miércoles, 15 de abril de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 33




Día 33: Espiral minimalista. Los amigos 15 de Abril 2020
(177.633 infectados, 18.578+1 fallecidos, 70.853 curados)

Escuchado esta tarde a  Philip Glass,  me he dado cuenta de la analogía de su música con este momento de encierro. Las armonías y los pulsos constantes de la música minimalista con todas esas  transformaciones musicales lentas, son como la metáfora del encierro. Sentir la reiteración de las frases musicales como  pequeñas actividades diarias que repetimos una y otra vez, volviéndolas a retomar con tonos emocionales más o menos reiterativos según el día y el humor con el que nos levantemos. Como en este tipo de música, estamos metidos en una espiral minimalista de cambios pausados.  Este nuevo golpe anímico  es experimental y nuevo para nosotros. Estamos constantemente repitiendo series a las que añadimos variaciones mínimas de armonía tonal para llegar a la gran pulsión final: salir de una vez por todas. Después de sorprenderme con esa similitud entre la música del compositor y este nuevo modo de vida, hoy me he planteado hacer algo diferente. Añadir un nuevo matiz a mi escala musical, nada de trabajo, nada de gimnasia, nada de cocina, nada de lectura, nada de estudio de lenguas.
He decidido prestar atención a los AMIGOS. Llamarlos al móvil, sorprenderlos con una “llamadita” inesperada, dejar los mensajes, fotos, memes o vídeos. Hablar con ellos un ratito y oír el ambientillo de su casa, así sin previo aviso, sin anestesia. Abrir los contactos y pulsar en sus nombres para ver cómo les va.
Lo mejor será un poco de organización de la agenda, más que nada por seguir un patrón, no vaya a ser que llame a alguno, más de una vez y quede al descubierto mi grado de despiste y desorientación desarrollado en estos últimos treinta y tantos días. He hecho un “esquemita” en un folio: primero los que tienen niños pequeños, después los  que soporten adolescentes,  siguiendo con los que tienen hijos universitarios, sin olvidarme de los sin hijos y los que teniéndolos ya no viven con ellos.
- “Hola ¿cómo va todo?, sí ya sé que estáis bien… me apetecía llamaros solo por charlar un poco… ¿cómo están los niños?”
Después de varias llamadas he llegado a la conclusión que tanto padres como niños están muy cansados, han realizado tantas actividades de golpe, se han esmerado tanto jugando con ellos durante los primeros días de encierro que están en un momento bajo de originalidad y tienen el ingenio por los suelos. Pusieron tanto empeño por demostrar que estar en casa iba a ser súper divertido que al final de este  mes, el ritmo frenético de inventiva se ha ido al traste. Dedicarse tanto a la cocina, elaborando galletas, tartas y bizcochos les ha llevado a una abulia enfermiza. No quieren saber nada más de confituras, masas o chocolates y mejor no les menciones el horno, ni más quebraderos por la que se prepara en la encimera con tanto jaleo. Este es el grupo de los que han acabado las existencias de harina, levadura y pasta de los supermercados.
sí, estamos cansados de jugar todo el día, de hacer comiditas para las muñecas. De manosear la plastilina. Hemos montado varios Legos. El pasillo hace de pista Formula 1. Sabemos todos los cuentos de pe a pa. Los duplo están por el suelo. Ya no saben que más pintar. Más galletas no, están hartos de comerlas. Todo el piso es un parque temático. Estamos todo el día disfrazados, dejo que me operen las veces que quieran para echar una cabezadita. Les dejo dar los balonazos que quieran. Necesito que salgan un poquito, no sabemos que más inventar. Me preguntan constantemente cuándo pueden salir y cinco minutos después repiten: ¿cuándo salimos?¿puedo ir al parque? Es una locura”.

