lunes, 23 de marzo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 10

Lolo, un perro fiel



Día 10: El placer de estar tumbado 23 marzo 2020 (33089 infectados, 2207 fallecidos)

Me acabo de enterar que se amplía el estado de alarma dos semanas más, aún no han pasado las dos semanas de encierro primeras y ya nos han caído otras dos. O sea nos quedan tres semanas por delante, que conste que lo entiendo, hay mucho desaprensivo que no cree que vaya con él este estado tan anómalo y se permite campar a sus anchas siempre que le viene en gana. Reflexionando sobre lo que haré en estos 24 días, me dan ganas de darme de cabezazos contra las paredes, quedarme inconsciente y despertarme en otro momento. Con suerte alguno de esos días me los evitaría.

 Ya he hablado anteriormente de mi perro, un Border collie. Sí, lo sé, ahora están de moda, son muy inteligentes, ágiles, hay que pasearlos mucho, son inquietos por naturaleza y nunca se cansan. Pues bien Lolo es todo lo contrario,  no sé qué pensar de él, quizá es diferente por adoptarlo de una perrera, bueno está más correcto decir refugio animal. Allí tenía suficiente estrés y angustia con toda aquella jauría alocada. Una vez que pasamos las pruebas de los cuidadores de la protectora y vieron que éramos aptos para su cuidado y protección lo hicimos miembro de nuestra familia. Descubrimos muy pronto que era un animalillo manso, dormilón y la agilidad que caracteriza a su raza, en él, tan solo la veíamos en su justa medida y para eso sin llamar excesivamente la atención. Nos dimos cuenta que lo que molestaba a otros de su especie a él le mantenía relajado y así una tormenta era bálsamo para su siesta y los cohetes de las fiestas eran un mero silbido en sus oídos. Listo es, sí, e ingenio tiene, mucho. Las sobras de comida no las perdona, antes que hayamos sacado el jamón de la nevera ya me ha puesto ojitos y con la orejas altas  adivina que realmente voy a partir unas lochas. Todos los días me repito “¿cómo lo sabrá el tío?, es que siempre capta mis intenciones”. Por supuesto no tiene habilidades como dar la pata, sentarse, levantarse o hacer todo tipo malabarismos perrunos, Lolo va su bola. Tengo que decir a su favor que es fiel, ahora bien, habría que puntualizar en que momento y con quién. Yo para él soy la preferida, normal, le doy la comida, le pongo agua, le baño, lo acomodo en el coche, lo llevo al veterinario, lo curo y la mayoría de las veces soy yo quien lo saca, por tanto esos momentos y con quién él es fiel soy yo, ¿cómo no me va a querer? Pero claro si aparece el alocado de mi hijo Aarón, por supuesto lo prefiere a él, se olvida de todas mis atenciones y me es totalmente infiel.  Ambos se revuelcan en el suelo, se pican mutuamente y ya no hay más Mundo que ese para ambos.  Obviamente como líder para él soy un poco mandona, le dejo estar dentro de casa pero con unas normas estrictas. Antes de su adopción me empapé de todos los libros del “Encatador de perros” y me convertí en una experta, un poco sabionda de más. Así que lo eduqué con buen criterio pero a mi manera: Lolo no entra del jardín si no le doy la orden para entrar, no come  si no se lo apruebo con la mirada, bordea todas las alfombras de la casa midiendo al milímetro para no tocarlas ni con las uñas. Por supuesto lo del sofá está totalmente prohibido. Tiene vetado tumbarse en las camas y ni se le ocurre pedir un bocado con su seductora mirada de mi suculenta comida por más que la esté deseando. Entre él y yo no hay ninguna voz de por medio, todas mis órdenes  se ejecutan con gestos. Mis amigos me dicen que lo tengo bien educado y con su comportamiento es muy fácil vivir con él. No se sale de los parámetros establecidos.
Cuando me pongo las botas de salir se alegra excesivamente, se dobla de la cabeza al lomo y no deja de mover la cola. Cuando cojo, por fin, la correa no cabe dentro de sí, está tan feliz en esos momentos que sube y baja las escaleras varias veces antes de tocar la calle. Sin embargo estos días lo observo un poco descolocado. Al principio estaba sobreexcitado con tanto jaleo en casa, vernos juntos sin salir, se le hacía nuevo. Después de unos días  lo he notado más decaído y aunque no le han faltado “mimos”, se ha vuelto más huraño y esquivo. Vamos que quiere que le dejemos en paz. Tiene razón, han surgido tantos voluntarios para sacarlo a pasear, que está un poco cansado y harto, necesita tumbarse en el césped y dormir por un largo periodo sin que le molestemos con nuestras salidas.
Hoy cuando le he llamado para su paseo le he visto como se metía en su caseta y se apretujaba contra el fondo intentando pasar desapercibido. Claramente se estaba escondiendo, “¡Qué tío más listo! ¡Lolo mira que puntita de jamón, toma un poco de salchicha rica!”. He intentado traerlo hacia mí, cogiéndole de una pata, pero ha sido imposible, yo no sé a dónde se ha agarrado pero no ha habido manera de moverlo.  
Lolo estaba conmigo, cuando escuché por la radio que estaríamos tres semanas más en este maldito confinamiento. Así que supongo que al oír mis maldiciones y comprobar la expresión de mis ojos todo ese ruido le ha producido angustia, se ha puesto nervioso y se ha pirado de inmediato al jardín. Es posible que no soporte más tanto paseo. A lo mejor con lo inteligente que es se haya “olido” la cantidad de actividades que le esperan en estas tres semanas, le haya dado un subidón de adrenalina y se ha dado cuenta que necesita parar.
He dejado que se tranquilice y que haga su vida un par de horas. Cuando lo he creído conveniente me he puesto las botas para sacarlo. Yo misma me he convencido de la necesidad de que estire las patas, “¡hora de correr Lolo!” y lo he visto yéndose sibilinamente hacia el Camelio, como si mis palabras no fueran con él. Se ha agazapado en un huequito entre la pared y el árbol y se ha hecho el dormido. Por más que lo he zarandeado o le he acercado la correa a su hocico, ni se ha inmutado. Vamos como muerto sin estarlo. Como ha entendido mi desilusión me ha dedicado un respingo y una especie de ronquido como diciéndome “¡oye déjame en paz que estoy muy a gusto aquí, vete tú a pasear que estoy harto!” ¡Pero hombre Lolo!, espabila que hoy te saco yo. Un paseíto pequeño, solo hasta el contenedor de basura, 10 metros, eso no es nada para ti. A lo mejor vemos a “Reina” que sé que te gusta". No hay nada que hacer, no hay quién lo mueva.
Me quito las botas, recojo su correa y me encierro en casa. Creo que Lolo solo está reclamando su cuota de encierro. Tiene derecho a reclamarla, ya está bien de tanta salida.
Hoy mi aplauso de las 8 va para todos los animales domésticos, para los que siempre están encerrados y para aquellos como Lolo que están siendo una vía de escape para sus dueños.


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