Día 33: Espiral minimalista. Los amigos 15 de Abril
2020
(177.633 infectados, 18.578+1 fallecidos, 70.853 curados)
Escuchado esta tarde a Philip Glass, me he dado cuenta de la analogía de su música
con este momento de encierro. Las armonías y los pulsos constantes de la música
minimalista con todas esas transformaciones musicales lentas, son como la
metáfora del encierro. Sentir la reiteración de las frases musicales como pequeñas actividades diarias que repetimos una
y otra vez, volviéndolas a retomar con tonos emocionales más o menos
reiterativos según el día y el humor con el que nos levantemos. Como en este
tipo de música, estamos metidos en una espiral minimalista de cambios pausados.
Este nuevo golpe anímico es experimental y nuevo para nosotros.
Estamos constantemente repitiendo series a las que añadimos variaciones mínimas
de armonía tonal para llegar a la gran pulsión final: salir de una vez por todas. Después de sorprenderme con esa
similitud entre la música del compositor y este nuevo modo de vida, hoy me he
planteado hacer algo diferente. Añadir un nuevo matiz a mi escala musical, nada
de trabajo, nada de gimnasia, nada de cocina, nada de lectura, nada de estudio
de lenguas.
He decidido prestar atención
a los AMIGOS. Llamarlos al móvil, sorprenderlos con una “llamadita” inesperada, dejar los mensajes, fotos, memes o vídeos. Hablar
con ellos un ratito y oír el ambientillo de su casa, así sin previo aviso, sin
anestesia. Abrir los contactos y pulsar en sus nombres para ver cómo les va.
Lo mejor será un poco de
organización de la agenda, más que nada por seguir un patrón, no vaya a ser que
llame a alguno, más de una vez y quede al descubierto mi grado de despiste y
desorientación desarrollado en estos últimos treinta y tantos días. He hecho un
“esquemita” en un folio: primero los que tienen niños pequeños, después los que soporten adolescentes, siguiendo con los que tienen hijos
universitarios, sin olvidarme de los sin hijos y los que teniéndolos ya no
viven con ellos.
- “Hola ¿cómo va todo?, sí ya sé que estáis bien… me apetecía llamaros
solo por charlar un poco… ¿cómo están los niños?”
Después de varias llamadas he
llegado a la conclusión que tanto padres como niños están muy cansados, han
realizado tantas actividades de golpe, se han esmerado tanto jugando con ellos durante
los primeros días de encierro que están en un momento bajo de originalidad y
tienen el ingenio por los suelos. Pusieron tanto empeño por demostrar que estar
en casa iba a ser súper divertido que al final de este mes, el ritmo frenético de inventiva se ha
ido al traste. Dedicarse tanto a la cocina, elaborando galletas, tartas y bizcochos
les ha llevado a una abulia enfermiza. No quieren saber nada más de confituras,
masas o chocolates y mejor no les menciones el horno, ni más quebraderos por la
que se prepara en la encimera con tanto jaleo. Este es el grupo de los que han
acabado las existencias de harina, levadura y pasta de los supermercados.
“sí, estamos cansados de jugar todo el día, de hacer comiditas para las
muñecas. De manosear la plastilina. Hemos montado varios Legos. El pasillo hace
de pista Formula 1. Sabemos todos los cuentos de pe a pa. Los duplo están por
el suelo. Ya no saben que más pintar. Más galletas no, están hartos de comerlas.
Todo el piso es un parque temático. Estamos todo el día disfrazados, dejo que
me operen las veces que quieran para echar una cabezadita. Les dejo dar los
balonazos que quieran. Necesito que salgan un poquito, no sabemos que más
inventar. Me preguntan constantemente cuándo pueden salir y cinco minutos
después repiten: ¿cuándo salimos?¿puedo ir al parque? Es una locura”.
