sábado, 21 de marzo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 8






Día 8: Aburrirse 21 marzo 2020 (25374 infectados, 1378 fallecidos)


Según el diccionario de María Moliner aburrirse (con, de o en) es una forma pronominal que hace referencia a consumirse o exasperarse. Sufrir fastidio con cierta cosa que resulta pesada.
Con tanta actividad rutinaria para que no decaiga nuestro ánimo,  para tener una sensación de positividad o  para sentirnos más activos  y vitales, quizá para creernos que estamos con buena salud mental, a día de hoy tengo que reconocer que  estoy harta de hacer todos los días diferentes cosas para sentirme mejor. Mi energía para continuar está en punto muerto  y me aburro con, de o en.
Analizando la esclarecedora definición de María Moliner y aplicándola literalmente a mi vida me aburro con, os diré que es posible que al explicar esta acepción, me meta en un lío y que algunas sensibilidades pueden levantar ampollas y lo mismo me echan de casa. ¡Aunque claro con la que está cayendo no pueden! Me aburro con mi perro, solo hace que comer y dormir, no es capaz de dirigirme ni una mirada graciosa, de traerme su pelota para que se la lance o alegrarse cuando le pongo la comida en su plato. Estos días solo se emociona cuando por la noche me siento en el sofá, me cobijo en mi manta y acto seguido él se echa encima de  mis pies para dormitar una siesta de horas, si le dejo podría pasar así la noche y no se movería del sitio. Él sí está encantado con la situación, no le importa quedarse en casa, ya tiene su jardín y con la ración diaria de agua y comida tiene resuelta su vida ¿Qué más puede necesitar? Me aburre su actitud. Qué decir de los chicos de mi casa “They bore me”. No hay nada más divertido para un adolescente que quedarse encerrado la mayor parte del día en su habitación con sus amigos todos encajonados en una pantalla buscando no sé qué, o luchando contra no sé qué ejército. Cuando aparezco con el parchís, los cubiletes y las fichas de colores, se parte de risa y me ve como a un ser extraño que surge de su tumba. “¿Qué tal el Ajedrez? ¿saco el Monopoly? ¿un Risk? ¿bajo al garaje y cojo el Cluedo? ¿qué te parece un Quién es Quién? ¿por qué no preparo Tabú?” Y muy entusiasta le recuerdo que hace años lo pasábamos bien, era divertido. Pero claro eso de poner un tablero en una mesa y unas fichitas, preguntas por aquí y por allá, como que ya no llama la atención, tanto estímulo sale de la Xbox que no estamos para cajitas de cartón con jueguecitos. “¿Y si nos  hacemos un Go?”, en serio, es el ajedrez chino, no es por mal pero es difícil y nos llevaría más de un día aprenderlo. Obviamente no cuela, y me enseña las puntuaciones que lleva jugando en su ordenador al Ajedrez y al Go. “Bored”. Natan está demasiado atareado con su trabajo, hoy ha planificado varias supervisiones clínicas, un par de reuniones con su equipo y además en breve dará una clase a través de la plataforma Zoom con sus alumnos de enfermería. Esto es serio nada de interrumpir, me paro en la puerta y mejor no paso del dintel. Casi seguro que para las 10 de la noche quedemos para ver una serie. Por cierto no duro más de media hora atenta a la pantalla, y la mayoría de los días le pregunto “¿pero y la chica no se había liado con su amigo, cómo es que ahora está con él?”, él un poco contrariado y con razón, me dice que eso ha pasado hace dos capítulos, o sea hace más de dos horas. Lo sé, soy un desastre siguiendo series.
 Me aburro de, andar una y otra vez por las habitaciones, de ver los objetos que decoran la casa en la misma posición. Me aburro de que nadie pase por la calle. De cocinar a diario, de hacer bicicleta, de hacer aerobic, de limpiar y recoger, incluso de bailar, de practicar inglés, de escuchar música o de leer. Después de 8 días de encierro se me hace tediosa la lectura de la prensa con sus páginas de opinión, artículos informativos, reportajes especiales, siempre el mismo tema, el maldito virus. Soy inquieta y la calma no es mi aliada por eso la lectura de un libro me retiene sentada poco tiempo, me desconcentro y acabo hartándome. Que decir de los cientos de mensajes que recibo a través del teléfono. Al principio eran una bendición, saber que todos estábamos conectados nos unía en este encierro, pero hoy son un poco cansados, hay tanta  diligencia por mostrar algo gracioso, inteligente, ingenioso que es demasiado. Recibir tantas fotos, vídeos, audios, textos, es un poco alarmante, que sí que están bien pero por favor nos queda mucho tiempo, calmaos un poco porque estoy saturada y aburrida de ellos.
Por último me aburro en mi casa, y mira que hago cosas, no paro, estoy incluso perdiendo peso, llego cansada a la noche y solo pensar en el día siguiente me estresa con lo que tengo planeado hacer. Estoy deseando que esto pase y mi cabeza está cargándose como una olla a presión, ya puedo bajar el fuego para tranquilizarme porque esta clausura obligada va a ser larga. Hoy he pensado en la película de Luis Buñuel El ángel exterminador a lo mejor como sus protagonistas el día que podamos salir de este encierro no encontremos la salida. A lo mejor ya no queremos dejar nuestras habitaciones  por razones misteriosas totalmente desconocidas, aunque aparentemente no haya nada que lo impida, lo mismo que sus personajes.

