sábado, 9 de mayo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 57


Día 57 : Echar el cierre  9 de Mayo 2020
(262.783 infectados, 26.475+1 fallecidos, 173.157 curados, 45.924 sanitarios contagiados)

Tratar de desencerrar lo encerrado no es algo fácil ni baladí por muchas ganas de dejar atrás esta situación tan extraña a la que nombramos por el vocablo “confinamiento”, repetido hasta interiorizarlo mascando cada una de sus cinco sílabas para mentalizarnos que quedarnos en casa ha sido una opción obligada para librarnos del contagio de un coronavirus, que en principio se banalizó con su propagación, minimizando el riesgo de caer enfermos y que ahora se ha constatado como estábamos totalmente equivocados al comprobar cómo ha provocado demasiada afección, ausencia y duelo difícil de digerir. Así que salir se convierte en una tarea que requiere cierta puesta en marcha, un ligero grado de preparación sobre los peligros del más allá de dejar el encierro y la imposibilidad de conseguir una libertad plena al no tener pruebas diagnósticas que avalen nuestra seguridad. Lo mejor va a ser afrontar con gran motivación objetivos diferentes que no sean la compra o los fármacos, tomando de nuevo contacto con la calle. El sentimiento de conseguir una cierta felicidad por recuperar lo perdido va a ser gradual y de forma lenta de ahí que haya un choque fuerte entre lo que queremos hacer y lo que realmente se nos permite a día de hoy. Tenemos que poner en práctica lo aprendido en estos  casi 60 días, para obtener el equilibrio entre lo que empezamos a dejar y lo que podemos ir recuperando. Por tanto la paciencia se tiene que convertir en un sustantivo vital para poder hacer las cosas bien. He observado cómo ir asomando la cabeza al exterior, en estos primeros momentos, está siendo un acto de desconfianza, un rito ceremonioso de mirar a un lado y al otro para vigilar al que se tiene a un lado, al frente o al que aparece por detrás. Así el paseo se vuelve una acción heroica tratando de esquivar a corredores, ciclistas y viandantes abriéndose a lo desconocido dando por hecho que el peligro está en el otro y nunca en uno mismo. Llevar mascarilla nos tranquiliza y damos por bueno poder disfrutar al aire libre en esas condiciones. Ser recelosos de manera individual nos va librar de contagios, cada uno debe cuidarse para cuidar a los demás, amagando la enfermedad y venciéndola lo más rápido posible.
Después de la primera euforia por salir, de lo asombroso del encuentro entre conocidos desde la distancia del que se siente responsable y pasados unos días aprovechando estas horas extraordinarias como algo que va recuperando la normalidad, siento la necesidad de reflexionar sobre lo sucedido,  para que el tiempo no borre lo insólito, lo impropio y lo ajeno de este periodo que podría ser el guión de una película de ciencia ficción. Si vamos dejando atrás la machacona idea de “quedarnos en casa” para irnos enfrentando, aunque sea muy poco a poco, a lo que hacíamos antes de esta realidad tan inaudita, también tendremos que aceptar que esta hecatombe pandémica, ignorada en sus comienzos y devaluada en su magnitud, nos va a llevar a enfrentarnos a otra pandemia mucho mayor, al golpe económico de grandes pérdidas de puestos de trabajo, que va a tambalear nuestro entorno provocando endeudamiento, pobreza y devaluación como sociedad, donde la recuperación va a llevar más tiempo del que pensamos.
Por otro lado como colectividad no debemos subestimar el desconsuelo por la pérdida de tantas vidas, por el exagerado número de fallecimientos. Olvidemos la estadística, el recuento o el cómputo diario e intentemos ver en cada número a una persona, a un individuo. Visualicemos a sus familiares, a la soledad de enfrentarse a cada una de esas pérdidas sin la posibilidad de un adiós solidario, sin que nadie les expresase condolencias o palabras de ánimo para sobrellevar su falta o para aliviar el remordimiento por no poder despedirse de los suyos en esos momentos tan trágicos de ahogo final.
Hoy echo el cierre de este diario, de este monólogo de ideas surgidas en el enclaustramiento de mi casa, de esta representación de lo anómalo y atípico, con el que he pasado muchas horas distrayendo mi hastío, con el fin de buscar  la armonía necesaria para afrontar lo irregular y anormal de este encierro obligado. Seguro que con el tiempo echaré de menos este momento que ahora quiero desterrar e incluso me parecerá increíble  el que hayamos vivido tantos días un parón general doblegados por la fuerza de un virus extremadamente contagioso conocido como COVID-19 o SARS-CoV-2.
Va a haber que hacer muchos minutos de silencio a la memoria de cada uno de los fallecidos, ellos ya no tendrán un nuevo comienzo.

lunes, 4 de mayo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 52



Día 52: Nosotros mismos 4 de Mayo 2020
(248.301 infectados, 25.427 +1 fallecidos, 151.633 curados)

