Dentro del conjunto de la arquitectura de maragatería los clavos son accesorios de hierro forjados a martillo, que complementan la decoración de las puertas de las casas maragatas. Se colocan de manera lineal, y dependiendo del tamaño de la puerta llevan cuatro o cinco filas de clavos, a una distancia suficiente para componer la puerta de manera equilibrada. Cada fila está formada por unos 8 /9 clavos dispuestos a 5 cm unos de otros. Su función es unir los tablones verticales que conforman la puerta por el lado principal con otros más estrechos en posición horizontal situados en el reverso de la puerta. La forma más común es la semiesférica: clavos lisos sin dibujo, toscos y pobres y clavos cincelados más llamativos con trazos de aspas, cruces u ornamentos florales. Pero también los hay con formas originales como: de concha de peregrino, es fácil encontrarlos en las puertas de los pueblos maragatos por los que pasa el Camino de Santiago, clavos que pueden ser fechados en torno al siglo XVII; clavos rectangulares con muescas ornamentales; y clavos más elaborados y ostentosos en forma de pirámide octogonal y en forma romboidal recortada por los bordes, con incisiones centrales decorativas.
Aunque son piezas pequeñas no
por ello dejan de ser importantes, forman parte de la decoración de las puertas,
que junto con los demás accesorios de hierro como tiradores, aldabones,
picaportes, escudos de cerradura, etc., son
la “carta de presentación” de los dueños de la casa. A través de ellos podemos
identificar el grado de sofisticación decorativa, la suntuosidad o el lujo
frente a la tosquedad, la simplicidad o pobreza ornamental de los que habitaron
las casas de maragatería. Hoy en día todos son un lujo a conservar.
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