Hoy me despido pidiéndoles disculpas por mi aburrimiento con, de o en, mi aplauso de las 8 va por todos ustedes.

viernes, 20 de marzo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO- DÍA 7




Día 7: Sacando la cabeza de la trinchera 20 marzo 2020 (20412 infectados, 1588 recuperados)
Este iba a ser el día S. Estudié minuciosamente cuál sería el mejor de la semana, cuál me convendría más, qué hora elegir, a dónde acudiría, cómo llevar a cabo mi estrategia para adelantarme a los demás, para hacerlo mejor que nadie. Así que con tantas horas para pensar, con tantas decisiones que tomar al respecto,  y después de darle muchas vueltas, decidí que hoy viernes iba a ser mi día. El día S el de Sacar la cabeza de la trinchera” para ir al supermercado. Después de tomar la primera decisión sobre el día de la semana, que no fue fácil. La segunda no iba a ser menos importante, la hora.  Ni muy temprano pero tampoco dejarlo para el final de la tarde, porque luego no se encuentra nada en los lineales de lo que se quiere comprar. He pensado que la mejor hora las 13:00. No sé muy bien por qué, no es una hora temprana, tampoco tardía y mucha gente está ya preparando la comida. Con dos decisiones cruciales tomadas, faltaba una tercera de importancia considerable “a qué supermercado ir”. Y la cabeza empieza a darme vueltas pensando: “Éste estará masificado, aquel no tiene marcas, en el otro no voy a encontrar lo que busco, me conocen en aquel, pero en este me tratan mejor”. Difícil decisión, me hago demasiadas preguntas y seguro que no hay problema en ninguno. Decido ir al menos habitual y aun así dudo de mi determinación por haberlo elegido, lo normal sería el de siempre pero estoy convencida en optar por el de tamaño mayor por el único arbitrio de que allí habrá de todo. Así qué habiendo tomado las tres decisiones más convenientes del día de hoy, solo tengo que montarme en el coche y coger la carretera que me lleve al SUPER.
Imaginaba que la policía me pararía en la vía de acceso, pero allí no había más coche que el mío. Nadie cerrándome el paso,  ni haciéndome bajar la ventanilla para preguntarme mi destino final. Vacilé un momento en el cruce por si algún coche estuviera de incógnito y de sorpresa me echara el alto. Giré varias veces mi cabeza como pidiendo permiso al vacío, intentando salir de mi trinchera y que el resultado de mis actos fuera totalmente legal. ¡Qué decepción! Después de verlos en miles de cortes televisivos parando al personal, aquí me iba a quedar con las ganas. Me había hecho a la idea de encontrarme con algún humano que no fuera Natán o el alocado de mi hijo Aarón. En la vía rápida tan solo furgonetas de reparto y para eso no muchas. El aparcamiento del supermercado bastante lleno. La cola de entrada daba