Casi echando el cierre a este diario, empezando muy lentamente a abrir la puerta del encierro y tomando el pulso a una nueva situación vital, no quiero todavía olvidar detalles que he ido observando del comportamiento de muchos de nosotros en esta situación tan extraña, y que  en muchos casos nos ha tenido al límite de nuestra capacidad de resistencia. Por lo que me llevo preguntando varios días, si nuestra conducta se ha modificado estando encerrados, o si nos hemos comportando de manera igual a como lo hacíamos hace casi dos meses. Es decir para no liarlo más, la cuestión es si nos hemos confinado como realmente somos. Sin pensarlo en profundidad creo que sí. Nos hemos comportado dentro, como somos fuera pero con ciertos matices exagerados producidos por la imposibilidad de ser libres. De ahí la necesidad de haber estado muy activos contribuyendo  constantemente realidades,  para poder sobrevivir y llevar todos estos días de la mejor manera posible. Todo esto viene porque hace unos días me ha llegado al móvil un vídeo de cómo varias personas estaban celebrando la feria de abril desde la terraza de su casa y éste me ha llevado a recordar otros con otras tantas celebraciones, escenificadas desde balcones o ventanas;  lo que me ha dado pie a pensar que incluso encerrados hemos mantenido la esencia de nosotros mismos, conservado costumbres, actividades o hábitos como emblemas que nos recuerdan quienes éramos y como lo estamos expresando dentro de la excepcionalidad. Así si se trata de celebrar algo, se festeja poniendo todo el empeño en que salga de la mejor manera posible, aunque los recursos sean limitados y sobrepasemos situaciones ridículas. Siendo ahora como éramos entonces, ¿hay alguna diferencia en nosotros? En mi opinión sí, lo dispar está en la manera de presentarnos a los demás comportándonos de forma exagerada y queriendo mostrar en todo momento qué es lo que hacemos con cierto empeño, actuando con pantomima, melodrama y mucha teatralidad.
Los medios de comunicación se afanan diariamente buscando situaciones particulares y no dudan en escribir o en grabar reportajes cómo es el día a día de gente anónima que exhibe cosas sorprendentes o de aquellos más populares y conocidos que muestran sus destrezas animándonos a seguir su ejemplo de “buen rollo”.  Lo que quiero demostrar es que nos hemos confinado tal como somos pero mostrándonos de una manera más exagerada,  a veces desmedida e incluso desproporcionada de lo que realmente somos. Obviamente mi estudio es una simple observación de una pequeña muestra vista a través de los medios gráficos, la televisión, llamadas telefónicas y  todo el material que me ha llegado por whatsapp como vídeos o fotos, que no han sido  pocos en todos estos días. Así por ejemplo: el extrovertido, el que es gracioso, sigue siéndolo en su casa, se pasa muchas horas manteniendo la atención de los demás a través de las redes sociales, tiene tiempo para memes. Está la mayor parte del día pendiente de seguir conectado enviando hasta la saciedad fotos y vídeos, es el animado del grupo. Por el contrario el tímido, el que pasa de implicarse, se ha cerrado más en banda, se ha centrado en sus cosas, no necesita mucho el contacto, le sobran los megas de su teléfono y hay que ponerse en contacto con él para que te haga caso, su finalidad es pasar inadvertido. Son malos tiempos para el hipocondríaco, desmesuradamente ha tenido varios síntomas del virus, no salir al exterior es su mayor objetivo aunque ya pueda hacerlo. Por otro lado al que le encanta ir de cañas o de tapeo lo ha hecho igualmente y desde el balcón se ha montado su terraza particular con la puesta en escena de bebidas y todo tipo de tapas han circulado por su mesa. Los que disfrutan bailando están pasando las horas aprendiendo coreografías y no han dudado en mostrarlas sin pudor grabándose para compartirlas. Los obsesionados con el trabajo, han tenido vía libre para poder realizarlo durante horas. El maniático del deporte se las ha ingeniado para crear su propio gimnasio aunque sea en pocos metros cuadros, no ha tenido problemas en conseguir artilugios como pesas, cintas o pedales. Los cocinillas, sí que se han realizado a gusto aunque a estas alturas los comensales pueden estar más que hartos de guisos y postres. Los lectores han tenido tiempo más que suficiente para devorar parte de lo que tenían pendiente para la jubilación. También he visto como los manitas han dado una vuelta a toda la casa, arreglando lo que tenían pendiente, no ha quedado tornillo por ajustar y el taladro lo tienen echando chispas. No me olvido de los apasionados del motor, mi vecino no ha parado en todo este tiempo de abrir el capó de su coche, además de arreglar un par de motos que tenía olvidadas en su garaje y ha tenido cola en su puerta para el cambio de aceite de los vehículos de un par de vecinos espabilados. Los locos de las series se han apuntado a varias plataformas para pasar de una a otra sin moverse del sofá. Los chavales que antes jugaban unas partidillas en sus máquinas durante unas horas controladas, en este momento están ya más que enganchados a ellas.  A las que conozco que les encanta la limpieza doméstica han dejado la casa como un jaspe. Los obsesos del jardín han mantenido el césped a ralla y las tijeras de podar han dejado las tuyas a nivel. A los que nos gusta escribir ya sabemos lo que es estar a solas aporreando las teclas del ordenador, y estos días no damos abasto con la imaginación. Los que escuchan la radio o ven la televisión han doblado las horas de atención a la emisión de programas, noticias y visionado de miles de datos. A Los músicos ya los hemos visto expresando su arte, amenizando al barrio cada tarde. Así que concluyendo esta descripción de las diferentes maneras de proceder en el encierro, y sin pretender elaborar una teoría sobre el comportamiento en este momento atípico, en mi opinión nos hemos confinado tal como somos, como éramos fuera, aunque la gran diferencia es que estando dentro hemos exagerado nuestra conducta sobre todo al exponernos ante los demás. Es así como se explica el gran esfuerzo celebrando fiestas, conciertos, procesiones, bailes o cumpleaños, por supuesto se ha hecho a nuestra manera, pero al grabarlo para compartirlo hemos hecho una representación desmedida y al hacerlo por ese fin es cuando hemos exagerado nuestra manera de ser.

