佐々木
_¡Madre mía, como está esto! ¿Qué ha pasado aquí? ¡Uff! Acababa de pasar por una estancia que parecía una
cocina de hacía más de 400 años, las telarañas se pegaban a nuestro cuerpo y
los que me seguían no dejaban de chillar como si animales de otro mundo se apoderasen de sus
cuerpos.
Las puertas abiertas, las paredes desconchadas y
esas fotos ahí colgadas, “unos niños
sonrientes, un niño de unos 6 años recién graduado, una niña con su madre, una
mujer joven asomada a una puerta, un hombre sonriente de no más de 20 años”,
y en la pared de al lado otras dieciséis
fotos de gente de otra época, que supongo tenían relación con los
retratos de los jóvenes y niños anteriores.
_¿Quiénes serían todos los que nos miraban a través
de esos cristales enmarcados, todos parecían mirarnos como si estuvieran esperando
que por fin alguna puerta o ventana de la casa se abriera?
_Watashinohaha!¿Qué hay pol aquí?, no veo nada,
está un poco oskuro. Sucio todo, ¡ah ke agco! Ue-tsu!
_Les abro las contras de las ventanas para que
puedan ver más claramente lo que han comprado. Sí, hace unos treinta años que
no se abren esta casa.
Mi marido miraba el techo buscando la luz de la claraboya,
varias generaciones de arañas invadían el espacio que en otro tiempo debió
proporcionar la claridad de la habitación. Sus ojos rasgados buscaban no caerse
entre los peldaños debido al desnivel de la casa.
Fuera oía a mis hijos quejarse por la maleza, oía
como con una vara rompían las zarzas, y golpeaban un “quitamiedos” con sonido
metálico que salía de un árbol que nunca habíamos visto…
_Un saúco, es el árbol típico de por aquí, dijo
Zulema.
_¡Es impresionante!, ¿cómo puede estar la casa así?
Los muebles, los ramos de brezo, tomillo o rosas en las vigas, los cuadros, el
reloj, el sofá, las velas, los cestos, la chimenea, los aparadores… _ ¿Qué le
pasó a esta familia?, parece que un día cualquiera salieron y dejaron la casa
como si volvieran a venir en un rato y no aparecieron nunca más, le oía decir a
mi hermana Esther, yo tampoco salía de mi asombro.
Estaba abrumada por la compra que habíamos hecho,
pero era mucho más de lo que me imaginaba, era mucho más que las fotos que
habíamos visto de la inmobiliaria australiana con sede en Tokio, que ofertaba ”Casa Rústica de cuatro siglos de antigüedad,
en una zona remota de la Europa más occidental”. No sólo habíamos comprado
una casa sino el espíritu de unas personas que cuidaron cada detalle de “Esta Casa” que encerraba la memoria de
generaciones anteriores y que fue usada con diferentes fines desde su
construcción.
Zulema, que seguía abriendo contras y ventanas, nos
contó que su abuela tenía mucha relación con los dueños de la casa, su abuela
había participado en la restauración de la misma cuando ellos la compraron.
_ Mis abuelos llegaron a ser los mejores amigos que
tenían aquí, había tanta confianza entre ellos que la llave de la casa siempre
ha estado en la de mis abuelos. Y mi abuela era la que les encendía la
calefacción unos días antes de venir en sus vacaciones de invierno o la que les
regaba las plantas una vez que marchaban después de sus vacaciones de verano, porque
ellos venían siempre que podían, hasta que un año, cuando cumplieron 71 años
decidieron quedarse.
_Jamás les faltó en casa de mis abuelos un buen
plato de sopa, tortilla o embutidos”, nos decía emocionada.
Seguimos avanzando, como si pasáramos de un vagón a
otro y a cada lado que miraba, a cada lado que mirábamos más nos sorprendíamos de
lo que veíamos, lo bonito que debió ser esto, lo que debieron vivir aquí.
_Ellos la restauraron con mucho gusto, respetando
lo que había anteriormente.
Zulema encendió las luces de la cocina, algunas
estaban fundidas pero eso no impidió dejarnos boquiabiertos por el colorido de unos azulejos, que aunque
llenos de barro, llamaron nuestra atención. En la mesa un mantel polvoriento
con nombres de ciudades del mundo, París, Montreal, Seoul, New York, Shangai, Madrid,
New Delhi…Tokio. _¡Anda mira Kuoki, te estaban esperando!, le dije a mi marido
burlonamente.
En medio de
la mesa había unos vasos, unos cubiertos y varios platos… _¡Mira qué
fregadero!, me decía Esther, y yo me seguía preguntando: ¿Qué fue de esta
familia? ¿Salió huyendo por alguna razón? ¿Cómo pudo dejar esto? ¿Qué ocurrió
para decidir vender esta Casa?
Mi marido limpiaba con un pañuelo las ventanas para
observar a nuestros hijos como intentaban abrirse camino por el patio. Con su
mentalidad oriental de pulcritud, esto le superaba, intentaba levitar y no
profundizaba en el significado de continuar con el espíritu de lo que estábamos
viendo, pero yo sabía que con el tiempo le iba a gustar.