la vuelta al edificio, la imagen era irreal, metro y medio entre unos y otros, un silencio sepulcral. Una especie de recogimiento colectivo como si el ruido molestara, como si el mirarnos contagiara. Las miradas hacia el suelo, como si nuestros gestos se paralizaran en un mutismo exacerbado. Muchas bocas tapadas con mascarillas y todos pertrechados con guantes. Si uno salía de la tienda, el otro de la cola pasaba hacia el interior del supermercado con la sensación de entrar en un centro de culto. Como si una vez dentro todo lo que pudieras contemplar fuera objeto de admiración. Llevar el carro a través de los pasillos, y empezar a coger productos de los lineales se convirtió en una ceremonia pactada con las otras 30 personas que estaban dentro. Una procesión de pasos medidos para no acercarnos demasiado. Nada de aglomeración, sensación de aflicción y pesadumbre. No se oía a ningún niño corretear, ni reír, ni lloriquear por comprar algo. Solo adultos focalizados en un único objetivo ir completando la lista de la compra. Pregunté a una empleada si tenían fresas, por eso de hablar algo, pero como marchándose del perímetro de seguridad, desapareció como si hubiera visto el Covid-19 tatuado en mi frente y con un “no hay” despachó mi intento de conversar en un pispás. No había nadie con quien empatizar, mantener una pequeña conversación tipo “vaya rollo esto de estar encerrado, mira la que han preparado los chinos, me aburro un poco pero intento hacer algo diferente cada día, el golpe económico va a ser de agárrate, cómo están los italianos de mal y nosotros ahí ahí, en la familia todo bien…” Por eso cuando empecé a poner mis productos en la cinta, y vi a la joven cajera con una diminuta mascarilla, me dije:  “ahora o nunca, ésta es la ocasión”, así que alzando la voz y como si no viniera a cuento le lancé un  “gracias por estar ahí, eres mi heroína” y no sé cuantas cosas más le dije, solo por la necesidad de hablar, de expresarle mi alegría por haber salido un ratito de mi casa y continué dando las gracias al personal que me encontré hasta salir por el Pórtico del Templo y volverme a enfrentar a mi encierro, volver a esconderme en la trinchera. Según salí, el primero que estaba en la cola me dijo: “Ya era hora eh, no hace falta que te pares tanto con el personal a hablar”. El guarda jurado como si de un maestro de ceremonia se tratara, una vez que me alejé lo suficiente le hizo un gesto ordenándole que pasara.

Mi aplauso de las 8 de la tarde va a estar dedicado hoy, a todos los trabajadores del sector de la alimentación, son también protagonistas de lo que estamos viviendo.


jueves, 19 de marzo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 6




Día 6: Resistiré 19 marzo 2020 (17395 infectados, 803 fallecidos)