Se han acabado los aplausos en las ventanas, hemos empezado a correr o a pasear y ya lo hacemos desde la calle.

miércoles, 29 de abril de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 47




Día 47: #Salalacalle  29 de Abril 2020
(236.899 infectados, 24.274 +1 fallecidos, 132.929 curados)

Vaya la que se va a preparar el fin de semana. Con todos los niños ya  en la calle, se pondrá en marcha una nueva escapada para el colectivo de entusiastas del deporte y para los que necesiten estirar las piernas. O sea la mayor parte de la población. Veremos por las aceras compartir espacio a menores, padres, corredores y a un nutrido y diverso grupo de paseantes. “¿No habría que poner orden a toda esta algarabía?” Un poco de sensatez no vendría mal para no coincidir todos por los mismos lugares y a las mismas horas, y que en unos días tengamos que volver a encerrarnos de nuevo por el incremento de contagios. “Porque, una cosa”, quién va a vigilar el tiempo y los kilómetros a los del  batallón del chándal o a los que decidan salir de la mañana a la noche recorriendo "los mil metros pactados ¿las veces que les pete?”. No olvidemos que además del colectivo  “quiero dar un paseo”  éste puede hacerlo en compañía, siempre y cuando el acompañante comparta un mismo techo.  Si no lo he entendido mal, vamos a entrar en un momento donde todo “quisqui” puede dejar atrás su encierro para darse un garbeo y “¿Todo esto no es una locura?, ¿No necesitaríamos que antes de salir nos hicieran una prueba diagnóstica, los famosos test, para aislar a los que  padeciendo la enfermedad no tienen síntomas?  Si hago recuento de los que vamos a coincidir en breve ahí afuera, me sale que somos la mayoría de la población: “los que se pongan a correr, los que necesiten pasear solos o acompañados, los padres con hijos pequeños,  los que saquen a sus perros, los que vayan al Súper, al banco o a la farmacia y a todo esto hay que contar con el grupo numeroso que lleva trabajando fuera desde hace semanas”. En definitiva con tanta disculpa y tantas ganas por pisar asfalto “¿Quién se queda dentro? Creo que NADIE. Por otro lado no he oído cómo se va a gestionar la salida de los mayores,  se nos ha hablado de los adultos en general y “ellos lo son ¿no?”, así que no hay ninguna restricción para nuestros viejos y van a poder salir este fin de semana también, “¡vaya lío de edades va a haber!”. Soy de la opinión que los mayores lo necesitan como el resto, sin buscar excusas como hacer deporte, quieren airearse, abandonar las cuatro paredes dejando por un rato su soledad. Pero tampoco se les puede exponer a la ligera y lanzarlos a la calle sin saber quién les puede provocar el colapso pulmonar que los exponga a un estrés innecesario. Después del alto número de fallecidos en las residencias geriátricas  imagino  que tomarán mucha precauciones con estos “ancianos”, ya que son los más vulnerables de la pandemia, saben que la vida les va en ello, y no creo que puedan salir del centro hasta el verano, estos sí se quedarán confinados.
Así que estando la mayoría en la casilla de salida, esperando el pistoletazo que marque el momento de aparecer de nuevo, no olvidemos poner todo el empeño en hacerlo bien, teniendo claro que vamos a salir a ciegas, sin saber si contagiamos o no, sin conocer dónde podemos atrapar al virus y ser víctimas de él.
Se nos ha dicho “quédateencasa” durante semanas y ya nos lo están cambiando por un “salalacalle” y con cierto nerviosismo nos estamos convenciendo de un “líbrame de quedarme por más tiempo recluido o enclaustrado”. Serán pocos los que no quieran recobrar la libertad de movimientos. A los que pongamos los pies ahí afuera apliquemos un poco de cordura en nuestras salidas, no olvidemos la paciencia que hemos tenido hasta ahora y marquemos los tiempos en beneficio de todos. Recordar que si sale mal el gobierno nos echará la culpa e incluso se atreverá a decirnos “ya os avisamos” cuando sería él quien nos debería proteger haciéndonos test masivos antes de proponernos salir a la calle. Así que depende de nosotros volver a una relativa normalidad, será el cuidado de cada uno el que nos vaya a salvar. No cometamos más errores para no ser devorados de nuevo por este virus que tanto daño nos ha hecho y volvamos a tener que confinarnos. Si te aplicas #salalacalle no olvides el gel, la mascarilla y los guantes.

