por la Academia Inglesa de Oxford. “¡Oye que yo solo quiero chapurrear un poco! ¡De verdad no es necesario, que ya tengo el certificado Cambridge, chaval! En este momento de mi vida no voy ya a aspirar a un puesto mejor, ya he llegado a lo más alto de mi profesión, así que paso de examen, que vengo por ocio”.
Durante estos meses he recordado todo lo olvidado, he sido capaz hasta de volver a soñar en inglés y he vuelto loca a la familia para que se comuniquen conmigo en ese idioma. No contesto si no se dirigen en inglés, así que desde hace un tiempo ya no me llaman tanto y me rehúyen siempre que pueden. Lo entiendo, la verdad, vaya plomazo, pero a mí me viene bien, voy consiguiendo poco a poco mi objetivo. Propuse a Fiona, mi profesora, hacer varios trabajos, un par de presentaciones mensuales sobre pintores contemporáneos o  sobre diferentes estilos musicales y músicos. “¡Podría ser interesante, aprenderíamos las dos y me pasaría la hora hablando!” Ella no sabía cómo agradecérmelo y vio el “cielo abierto” con mi propuesta, ya no tendría que sacarme tantos temas de conversación, ni preparar tantos audios para mí. “Sé que soy una alumna incansable” y desde el principio me negué a hacer fichas con múltiples ejercicios y ni hablar de deberes. Mi aprendizaje debía ser de otra manera, una enseñanza diferente aprender por aprender, nada de estrés, ni complicaciones raras gramaticales. Simplemente aplicar el lenguaje de la vida diaria a lo ya aprendido por mí y sobre todo tener ambas una buena actitud profesora-alumna para progresar adecuadamente.
Con toda esta locura del encierro vírico, la Academia ha cerrado obligatoriamente como todo lo que no es esencial. Echo de menos todas esas conversaciones de los martes y jueves, "muy vitales para mí, claro que sí”. He pensado que sería bueno repasar la gramática, en los momentos más tediosos del día, "¡yo que sé, los verbos irregulares por ejemplo, los pronombres, adjetivos, preposiciones, frases hechas, verbos pronominales. ¡No es tan complicado, en unas horas hecho! Así le demostraría a Fiona que sigo ahí, luchando por dominar su idioma".

Hace ocho días recibí un correo electrónico del director de la Academia, me informaba de la posibilidad de seguir  mi formación a través del ordenador. Clases virtuales para no olvidar lo aprendido o para no desacelerar la marcha y el aire que estaba yo cogiendo. Me indicó el procedimiento y un día después estaba hablando con mi nuevo profesor virtual, no era ella, pero ahí estaba través de la pantalla un joven británico dándome indicaciones sobre pronunciación o formas nuevas de expresión, arrancándome las palabras hasta convertirlas en frases fluidas. ¡Qué buena experiencia! Solo hablar por hablar, por supuesto nada de fichas o Homework, "ya soy suficientemente mayor como para que me manden trabajo extra para casa". Después de tres clases me he hecho experta en vocabulario británico sobre Coronavirus, enfermedades víricas, tratamientos, fármacos y todo tipo de artilugios médicos. ¡Viva la tecnología!

Mi aplauso de las 8 de la tarde va para todos los profesores que están haciendo un esfuerzo enorme para que sus estudiantes sigamos aprendiendo.

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