martes, 5 de julio de 2016

YO TAMBIÉN ESTUVE ALLÍ


Hace tiempo que pienso que cuando uno se convierte en turista, los días que va a pasar de vacaciones no van a ser unos días tranquilos y relajados, sobre todo cuando se hace “turismo de ciudad”. Primero desde tu casa buscas y buscas hasta dejar exhausto a tu cerebro que le obligas a aprender y estudiar todo lo que quieres ver, lo que quieres visitar, lo que puedes hacer, lo que debes comer o lo que te gustaría comprar, esto te hace ser un experto, lo sabes todo y quieres saber más que los que viven en el lugar al que te dispones a visitar; en realidad a ellos no les preocupa sus monumentos, sus museos, sus calles, los tienen cuando quieran y lo más seguro es que no hayan visitado o visto tantos lugares de interés como los que tú pretendes ver en un corto espacio de tiempo.  Eso me ocurre a mí en la ciudad en la que vivo, siempre que viene alguien a visitarme descubre algo nuevo que no sabía que existía. Cuando te conviertes en turista solo dispones de unas horas para poner en práctica tus conocimientos. Así que un viaje a Bolonia se convierte en el examen que quieres pasar y solo si te sabes lo que hay o lo que sucede en la ciudad italiana puedes pasar a convertirte en el profesional que siempre has añorado: el perfecto turista. Después de pasar varios días estudiando, estando ya nervioso por el viaje y después de dar la paliza a tus familiares con lo listo que eres y mostrando lo que sabes, sin haber ido todavía, con las más de mil páginas que has abierto en tu ordenador, te dispones a irte, coges el avión y tu mente se empieza a preparar por tanta excitación y ahí has abierto la puerta a tu sacrificio, lo quieres ver todo en tres días, así que un viaje por Bolonia y sus alrededores no puede más que dejarte exhausto y empiezas el camino recorriendo los Pórticos, la Plaza Mayor, una calle que da al mercado, la fuente de Neptuno y te viene todo lo aprendido, aquello que otros te han dicho que vieras, fueras o comieras. Haciendo caso a lo que debes ver, subes a las dos Torres, visitas sus basílicas, los palacios, la catedral de San Pedro, comes en la tratoría que te hablaron y pides el plato típico boloñés o buscas en tu mapa la que te lleva saliendo en la infinidad de páginas abiertas que has utilizado para preparar el viaje y sin casi terminar el último bocado te diriges a Florencia para ver en menos de 7 horas la galería Uffizi, Santa María del Fiore, Plaza del Duomo, basílicas, palacios, sus calles y mercados, los jardines Medici, L´Academia con el David, comes, bebes y sacas todas las fotos que da tu cámara para recordar que tú estuviste allí, no vaya a ser que después de tanto estudiarlo todo no quede constancia de lo que tus ojos han visto, sin olvidar por supuesto, que vas a tener un doble o triple trabajo, sacar fotos no sólo en tu cámara que la llevas como una prolongación más de tu cuerpo sino que ahora tienes que sacar fotos desde tu teléfono para subirlas a Instagram, Twitter, Facebook o Whatsapp porque tus amigos y familiares tienen que verlo al momento como tú y ese momento ser tan importante, no solo para ti, sino también para que ellos sepan dónde estás en ese preciso momento. Después de varias horas sin parar asimilando no sólo el lugar, su cultura o su forma de relacionarse contigo vendiéndote todo tipo de recuerdos, que no te valdrán para nada, aunque los vas a comprar igual porque te van a servir para recordar que tú estuviste allí;  tu mente va perdiendo energía aunque estás poniendo en práctica tus conocimientos y sigue en modo ver, ver, ver, hasta sentirte atolondrado por tener que asimilar tantas cosas a la vez y claro al resto de tu cuerpo le importa poco, sobre todo a tus pie que después de tantas horas andando ya no pueden más de dolor o a tu piel que ahora está quemada por el sol o a tu hombro cansado de llevar el peso del bolso cargado con innumerables folletos, cámara, agua o algo de comida, es decir lo necesario para el turisteo.
Mientras vas viendo lo que tienes que ver, los amigos y familiares que han estado en esa ciudad antes que tú te van preguntando, a través de mensajes, si has visto esto o lo otro y claro no te queda otra que ir al sitio, fotografiarlo y enviar foto o vídeo sin olvidarte que debes salir en medio de la foto para demostrar que estás ahí, entonces comienza una batería de explicaciones por ambas partes que no deja de ser insoportable y cansadísima. Llegados a este punto te das cuenta que lo más importante de tu viaje es  que vas a poder decir en un futuro “yo estuve allí” lo mismo que ellos.
De vuelta al hotel empiezas a pensar que estás demasiado cansado y que al día siguiente volverá a empezar de nuevo una jornada de visita a tal o cual localidad cercana a tu punto de partida. Ves tus fotos y dices qué bonitas, lo tengo todo, esta vez no se me ha escapado nada, como aquella vez de Bruselas que la cámara dejó de funcionar y entré en pánico y me cabreé como si me hubieran arrebatado la comida de un mes o me hubieran dejado sola en el desierto, y el haber estado allí, solo está en mi memoria; sí aquella vez costo remontar la situación, pero ahora no, unos cientos de fotos listas para la familia y los amigos que están deseando que no llegue ese momento y en cuanto te ven salen corriendo y la verdad es que esas fotos pocas veces se vuelven a ver a no ser que un amigo tuyo vaya a la misma ciudad que tú has visitado y necesites demostrarle que tú también has estado allí... a veces llegas antes a las fotografías de las páginas que visitaste previamente a tu viaje que a tus fotos que ya te has olvidado en que archivo las tienes.
 La última noche respiras tranquilo y durmiendo te vienen imágenes de lo que has visto pero ya no sabes distinguir entre lo real, lo de las cientos de páginas visitadas o lo que estás soñando, estás “hecho polvo” y sólo quieres descansar; al regresar a tu casa, necesitas unos días de descanso, te duele todo el cuerpo pero por lo menos has conseguido estar allí, y esa sensación no te la va a quitar nadie.
En fin siempre he pensado que la vida como turista es difícil o cuanto menos muy cansada y tiende a ser agobiante, mucho que ver, mucho que visitar, comer, beber, comprar, hacer fotos y vídeos, ir de un lado a otro sin descanso, madrugar, dormir poco, pero eso sí, hay millones de personas que se han cansado y agobiado  lo mismo que te va a ocurrir a ti, lo mismo que me ha ocurrido a mí y como yo pueden decir “yo también estuve allí”...

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