Sigo aplaudiendo a las 8 por los que combaten la pandemia en primera línea.

domingo, 26 de abril de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 44




Día 44: Necesito un psicólogo 26 de Abril 2020
(223.759 infectados, 22.901 +1 fallecidos, 95.708 curados)

Expectativa y certidumbre no son palabras sinónimas, tampoco significan lo mismo sin embargo pueden ser complementarias.
¿Cuáles son mis expectativas una vez que todo esto acabe?, no sé si es bueno generarme una ilusión, una expectación excesiva de buenas perspectivas de futuro a corto o a largo plazo. ¿Qué debería hacer?, idealizar lo esperado o por el contrario permanecer a la expectativa hasta tener las ideas claras de cómo aparecer en el exterior de la manera más segura, desconfiando de certezas previas como que ir saliendo sea la mejor opción aunque el número de contagios sea elevado y que esa curva tan famosa de caída libre empiece a aparecer en la tabla de registros de una vez por todas. Son demasiados días reflexionando. Horas especulando cómo empezar de nuevo, mi mayor aprendizaje ha sido la paciencia, aprender a esperar, a acatar decisiones extremas y dejar que los acontecimientos sucedan sin más. Pero llegados a este punto, casi entrando en el último tramo del retiro forzoso, siento un cosquilleo nervioso e irracional por recobrar todas mis expectativas vitales, teniendo la evidencia absoluta o lo que es lo mismo la certidumbre de que voy a entrar en un nuevo comienzo, en una nueva etapa de mi vida y es aquí cuando pongo al mismo nivel la complementariedad de los vocablos “Expectativa y Certidumbre” como máximos exponentes de Esperanza y Convencimiento de seguir hacia delante.  “Como se nota que estar entre paredes hace estragos, y me doy cuenta que entro en desvaríos hilvanados con un ligero hilo de raciocinio. Si esto se prolonga por más tiempo, necesito un psicólogo que me saque de todo este follón de ideas inconexas."

Mi imaginación no tiene parada e idealiza todo lo que quiero hacer ahí fuera, hay tanto que ver, tantas personas a las que abrazar, tanta actividad por hacer que todo se atropella más en  deseos que en hechos reales y concretos. “Seguro que estoy sobrevalorando todo lo que me falta” y además veo que nos están avisando de que tardaremos en recuperar lo que era normal, nuestra libertad en el más amplio sentido de la palabra. Es decir por ahora nada de pensar en visitar a la familia, nada de turismo, nada de relaciones sociales, los amigos no existen más que de lejos y los pequeños placeres mundanos como ir a bares o restaurantes se quedan para más adelante. Con este panorama las expectativas de recuperación quedan muy limitadas, están lejos de  alcanzar la normalidad que conocíamos hace meses. Así que empezaremos con paseos cortos al aire libre, embutidos en mascarillas, con mucha desconfianza y poniendo excesivo aislamiento social. “Esto no hay por dónde cogerlo”.

Hablando por teléfono con mi hija Amit he comprendido perfectamente que no estoy tan “grillada” como creía y veo que sus teorías sobre liberarse de esta situación la sitúan en un estado de delirio momentáneo más singular que el mío. Ella no tiene ninguna gana de salir al mundo exterior, se ha acostumbrado al confinamiento, se ha aclimatado al ambiente de unos pocos metros cuadrados y solo necesita abrir la ventana para respirar de vez en cuando. “Tiene el síndrome del encerrado” y su hipocondría está disparada, no hay artilugio que pueda sacarla de su angustia por contraer la enfermedad. “La gente no va a tener la meticulosidad y el cuidado de desempeñar tan ingente tarea de higiene y eso va a revertir en mi salud”. Estos días ha hecho acopio de mascarillas, tiene de diferentes modelos y grosores se ha hecho experta en ellas. “Estoy pensando que me envíe unas cuantas por mensajería aquí es difícil encontrarlas”.
Me río con sus aprensiones sobre recuperar su trabajo, una especie de angustia dispara sus recelos y no la deja dormir bien, realmente está inquieta por ese día tan anhelado por la mayoría. Sus expectativas son muy diferentes a las mías, mientras yo estoy deseando alejarme de todo esto y hacer miles de cosas ahí afuera, ella está deseando quedarse más tiempo dentro, se siente más productiva encerrada y está muy preocupara porque este momento se acabe, “desearía que la cuarentena fuera más allá de mayo. Te lo digo en serio. Voy a estar fatal cuando tengamos que salir, tendré mucha presión, recuerda que soy muy aprensiva y quién me asegura a mí que nadie me contagie eh?” Es demasiado exagerada con las cuestiones sanitarias y siempre encuentra que las enfermedades que padecen los demás,  puede tenerlas, incluso se las apropia, las hace suyas sin padecerlas. Me quiere convencer que se siente segura en casa, que no quiere correr ningún riesgo, afirma que contraer coronavirus es muy fácil “no olvides que la enfermedad es muy contagiosa” y siente un gran peligro ahí fuera “A mí me va bien estar en cuarentena un poco más… así que no me importa esperar el tiempo que haga falta encerrada hasta que no haya ni un infectado más” Amit es una perfecta expectante, desde la seguridad del encierro necesita vigilar lo que pasa, tener controlada la infección para obrar en consecuencia y sólo a partir de esa certeza conseguir la expectativa definitiva para poder salir.

Hoy he cambiado los aplausos de las 8 por un minuto de silencio en memoria de los fallecidos.




miércoles, 22 de abril de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 40




Día 40: Colapso contradictorio 22 de Abril 2020
(208.389 infectados, 21.716 +1 fallecidos, 85.915 curados)

*Nuevo reportaje informativo en televisión: No queda más remedio que limpiar absolutamente todo…estamos confinados con el virus.”

