Día 22: Perder los nervios 4 de Abril 2020
(124.736 infectados, 11.744 fallecidos, 34.219 curados)
*Recuerden que una vez hecha la compra,
hay que desinfectarlo todo porque si no pueden estar metiendo el virus
en sus casas….bicarbonato, limón, lejía o vinagre.
¡Cuánto trabajo he tenido hoy!, he pasado más
de tres cuartos de hora en la cola de entrada al supermercado, “¿¡cómo se me habrá ocurrido a mí elegir este
día para hacer la compra!?”, lo de escoger día y hora ha pasado a la
historia. Cualquier momento es malo y todos tienen sus riesgos. Con tantos
metros de seguridad, la cola llegaba hasta el final del garaje y no sé qué será
mejor, si que nos dejen pasar cuanto antes y estar un poco más juntos o
permanecer en la oscuridad del aparcamiento respirando los gases de los coches
que no paran de entrar.
La ceremonia de recogida de
carro, puesta de guantes sobre tus propios guantes, limpieza de los mismos con
líquido alcohólico y visto bueno del vigilante permitiendo la entrada, es tan
solemne que ya quisieran muchas procesiones mantener el silencio con el que
estamos llevando todo.
Noto muy nerviosos al
personal del Súper “que si no te
acerques, que si deja las bolsas de la fruta ahí en ese recipiente que ya te
las pesaré, que no metas el carro por aquí, que no me preguntes nada, que
circules y te vayas lo más rápido que puedas”. La chica de la carnicería me
echó una bronca por preguntar si no había otro carnicero que la pudiera ayudar
con 25 números por despachar. ¡Cómo se
puso la muchacha conmigo! La verdad
es que yo quería empatizar con ella, darle la razón, no se puede trabajar en
esas condiciones, sola, cortando carne y manipulando cuchillos sin más ayuda
que sus dos manos. Pero resulta que lo debió entender mal. Clavó su mirada en
mis ojos y a regañadientes soltó un par de juramentos y como si no hablara
conmigo, dirigiéndose a la pared, vaya “pelotera”
me soltó. No disimuló nada y ya sin mirarme me lo dijo todo. “¡Cómo para no caer mal al resto de los
clientes!”, intenté disimular y estuve a punto de justificarme y aclarar la
situación “¡oye que yo solo quería poner
un granito de ayuda en todo tu trabajo!” Mejor dejarlo, seguro que Mary
Carmen no me ha reconocido, con tanto “disfraz
en la cara” no parezco yo y se habrá desfogado con la que creía una
desconocida.
En la sección frutería no
estaban mejor las cosas. Un cartel enorme, de los que usan para promocionar la
fruta del día, avisaba de que por ahí no podía pasar ningún carro. Vi la cara
de la chica que estaba en la báscula resoplando y con cara de decir “¿Cuándo os piráis?” y pensé “pero Fany si resoplas así nos vas a
contagiar, nos mandas distanciarnos de ti, para no compartir fluidos y tú nos
echas el aire, después de estar aquí tus horas de trabajo sin protección”.
No hay sentido ninguno, queremos poner remedio, pero lo hacemos mal. Cuando le
pregunté por su mascarilla. Me mandó ir a hablar con su jefe y preguntárselo a
él. “¡Fany, que yo solo quiero que no
enfermes. Aplaudo muchos días por ti. ¿Crees que quiero que enfermes?” con
cajas destempladas me contestó “¡Venga circule!”.
Vaya mal humor.
Con este ambiente no hay
quien se concentre, te sales un poco de la línea establecida y te ponen unas
caras que no hay manera de ser agradable y tener una compra tranquila.
Lo llevo todo apuntado para estar el menor tiempo posible
en la tienda, con tanta solemnidad, sorteando obstáculos adhesivos en el suelo
de si ponte aquí o allá, es toda una aventura llenar el carro. ¡Qué estrés con todo este trajín! Por
otro lado consultar la lista en mi móvil
me saca de mis casillas. Con dos pares de guantes no hay sensor de huella que
funcione así que además de sortear la sequedad de los empleados tengo que
lidiar con un teléfono que va a negro cada dos por tres, puede que mi carácter
esté también alterado. Son demasiadas variables a tener en cuenta y venir a
comprar se ha convertido en todo un juego de estrategias.
Otra cosa ha sido llegar a
la pescadería, no falta género donde
elegir, coincidimos solo tres personas en la línea de espera y cuatro
dependientes. ”¡No puede ser, sí, como te
lo digo!” “¿Cómo es posible que aquí
haya tantos pescaderos atendiendo a tan poca gente y allí en la carnicería…”.