Hacía unos
meses, un compañero de trabajo español de la sección electrónica de Sidney y
que había estado unas semanas en la planta técnica de Tokio, le llamó por
teléfono para hablarle de la gran oportunidad de comprar una casa en Europa. Lo que él no se imaginó es
que desde ese momento iba a cambiar su futuro y con él el nuestro, el de su
familia.
_¡Kuoki!, he visto la casa que Raquel siempre ha
deseado tener, es en su país, en una zona que te va a encantar. Las casas son
de piedra, es la casa que llevas buscando para regalarle. No parece cara, por
las fotos de la inmobiliaria se ve un poco deteriorada; la venden con muebles y
tal como la dejaron sus antiguos dueños. Es la casa perfecta para ella y para
tu familia.
_¿Cómo se puede abandonar una casa así?, le
pregunté a Zulema.
Es cierto
que ahora estaba deteriorada y después de haber estado unos 30 años cerrada, las
arañas y roedores la habían hecho suya, pero si uno se fijaba un poco se daba
cuenta del buen gusto, del cuidado y del cariño que los dueños habían puesto en
ella…
En una pizarra, mi hermana leyó:
_ “San Roque”, ¡Qué curioso! bueno no sé,
será el santo de por aquí.
Zulema se quedó pensativa unos segundos y después
comenzó a hablarnos con ojos llorosos:
_Los dueños iban con mis abuelos a San Roque todos
los años, es una ermita cerca de aquí, la romería se celebra a mitad de agosto.
Esta casa lleva cerrada desde un San Roque de agosto de 2062 en el que los
dueños murieron, él con 101 años y ella con 100 recién cumplidos. Los hijos no
estaban aquí, hace tiempo que habían dejado de venir, este no era su proyecto y
habían apostado por otro tipo de vida. Eran tres, el mayor se fue a trabajar a Vancouver, la pequeña había hecho su vida en Sidney
y creo que el mediano prefirió vivir en el sur de España. Después de despedir las
cenizas de sus padres no se les ha visto nunca por aquí, hasta que hace un año
Jimena Anaël, la nieta más pequeña de los dueños, apareció por el pueblo, salió
llorando de la casa de los abuelos, y tomó la decisión de convencer a su
familia de vender la casa antes de que se empezara a caer. Ella comprendió que
sus padres y sus tíos habían abandonado el proyecto de los abuelos y que era
mejor que otros lo continuaran. Un mes después contactó con una agencia
inmobiliaria australiana con sede en Sidney. Por lo visto donde vive, en
Australia, está de moda España y hay un gran mercado asiático de venta de casas
españolas.
_¡Kuoki!, es la oportunidad de tu vida, es la casa
que sueña tener tu mujer, puedes pedir el traslado a la sede Española en
Madrid, no lo dudes, está a una hora por tren, tus hijos pueden tener la vida
que siempre dices que te gustaría que tuvieran. Te envío la publicidad. Hay una
oficina en Tokio de la agencia inmobiliaria australiana, contacta con ellos
para informarte de la casa y las condiciones de compra. Kuoki te interesa, te
lo aseguro. Sería un gran salto de Tokio a Madrid y vivir a una hora de la
capital española.
_¿Kimena
Anel?
_Yes,
it´s me?
_This
is Kuoki Sasaki from Tokio, I am interested in….How can I do to arrange the
purchase of the House?...
Continuamos viendo con Zulema la casa, el gran
salón, unos libros en la mesa, un viejo ordenador en el escritorio, unas
tacitas de café, palos en la chimenea, un tocadiscos muy antiguo, cuadros en
las paredes, varias Hanukillas, una gran Menorah, cántaros y vasijas de otro
tiempo, unos bebederos para animales caídos y telarañas por todos los lados
cubriendo el esplendor de unos años que debieron ser maravillosos.
Mi hermana se adelantó a subir las escaleras que
daban a las habitaciones. Yo estaba emocionada con cada objeto que veía a mi
alrededor, mi marido prefirió esperar fuera con los niños, y se puso a hacer
fotografías, lo que había dentro era demasiado impactante para él.
Zulema cogió de un cesto de mimbre unas castañuelas.
_Eran de ella, era muy “bailadora”, le gustaba mucho tocarlas. En las fiestas del pueblo no
dejaba de bailar, e iba al pueblo de mi abuela a hacer “la ronda” tocando las castañuelas. En la fiesta de San Roque era
como si el santo le recorriera por dentro y en la plaza de la ermita no dejaba
de bailar hasta que el tamboril dejaba de tocar. A su marido le gustaba ir
andando a la romería, él no bailaba ni tocaba las castañuelas pero le hacía
feliz verla a ella en ese ambiente.
No entendía muchas de las cosas de las que estaba
hablando Zulema, pero ya habría tiempo de ir conociendo los secretos que nos
iba a proporcionar esta casa.
_¡Cuántos muebles valiosos! ¡Cuántas historias hay
aquí! ¡Qué buena compra! me decía mi hermana.