He vuelto al supermercado, es la cuarta vez que aparezco por allí, es todo un acontecimiento y una de las actividades más “emocionantes y agobiantes” que me ocurre en días. Hay que hacer un ejercicio previo de preparación para enfrentarse a un acontecimiento como ese y lo peor es que estoy llena de contradicciones de cómo actuar, de cómo ser responsable o sobre todo de cómo gestionar el carro de la compra con total seguridad para que los míos no se contagien. Porque claro ya no solo es la tarea de ir a comprar, “vestida como si fueras un buzo”, de enfrentarte a la cola de entrada, seleccionar todo lo que necesitas en los diferentes departamentos, sino que se trata de toda una andadura de tareas de desinfección ardua y concienzuda de cada producto que introduces en el carro. “Resulta que ahora el virus lo tenemos dentro de casa, somos nosotros a nosotros mismos a los que nos contagiamos” eso nos dice el último reportaje informativo que he visto en la Tele. Se nos intenta hacer creer que con más de cuatro mil infectados diarios la culpa es totalmente nuestra, no olvidemos que estamos en el cuadragésimo día de encierro y la propagación va bajando muy lentamente. No lo entiendo “¿Qué hemos hecho mal, qué es lo que hacemos? Llevamos enclaustrados demasiado tiempo y Yo ya quiero salir, ¡a ver si nos aclaramos con esto!, porque si encerrados contagiamos, esto no se va a acabar nunca.” Si ya era trabajo limpiar cada alimento de la cesta de la compra, resulta que ahora hay que limpiar todo el camino recorrido de ida y vuelta desde que salimos hasta que entramos en nuestra casa. Se me generan tantas dudas con la información que solo pensar en el tiempo que me va a llevar la higienización me hace perder la paciencia y normal que se me ponga un carácter insoportable. Para ir a comprar hay que tener la mente clara, ser consciente de cada paso que se da, no se puede uno despistar tocando alimentos de aquí o allá. Las manos quietecitas, que no vayan a la cara, ni se te ocurra rascarte un ojo y mucho menos obsesionarte con que te pique la nariz, olvídate de atusarte el pelo y por supuesto deja de pensar que todo esto te puede ocurrir porque entonces la necesidad de hacerlo es grande y las ganas de toquetearte son tan poderosas que acabas haciéndolo y ya no sabes que debes hacer con la mano y el guante. No tienes otro para cambiarte, así que ya tienes un serio problema, recuerda guardar el móvil y si te llaman hacer como que no lo oyes, todo lo que toques estará ya contaminado.
Para no confinarnos con el virus, la reportera asegura que debemos limpiar absolutamente todo, “pero ¿qué es todo?”. Para aclararnos mejor lo que debemos hacer, ella se aplica el ejemplo y hace un recorrido por una gran superficie y compra tan rápido que es inverosímil su exposición. Sí, muy bien, una bolsita de la compra con pocos productos. Limpia el coche con una bayeta, un toquecito de limpieza sin más. Muestra como pone las llaves bajo el grifo, vemos como la ropa que se ha puesto en la operación salida, la mete en una bolsa, y nos indica que debe lavarse a 90 grados “¡siempre oyendo que no era ecológico lavar a esa temperatura y que se debe poner la lavadora con carga completa, me cuesta escuchar ahora que tengo que lavar tres prendas con esos grados tan elevados, seguro la voy a quemar!” Luego se centra en el pulido de pomos y puertas de su casa y con una sonrisa, nos demuestra lo fácil y rápido que ha sido todo. Ella tarda lo que le lleva el documental, como mucho minuto y medio. “Espera un momento, eso me va a llevar a mí horas, porque solo en comprar invierto unas tres y a ese tiempo voy a tener que añadirle toda la esterilización de lo comprado, más la limpieza de todo y ese todo es del coche, por dentro y por fuera, mando del garaje, esterilización puertas, pomos, escaleras, barandilla llaves, ropa, zapatos. Cuando llegue a las bolsas de rafia solo quedará fumigarlas y yo con ellas”. Esto sobrepasa mis límites de tolerancia, quiero revelarme contra todas estas ocurrencias, es demasiado, voy a estar todo el día con esto y aun así no tendré la confirmación clara de hacerlo bien. Por otro lado “¿quién es el guapo que pudiendo parar el contagio por limpiar no lo vaya a hacer?”. Lo que me genera paradojas y un desánimo por continuar con todo este ritual. “Lo mejor sería quedarse en casa y no comprar nada más, no comer y ya está, para qué ir a la tienda entonces”.
Hoy el producto estrella de mi Súper ha sido, unas toallitas con el rimbombante nombre de Salustar Naturalcare y el poderoso beneficio de estar impregnadas con la Clorhexidina y el Cloruro de Benzalconio, “por supuesto que he comprado un par de paquetes”,  con esos atributos ha sido difícil no caer en la tentación de agotar el producto,  sin entender muy bien la composición y sus propiedades, “suena a cloro, lejía, desinfección, limpieza, ni se me ha ocurrido mirar en Internet el significado de tanta peculiaridad, demasiadas explicaciones. Venga para el carro”.  Seguro que este producto me va a reducir horas de trabajo eliminando gérmenes del salpicadero del coche, de las llaves, barandilla o pomos de una pasada. Creo que lo mejor del producto es la conciencia de quedarse uno tranquilo admitiendo que se ha desinfectado todo lo infectado.
Una vez en casa y después de tanto esfuerzo profiláctico, cuando parecía que todo estaba incontaminado, impoluto, todo bajo control, la bocina del panadero me hizo pensar que iba a tener que empezar de nuevo con la tabarra del aseo y es que ya es demasiado, no se acaba nunca con la esterilización, “¡no puedo más!”.  Al abrir su furgoneta, me he cuestionado toda esa práctica de la meticulosidad, todo esa labor de limpieza, porque sí, el muchacho va con guantes y mascarilla, pero lleva una ronda de más de 5 horas de reparto toqueteando panes y monedas, sin dejar de estar en  contactando con clientes. “Como no admites tarjeta, no hace falta que me des las vueltas. Gracias por venir”. Pero claro ahora sí tengo un pequeño problema “¿qué hago con la barra de pan? ¿Le paso una toallita de Cloruro de Benzalconio, le rocío con hidroalcóhol, le humedezco con una mezcla de limón y bicarbonato,  le impregno con un poco de vodka, congelo la barra o la tuesto al sol para ver si mueren todos esos virus pegados a la harina de la corteza? ¡Qué asco!” Ahora entiendo tanto contagio, tanto virus confinado y es que en unos actos ponemos mucho empeño en dejarlo impoluto y en otros nos tragamos el patógeno sin pensarlo. Tengo demasiadas dudas sobre cómo esterilizar todo. Demasiadas contrariedades con la pulcritud. No puedo asegurar que lo hago bien y ni siquiera tengo la capacidad para creer que con todo este barullo de pureza no sea vulnerable y vaya a salir indemne de contagio.