-“¡Qué
tal! Sólo quería saber cómo lo lleváis…” No sé por qué noto cierta
extenuación y malestar con los que tienen hijos en esa edad en que la protesta
es la tónica diaria de la casa. Si había alguna tirantez antes de todo este lío,
ahora sí que la cuerda está a punto de romper. Vaya mal “rollo” para los adolescentes estar encerrados con sus padres tantas
horas y tantos días. Con la vida que tienen ahí fuera y les ha caído este virus
para fastidiar todos sus planes. Es difícil para ambos soportarse. Todo el día
dando órdenes y todo el día tratando de cuestionarlas y no cumplirlas. Estos de
cocina no quieren saber nada, les cuesta colaborar en las tareas domésticas y tienen
la excusa perfecta para estar conectados
al móvil: WhatsApp, Instagram, Twitter, Snapchat, se les queda la jornada
pequeña con tanto compromiso virtual. Están alcanzando el primer eslabón de la
adicción a todo lo que se mueve por la red, para muchos la Xbox es una vía de
escape. Estos con lo que han acabado es con los datos del móvil.
“Todo el día controlando que no esté mucho con el móvil, que no se
encierre en su habitación. Prohibido más de dos horas en la Playstation.
Deberes. Atento a las clases online. Es un sin vivir, todo el día discutiendo,
que te levantes, que te acuestes, no olvides asearte. Todo un dolor de cabeza.
Batallando todo el día. No quiere hacer nada con nosotros. No para de hablar
por la Xbox. Y no se le puede decir nada que todavía tiene algo más que decir”. Condescendiente les digo que esta es una etapa más, solo necesitan
volver a la normalidad, estar en su medio, salir ahí fuera para estar con sus
amigos. Siento que no puedo aliviar su angustia por mucho que me ponga en su
lugar.
-“Qué bien que pudieron volver a casa antes que todo se cerrara…por lo
menos no lo pasan solos.” Con los que tienen hijos universitarios la
conversación ha ido más fluida, no están generando ningún problema grave. Todos
están más tranquilos. No hablamos tanto de sus hijos como de ellos mismos. Aún
así puedo percibir una cierta queja y “quién
no la tiene estos días tan singulares”. Entiendo a ambos, después de vivir
a su aire tener que volver a casa, cumplir normas que les empiezan a ser ajenas
y encerrarse tanto tiempo todos juntos; siempre hay algún roce que te hace
saltar y las costumbres de ellos ya no son las suyas. Estos lo mismo estudian
que funden las máquinas de vídeo juego, que se tiran horas en las redes
sociales. Sueñan con coger un blablacar
o alquilar un par de Airbnbes. La
mayoría está pensando en inscribirse en el BBK, el Sónar o el Primavera Sound. “Sí, tiene clases de manera virtual. El
curso ya está acabado, preocupa los exámenes porque estudiar no mucho, los
trabajos en equipo funcionan muy bien, los acaban rápido y siguen conectados
para jugar unas partiditas. Habla con su novio durante horas. Ya ha comprado
las entradas para el festival de verano. Va a su bola”.
-“¿¡Eh, cómo vais!? Espero que quedemos pronto…tenemos pendiente una
cena….” Con los que no tienen hijos o los que los tienen
pero no viven con ellos ha sido más divertido contactar. Aquí no hay muchas
tiranteces, cada uno organiza su día sin molestarse. “Al principio del encierro la actividad era desbordante pero ahora han
llegado a un grado de normalidad soportable. Los primeros días mucha cocina,
mucha bicicleta estática, teletrabajo, parecía que no debíamos parar, pero
ahora lo básico”. Excepto ligeros momentos de emoción en los que se
permiten llorar por la impresión de lo que estamos viviendo, están soportando
perfectamente el confinamiento. Son grandes consumidores de libros, muchos no salen del whastApp o Twiter y no
dejan pasar una serie o peli en Netflix. “Qué
bien que has llamado, tenemos que quedar cuando esto acabe. Mis hijos me llaman
cada dos por tres recelosos de que cometa algún error al salir a comprar y me
contagie. Estoy viendo la serie…ayer hablé con… Viste la peli de…Me encuentro
bien. Gracias por llamar”
Como en la música minimalista, los amigos han añadido una escala armónica,
un toque diferente de este pulso constante del día a día. Una escapada colorista a lo reiterativo en esta música
experimental que vivimos.
Mi aplauso de las 8 va a
estar dedicado a niños y jóvenes, ellos también lo están pasando mal.
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