_ ¡Joh
Esther, ¿mira esto? ¡Qué bonito! Una caja con pendientes y anillos. Siguen aquí
los perfumes que usaban, el maquillaje y los pintalabios de ella. Fíjate en las camas Esther. _Sí las camas hechas como
esperando a unos huéspedes que parece no llegaron nunca. ¡Cuántos libros en la
casa!, hace tiempo que dejaron de hacerse libros, ¿recuerdas Esther? y la de
ellos que hay aquí!
_Fíjate en la cómoda y el armario, me decía mi
hermana.
_Esther ¿Has visto la mecedora?, la de años que debe
tener, ¡cuántas veces se habrán sentado en ella, es preciosa!
La Notaria certificó que todas las partes
interesadas estábamos de acuerdo. Primero firmó Jimena Anaël en representación
de su familia, los herederos, y después nosotros, Kuoki y Raquel Sasaki.
_ “Firmado
en ….con fecha de…Casa rústica catalogada y fechada en el pueblo de… de 1750… ¡es suya Sres. Sasaki! ¡Enhorabuena! nos
comunicó la Sra. Notaria.
Jimena Anaël, nos despidió en la puerta de la
notaría, sus ojos estaban llorosos. No quiso acompañarnos a ver la Casa,
nuestra nueva casa y rechazó hacerse una foto con nosotros. Supongo que no
quería tener ningún recuerdo tangible de ese día.
_Zulema tiene la llave, será ella la que os la
enseñe. Todo lo que hay en la casa ahora es suyo. Me tengo que ir. ¡Adiós,
encantada de haberles conocido! ¡Disfruten de la casa como lo hicieron mis
abuelos durante años!
Mis hijos seguían enredando por el patio con mi
marido que no dejaba de hacer fotos.
Mi hija mayor, Natsumi, traía en la mano algo que
parecía el nombre de la casa, unas palabras forjadas en hierro oxidado, que no
entendimos lo que significaban, Bet….Kesh
_Seguro que
hay otra parte tirada que complete esas letras, le dije. ¡Mira a ver si la
encuentras!
_Mami hay una piscina, con un agua asquerosa y toda rota, pero la podemos arreglar ¿no? Me
decía insistente Haruka, la mediana de los tres.
_Mami ¿nos podemos ir de aquí?, todo está muy
sucio, ¡quiero irme a casa! decía el pequeño Asahi.
_¿Rakel?, ¿Esther? Mi marido estaba viendo, lo que
parecía un pequeño apartamento, de dos plantas, situado en frente a la vivienda
central; en la chimenea aun había ceniza, en el sofá unos libros y papeles
medio rotos y una cafetera italiana estaba en una mesa preciosa de roble, como
si estuviera esperando nuestra llegada.
Había unos tablones tirados entre la maleza del
patio, parecía que formaran parte del corredor, les quedaba un pequeño recuerdo
de color rojizo, color que también
tenían las cinco columnas que sujetaban el corredor y algunos barrotes del
mismo. Era el mismo color rojizo, ya deslavazado de las puertas y ventanas de
la casa.
_Mi abuela nos contaba que cada dos años pintaban
el corredor, las puertas y ventanas, nunca cambiaron de color “rojo carruaje de la marca Titán” y así
ha quedado hasta hoy. Yo de niña los veía también hacerlo, hasta que la edad ya
no se lo permitió.
_¡Vaya lo que hay aquí, está lleno de utensilios
del campo y están colocados! Rakel ¡mira
esto! ¡Impresionante! Hay paneles por el suelo, explikan algo, pero no entiendo
muy bien ke dicen. ¡Esto sí que son viejas cosas!¡Qué objetos raros! ¿Rakel,
Esther, mirar, venir?!
Me va a llevar tiempo poner esta casa a punto, sigo
sin saber qué pasó, para que este proyecto se haya convertido en el nuestro. Como
dijo Zulema: _es posible que los herederos “apostaron
por otra vida diferente” a pesar de que sus padres hicieron de esta casa un
lugar maravilloso, acogedor y cuidado en todo detalle.
Zulema se despidió de nosotros en la entrada principal
de la casa. Me fijé que en la puerta
todavía permanecía pendiente de un clavo una herradura y la correa de un perro.
Ya no le quise preguntar más. Delante del dintel de piedra nos sacamos una foto
con ella y muy amable nos ofreció su ayuda para lo que necesitáramos.
Una señora con ojos asiáticos salió de la casa de enfrente
a saludarnos y nos dijo: _ Todos en el pueblo sabían que él había comprado la
casa para hacerla feliz.
Por detrás de ella apareció una niña muy graciosa y
al ver a mi marido y mis hijos les dijo: _Yo también soy china, porque mi mamá
es china.
Nos reímos y a partir de ahí comenzó nuestra
historia en “Beit Keshet…La Casa del Arco”
La familia
Sasaki de Tokio hicimos nuestra esta Casa treinta años después que el cometa
Halley apareciera por estas tierras…