Mi aplauso de las 8 va a ser para los sanitarios contagiados de COVID-19, más de 30.000, ellos sí que extremaron la esterilización en sus puestos de trabajo, sin embargo se les ha expuesto a luchar contra esta enfermedad sin proporcionarles los medios adecuados para ello.


sábado, 18 de abril de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 36



Día 36: Teletrabajo 18 de Abril 2020
(191.726 infectados, 20.042 +1 fallecidos, 74.797 curados)

Teletrabajo, ¿qué hay detrás de esta palabra que parece abarcar gran parte de la actividad profesional que estamos desarrollando ahora desde nuestras casas?
He vuelto a consultar el María Moliner, para aclararme las ideas y comprender mejor en que estoy metida. En la versión de 1981 el diccionario, no recoge el vocablo en su definición más extensa y solo aporta el prefijo *tele- como palabra griega, cuyo significado es lejos. Si telecomunicación lo define como comunicación a distancia por telégrafo, teléfono o radio. O televisión como sistema de transmisión de imágenes a distancia mediante las ondas hertzianas. Voy concretando más la definición de Teletrabajo como “trabajar a distancia, trabajar desde lejos” no ha sido difícil llegar a esta conclusión, se entiende perfectamente. Aun teniéndolo tan claro he preferido  teclear en Internet “Definición de Teletrabajo” para comprobar que más se puede decir de esta nueva actividad. Queda más que patente que es un neologismo con más de quinientas mil entradas, definiéndolo principalmente con el significado al que yo había llegado sin  tanto ruido. Una cosa queda clara el uso de herramientas telemáticas de la información y de la comunicación son la esencia de esta manera de realizar el trabajo y serán la piedra angular o el núcleo de la ocupación alejada del emplazamiento usual,  o sea de la Oficina.
Estoy en condiciones de afirmar que lo que hago todos estos días de encierro es teletrabajo y quedándome las cosas tan meridianamente evidentes me gustaría aclarar que esta nueva manera de “curro” es francamente estresante, no hay un minuto de parada, corte, descanso o despiste que rompa la línea entre hogar y oficina, donde todo es lo mismo, faena, ocupación, currelo, trabajo doméstico o teletrabajo en definitiva fatiga y esfuerzo.
Todos los días a la misma hora abro mi ordenador para teletrabajar, “llevo a rajatabla mis rutinas porque los psicólogos, estos días, insisten que es la única manera de mantenerse cuerdos”. Para que todo parezca como si estuviera allí, pero poniendo 47 kilómetros de por medio, me visto adecuadamente, “impecable como siempre”, sin olvidar los tacones, el peinado, el maquillaje y la colonia. Esto es bueno para ponerme en situación. Sé que no es lo mismo pero por lo menos hay que intentarlo. Es cierto que me encanta mi trabajo y que no idolatro el momento de la jubilación. “Echo de menos el ambientillo al entrar en la oficina, llegar tempranito y seguir allí hasta bien entrada la noche. El bullicio entre compañeros, chismorreos de distensión, risitas nerviosas.  Ese cafecito matutino, ¡qué bien sienta!”. Esas horas interminables de pantalla, papeles por todos los lados”. Sí, una pena estar tan lejos de mi silla aerodinámica último modelo para soportar todas esas horas sin moverse del sitio, “¡espero volver cuanto antes!”
Por otro lado lo que no me queda nada claro una vez definido el término Teletrabajo, de manera intrínseca, es en qué circunstancias debo aplicarlo y con ello me refiero a las enormes dudas de cómo aplicar esta expresión con respecto a mí. “¿Debo trabajar las 8 horas en mi casa sentada en esta silla tan incómoda?¿Cuándo debo cerrar la solapa de mi portátil para que no entre ninguna información más?¿Cuándo tengo que desconectar mi teléfono para no recibir más mensajes de clientes, compañeros, o jefe pidiéndome todo tipo de memorias, albaranes, facturas, comparativas, balances, mándame eso o rellena aquello, vuelve a hacer tabla, cubre aquí …” No quiero apagar mi móvil, tengo otras cosas que ver en él, pero así no hay manera de mantenerlo abierto.
Pongamos orden en todo esto, no puedo trabajar todo el día, “tendré en algún momento que conciliar con mi familia”. Necesito saber cuándo empezar mi jornada laboral para acabarla 8 horas después, cómo en la oficina. No puedo seguir estirando las horas con todos los mensajes que me llegan, las notificaciones siguen de madruga y antes de amanecer ya están esperándome no sé cuántos correos electrónicos para una contestación inmediata, “¡lo sé, forma parte de esta manera de trabajar con las tecnologías pero chicos parar ya!”.  Solo quiero saber si esta forma tan flexible de organización con la que se define Teletrabajar podemos organizarla de verdad, “¿es que no atendéis a vuestros hijos?, ¿no tenéis necesidad de prestarle atención a vuestra pareja? ¿No descansáis en algún momento del día?, qué os pasa, ¿es que ni siquiera vais a hacer un bizcocho?
Os repito, si nunca hemos trabajado sábados, domingos y festivos, para que tanta solicitud y empeño, ¿¡qué pasa, el encierro os ha vuelto tarumbas!? Estoy al día con el trabajo atrasado, ya he hecho la memoria de resultados, he contactado con proveedores, es más, ya tengo casi preparado el vídeo presentación para la campaña de Septiembre. “¿Por favor podemos parar un poco?”
En la última vídeo conferencia con mi jefe, cuando me ha dicho que estoy más demacrada, le he soltado “por favor Noé, déjame ir a la oficina, yo solita, nadie más que yo, al salir limpio todo, estoy allí mis ocho horas y ya. Esto pararía el goteo interminable de mensajes y correos. Ya sabes que yo aquí o allí teletrabajo siempre desde mi ordenador, ¿por qué tanta actividad ahora? Ya me conoces que soy muy metódica y necesito delimitar bien las horas. ¡Por favor déjame acudir a la oficina! En serio, no puedo más” Él es un tío majo y no se ha tomado a mal mis súplicas, se ha reído con mis ocurrencias, pero “me ha mandado a paseo” y mucho menos le he colado mi idea de abandonar el hogar para conquistar el ajetreo de mi despacho. “Cómo eres Ely, sigues siempre tan exagerada, este confinamiento te está agudizando el ingenio, oye quédate en casa, organiza tu día como quieras y relájate”.
Después de dedicarle tantas horas a la pantalla, casi he conseguido ser la trabajadora del mes, creo merezco una recompensa y sin querer ser pesada “le convenzo para que defina mejor en qué consiste nuestra faena, por lo menos que sigamos unas normas, unas tareas concretas, un orden”. Este teletrabajo es un sin vivir de la mañana a la noche.  Tengo que reconocer que los días se pasan más rápido estando entretenidos con tareas laborales, teletrabajando, pero no  por ello hay que dedicarle más de lo estrictamente convenido.