He estado a punto de hacer una gracia, por la disposición del personal, pero he
preferido callarme y no salir “escaldada” de aquí con mi nueva ocurrencia. En
fin no quiero seguir con el temita de
las malas caras. Si he tenido alguna duda de dónde encontrar un producto, ni se
me ha ocurrido pedir ayuda, ya sé cómo se las gastan, “así que mejor me busco la vida”
Con todo el carro lleno
cuando llegas a la caja siempre hay alguien que bufa y te mira como diciendo “¡lo que vas a tardar, lleno como tienes el
carro!, y poniéndote ojitos expresan un “¿me dejas pasar?…venga pasa” no tengo la culpa de todo este jaleo.
Naza, la cajera, está cansada de pasar artículos y por supuesto no embolsa, no
vaya a ser que la comida de su propio supermercado le vaya a contagiar. Por lo
que la cola que se hace con mi carro es para llorar. “Tranquilos que no vuelvo en diez días”
Hoy sí que me ha parado la
policía municipal y me ha pedido mostrarle certificado.”¿Certificado?, Ah pero ¿necesitaba que yo misma me hiciera un certificado para ir a la
compra?, ¡estamos locos o qué!” No he entendido bien lo que me ha reclamado.
Se ha debido equivocar de vocablo. Le explico que vengo del Híper y voy a mi
casa, “que después de tres horas ya me
cunde no llegar”. Solo falta que me pida el DNI y vea que mi casa está a
300 kilómetros de aquí y se cabree por la distancia que cree he recorrido y me
ponga una buena multa. Al final lo que quería era que le demostrara que
efectivamente venía de la tienda. O sea el “billete de compra”, que es muy
diferente a tener un certificado. Ya
no sabemos hablar con propiedad. Al mostrárselo, me dice con sorna “¡vaya compra más grande!” Con cara de
circunstancia asiento “Pues claro, somos
familia numerosa, qué más te dará a ti todo lo que compre yo”. Me digo con
insistencia “Por favor tranquiliza tu
genio que él está siendo amable contigo”.
Lo peor del día estaba por
llegar. El reportaje de televisión lo decía muy claro, era tajante en su
argumentación. Limpiar profundamente todo al llegar a casa, para evitar coger
el coronavirus “pero si me he pasado
varias horas cogiendo productos en el Súper, ¿cuánto me va a llevar limpiar
cada uno de los envasados, botellas, frutas, o recipientes? HORAS.
No solo me ha tocado tener
que ir a comprar si no que ahora me va a tocar limpiar cada alimento, cada
producto comprado y dejarlos como una patena antes de manipularlos, cocinarlos
o comerlos. El documental hablaba de
una profunda desinfección con bicarbonato, limón, lejía o vinagre y la
periodista argumentaba con su propia compra, mostrando una bolsita cargada con
dos manzanas, una lechuga y un par de botellas “¡eso es fácil, un poco de agua con jabón y listo pero ponte tú con mi
compra!” Con voz firme y como si hiciera una declaración de intenciones
solté en voz alta: “Chicos hoy no hay
comida, voy a limpiar todo lo que he comprado, no me esperéis ya si eso mañana”
Sí, sé que estáis pensando
que estoy perdiendo la cabeza, pero es que se dan tantas situaciones insólitas
y singulares que hasta el más cuerdo se siente un “chiflado” y a mí me está
pasando algo así.
Mi aplauso de las 8 va a estar dedicado a todos
los dependientes que están ahí para que a los clientes no nos falte de nada.
Me he reído mucho con tu escrito y me he sentido muy identificada. Ver la lista de la compra desde el móvil es un horror! Y la tensión que se palpa en el ambiente... Es curioso como hay personas que se separan de ti si os cruzáis en el pasillo y al mismo tiempo te dedican una sonrisa a modo de saludo, lo cual produce una mezcla un tanto rara: me a parto de ti como una apestada pero te digo un hola amable.
ResponderEliminarEl otro día una cajera que me estaba atendiendo se marchó a toda prisa hacia la salida sin mediar palabra. Al volver pidió disculpas, explicando que había salido a por el cliente anterior pues la tarjeta no le había pasado. Al mismo tiempo que verbalizaba sus disculpas me tocó el brazo a modo excusa. Y yo pensé “Cuidado! Qué no nos podemos tocar! Acuérdate de la distancia de seguridad!” En fin, de mi boca no salió ni una palabra. Pobre, seria lo que le faltaba.
En fin... me pregunto como será mi siguiente experiencia. La verdad es que ganas de repetir no tengo.
Me gusta tu blog, te leo cada día. Un saludo!
Gracias Maite, si consigo emocionarte y sacarte una sonrisa leyendo este diario de chifladuras, ya me vale y me siento más que satisfecha. Saludos
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