 -“¡Qué tal! Sólo quería saber cómo lo lleváis…” No sé por qué noto cierta extenuación y malestar con los que tienen hijos en esa edad en que la protesta es la tónica diaria de la casa. Si había alguna tirantez antes de todo este lío, ahora sí que la cuerda está a punto de romper. Vaya mal “rollo” para los adolescentes estar encerrados con sus padres tantas horas y tantos días. Con la vida que tienen ahí fuera y les ha caído este virus para fastidiar todos sus planes. Es difícil para ambos soportarse. Todo el día dando órdenes y todo el día tratando de cuestionarlas y no cumplirlas. Estos de cocina no quieren saber nada, les cuesta colaborar en las tareas domésticas y tienen la excusa perfecta para  estar conectados al móvil: WhatsApp, Instagram, Twitter, Snapchat, se les queda la jornada pequeña con tanto compromiso virtual. Están alcanzando el primer eslabón de la adicción a todo lo que se mueve por la red, para muchos la Xbox es una vía de escape. Estos con lo que han acabado es con los datos del móvil.
“Todo el día controlando que no esté mucho con el móvil, que no se encierre en su habitación. Prohibido más de dos horas en la Playstation. Deberes. Atento a las clases online. Es un sin vivir, todo el día discutiendo, que te levantes, que te acuestes, no olvides asearte. Todo un dolor de cabeza. Batallando todo el día. No quiere hacer nada con nosotros. No para de hablar por la Xbox. Y no se le puede decir nada que todavía tiene algo más que decir”. Condescendiente les digo que esta es una etapa más, solo necesitan volver a la normalidad, estar en su medio, salir ahí fuera para estar con sus amigos. Siento que no puedo aliviar su angustia por mucho que me ponga en su lugar.

-“Qué bien que pudieron volver a casa antes que todo se cerrara…por lo menos no lo pasan solos.” Con los que tienen hijos universitarios la conversación ha ido más fluida, no están generando ningún problema grave. Todos están más tranquilos. No hablamos tanto de sus hijos como de ellos mismos. Aún así puedo percibir una cierta queja y “quién no la tiene estos días tan singulares”. Entiendo a ambos, después de vivir a su aire tener que volver a casa, cumplir normas que les empiezan a ser ajenas y encerrarse tanto tiempo todos juntos; siempre hay algún roce que te hace saltar y las costumbres de ellos ya no son las suyas. Estos lo mismo estudian que funden las máquinas de vídeo juego, que se tiran horas en las redes sociales. Sueñan con coger un blablacar o alquilar un par de Airbnbes. La mayoría está pensando en inscribirse en el BBK, el Sónar o el Primavera Sound. “Sí, tiene clases de manera virtual. El curso ya está acabado, preocupa los exámenes porque estudiar no mucho, los trabajos en equipo funcionan muy bien, los acaban rápido y siguen conectados para jugar unas partiditas. Habla con su novio durante horas. Ya ha comprado las entradas para el festival de verano. Va a su bola”.

-“¿¡Eh, cómo vais!? Espero que quedemos pronto…tenemos pendiente una cena….” Con los que no tienen hijos o los que los tienen pero no viven con ellos ha sido más divertido contactar. Aquí no hay muchas tiranteces, cada uno organiza su día sin molestarse. “Al principio del encierro la actividad era desbordante pero ahora han llegado a un grado de normalidad soportable. Los primeros días mucha cocina, mucha bicicleta estática, teletrabajo, parecía que no debíamos parar, pero ahora lo básico”. Excepto ligeros momentos de emoción en los que se permiten llorar por la impresión de lo que estamos viviendo, están soportando perfectamente el confinamiento. Son grandes consumidores de libros,  muchos no salen del whastApp o Twiter y no dejan pasar una serie o peli en Netflix. “Qué bien que has llamado, tenemos que quedar cuando esto acabe. Mis hijos me llaman cada dos por tres recelosos de que cometa algún error al salir a comprar y me contagie. Estoy viendo la serie…ayer hablé con… Viste la peli de…Me encuentro bien. Gracias por llamar”

Como en la música minimalista,  los amigos han añadido una escala armónica, un toque diferente de este pulso constante del día a día. Una escapada  colorista a lo reiterativo en esta música experimental que vivimos.

Mi aplauso de las 8 va a estar dedicado a niños y jóvenes, ellos también lo están pasando mal.

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