 Mi aplauso de las 8 va a ser para los que desde casa seguimos trabajando para que este país siga adelante.

miércoles, 15 de abril de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 33




Día 33: Espiral minimalista. Los amigos 15 de Abril 2020
(177.633 infectados, 18.578+1 fallecidos, 70.853 curados)

Escuchado esta tarde a  Philip Glass,  me he dado cuenta de la analogía de su música con este momento de encierro. Las armonías y los pulsos constantes de la música minimalista con todas esas  transformaciones musicales lentas, son como la metáfora del encierro. Sentir la reiteración de las frases musicales como  pequeñas actividades diarias que repetimos una y otra vez, volviéndolas a retomar con tonos emocionales más o menos reiterativos según el día y el humor con el que nos levantemos. Como en este tipo de música, estamos metidos en una espiral minimalista de cambios pausados.  Este nuevo golpe anímico  es experimental y nuevo para nosotros. Estamos constantemente repitiendo series a las que añadimos variaciones mínimas de armonía tonal para llegar a la gran pulsión final: salir de una vez por todas. Después de sorprenderme con esa similitud entre la música del compositor y este nuevo modo de vida, hoy me he planteado hacer algo diferente. Añadir un nuevo matiz a mi escala musical, nada de trabajo, nada de gimnasia, nada de cocina, nada de lectura, nada de estudio de lenguas.
He decidido prestar atención a los AMIGOS. Llamarlos al móvil, sorprenderlos con una “llamadita” inesperada, dejar los mensajes, fotos, memes o vídeos. Hablar con ellos un ratito y oír el ambientillo de su casa, así sin previo aviso, sin anestesia. Abrir los contactos y pulsar en sus nombres para ver cómo les va.
Lo mejor será un poco de organización de la agenda, más que nada por seguir un patrón, no vaya a ser que llame a alguno, más de una vez y quede al descubierto mi grado de despiste y desorientación desarrollado en estos últimos treinta y tantos días. He hecho un “esquemita” en un folio: primero los que tienen niños pequeños, después los  que soporten adolescentes,  siguiendo con los que tienen hijos universitarios, sin olvidarme de los sin hijos y los que teniéndolos ya no viven con ellos.
- “Hola ¿cómo va todo?, sí ya sé que estáis bien… me apetecía llamaros solo por charlar un poco… ¿cómo están los niños?”
Después de varias llamadas he llegado a la conclusión que tanto padres como niños están muy cansados, han realizado tantas actividades de golpe, se han esmerado tanto jugando con ellos durante los primeros días de encierro que están en un momento bajo de originalidad y tienen el ingenio por los suelos. Pusieron tanto empeño por demostrar que estar en casa iba a ser súper divertido que al final de este  mes, el ritmo frenético de inventiva se ha ido al traste. Dedicarse tanto a la cocina, elaborando galletas, tartas y bizcochos les ha llevado a una abulia enfermiza. No quieren saber nada más de confituras, masas o chocolates y mejor no les menciones el horno, ni más quebraderos por la que se prepara en la encimera con tanto jaleo. Este es el grupo de los que han acabado las existencias de harina, levadura y pasta de los supermercados.
sí, estamos cansados de jugar todo el día, de hacer comiditas para las muñecas. De manosear la plastilina. Hemos montado varios Legos. El pasillo hace de pista Formula 1. Sabemos todos los cuentos de pe a pa. Los duplo están por el suelo. Ya no saben que más pintar. Más galletas no, están hartos de comerlas. Todo el piso es un parque temático. Estamos todo el día disfrazados, dejo que me operen las veces que quieran para echar una cabezadita. Les dejo dar los balonazos que quieran. Necesito que salgan un poquito, no sabemos que más inventar. Me preguntan constantemente cuándo pueden salir y cinco minutos después repiten: ¿cuándo salimos?¿puedo ir al parque? Es una locura”.

 -“¡Qué tal! Sólo quería saber cómo lo lleváis…” No sé por qué noto cierta extenuación y malestar con los que tienen hijos en esa edad en que la protesta es la tónica diaria de la casa. Si había alguna tirantez antes de todo este lío, ahora sí que la cuerda está a punto de romper. Vaya mal “rollo” para los adolescentes estar encerrados con sus padres tantas horas y tantos días. Con la vida que tienen ahí fuera y les ha caído este virus para fastidiar todos sus planes. Es difícil para ambos soportarse. Todo el día dando órdenes y todo el día tratando de cuestionarlas y no cumplirlas. Estos de cocina no quieren saber nada, les cuesta colaborar en las tareas domésticas y tienen la excusa perfecta para  estar conectados al móvil: WhatsApp, Instagram, Twitter, Snapchat, se les queda la jornada pequeña con tanto compromiso virtual. Están alcanzando el primer eslabón de la adicción a todo lo que se mueve por la red, para muchos la Xbox es una vía de escape. Estos con lo que han acabado es con los datos del móvil.
“Todo el día controlando que no esté mucho con el móvil, que no se encierre en su habitación. Prohibido más de dos horas en la Playstation. Deberes. Atento a las clases online. Es un sin vivir, todo el día discutiendo, que te levantes, que te acuestes, no olvides asearte. Todo un dolor de cabeza. Batallando todo el día. No quiere hacer nada con nosotros. No para de hablar por la Xbox. Y no se le puede decir nada que todavía tiene algo más que decir”. Condescendiente les digo que esta es una etapa más, solo necesitan volver a la normalidad, estar en su medio, salir ahí fuera para estar con sus amigos. Siento que no puedo aliviar su angustia por mucho que me ponga en su lugar.

-“Qué bien que pudieron volver a casa antes que todo se cerrara…por lo menos no lo pasan solos.” Con los que tienen hijos universitarios la conversación ha ido más fluida, no están generando ningún problema grave. Todos están más tranquilos. No hablamos tanto de sus hijos como de ellos mismos. Aún así puedo percibir una cierta queja y “quién no la tiene estos días tan singulares”. Entiendo a ambos, después de vivir a su aire tener que volver a casa, cumplir normas que les empiezan a ser ajenas y encerrarse tanto tiempo todos juntos; siempre hay algún roce que te hace saltar y las costumbres de ellos ya no son las suyas. Estos lo mismo estudian que funden las máquinas de vídeo juego, que se tiran horas en las redes sociales. Sueñan con coger un blablacar o alquilar un par de Airbnbes. La mayoría está pensando en inscribirse en el BBK, el Sónar o el Primavera Sound. “Sí, tiene clases de manera virtual. El curso ya está acabado, preocupa los exámenes porque estudiar no mucho, los trabajos en equipo funcionan muy bien, los acaban rápido y siguen conectados para jugar unas partiditas. Habla con su novio durante horas. Ya ha comprado las entradas para el festival de verano. Va a su bola”.

-“¿¡Eh, cómo vais!? Espero que quedemos pronto…tenemos pendiente una cena….” Con los que no tienen hijos o los que los tienen pero no viven con ellos ha sido más divertido contactar. Aquí no hay muchas tiranteces, cada uno organiza su día sin molestarse. “Al principio del encierro la actividad era desbordante pero ahora han llegado a un grado de normalidad soportable. Los primeros días mucha cocina, mucha bicicleta estática, teletrabajo, parecía que no debíamos parar, pero ahora lo básico”. Excepto ligeros momentos de emoción en los que se permiten llorar por la impresión de lo que estamos viviendo, están soportando perfectamente el confinamiento. Son grandes consumidores de libros,  muchos no salen del whastApp o Twiter y no dejan pasar una serie o peli en Netflix. “Qué bien que has llamado, tenemos que quedar cuando esto acabe. Mis hijos me llaman cada dos por tres recelosos de que cometa algún error al salir a comprar y me contagie. Estoy viendo la serie…ayer hablé con… Viste la peli de…Me encuentro bien. Gracias por llamar”

Como en la música minimalista,  los amigos han añadido una escala armónica, un toque diferente de este pulso constante del día a día. Una escapada  colorista a lo reiterativo en esta música experimental que vivimos.

Mi aplauso de las 8 va a estar dedicado a niños y jóvenes, ellos también lo están pasando mal.