Lo que más me está llamando la atención hasta este sexto día de encierro obligado son los numerosos vídeos, fotos, mensajes,  cartas o gestos solidarios que intercambiamos entre los más cercanos y también entre aquellos que no conocemos. Creo que como personas estamos intentado sacar lo bueno que tenemos en nuestro interior. Este derroche  de generosidad y afecto que estaba dormido o que solo lo sacamos cuando una catástrofe se nos viene encima como un terremoto, un derrumbe, inundación o accidente multitudinario, o como la infección que estamos sufriendo, se transforma cada día en una explosión imaginativa que como una bola de nieve se hace más y más grande. Por otro lado toda esa imaginería nos ayuda a mantenernos estables, anima a nuestras conciencias a ser más generosas. En la mayoría de los casos nos entretiene y nos hace pensar en los que están trabajando a contrarreloj en esta lucha para salvarnos.
Entre todas las manifestaciones colectivas que me han llegado o en aquellas en las que he participado. La que más me ha llamado la atención. La que más me gusta porque supone la unión colectiva entre vecinos, por aguantar de manera activa las horas que nos quedan por pasar, sin salir de casa, es cantar la canción del Dúo Dinámico Resistiré. Hace unos días dos jóvenes en Cartagena decidieron sacar sus instrumentos musicales al balcón de su piso e interpretar esta canción de los años 80 para animar a los vecinos de su calle. A partir de ese día es el himno que nos une cada noche a muchos españoles. A las 10 se abren numerosas ventanas y balcones para hacer frente al aislamiento y cada uno intenta con ella vencer sus miedos y angustias reivindicando ilusiones y esperanzas.
Cuando escucho la canción, creo que muchas estrofas representan este momento que estamos viviendo, “Cuando duerma en soledad, Cuando se me cierren las salidas…cuando sienta miedo del silencio, cuando se rebelen los recuerdos…Resistiré, erguido frente a todo” es un canto a la tenacidad y a la obstinación por no sucumbir. Es un tema atemporal que lo podemos tomar prestado, que nos representa en esta ocasión “y aunque los vientos de la vida soplen fuerte…Resistiré para seguir viviendo” a esto nos estamos agarrando para no caer en un desvarío colectivo “soportaré los golpes y jamás me rendiré. Resistiré” Es difícil no emocionarse. Llorar mientras te sale un hilo de voz identificándote con palabras como “cuando me apuñale la nostalgia y no reconozca ni mi voz. Cuando me amenace la locura. Resistiré erguido frente a todo” y mientras las lágrimas empapan mi cara aún me quedan fuerzas para decir “Me volveré de hierro para endurecer la piel. Soy como un junco que se dobla pero siempre sigue en pié y aunque los sueños se me rompan en pedazos Resistiré Resistiré
Con esta serenata de resistencia que nos une cada jornada, hoy quiero acordarme de todos los padres, de todos los abuelos que en su día también están resistiendo.

Dúo Dinámico: Resisteré

miércoles, 18 de marzo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 5




Día 5: Mantener la calma 18 marzo 2020 (13910 infectados, 1081 recuperados)

Hoy cuando amanecía, me he sentado en la cama, he mirado por la ventana de la habitación y la soledad de la calle me ha dejado apesadumbrada. No he podido evitar sentir que todo lo que estamos viviendo es negativo. Me he angustiado pensando en los días que me quedan por delante hasta que pueda salir a la calle y gritar ¡SOY LIBRE, VIVA LA VIDA!
Intento convencerme que lo mejor es mantener la calma y siga como todos estos días con el patrón de inventarme trabajos, a veces banales, para no caer en el hastío.
Recibo muchos mensajes con fotos y vídeos graciosos e imaginativos. Las conversaciones de grupos de amigos y familiares  a veces tienen más de 70 mensajes y reconozco que me pierdo en ellos, aunque se agradece saber que todos están bien y que por lo menos mandando mensajes están muy activos.
Entre tanta información que recibo escuchando la radio acerca del Covid-19 hoy me ha llamado la atención la petición de una joven cirujana que trabajando en uno de los hospitales madrileños en pleno epicentro de la enfermedad, se ha dado cuenta de la soledad de los pacientes que están ingresados y nos  ha propuesto a los que estamos en nuestras casas, que les escribamos cartas para que no se sientan tan solos.

Querido paciente, tú que te llamas Manolo, Mila, Pépe, Charo, Pablo, Mary Carmen, Honorio, Lola o Secundino. Aquí te mando estas palabras de apoyo. Seguro vas a salir adelante. Tú puedes. Eres fuerte. Tu cuerpo va a luchar por vivir. Ahora te encuentras mal, a lo mejor muy mal, pero con ayuda de los sanitarios saldrás adelante. Todos estamos encerrados porque queremos que el virus no se expanda, no contamine a mi madre, a mi abuelo, a mi hija a mi nieto, a mi hermana, a mi marido y sobre todo para que no colapse el hospital en el que tú te encuentras. Todos queremos que esto pase, poderlo olvidar y aprender de nuestros errores. Volver a trabajar. Volver a viajar. A disfrutar de la vida, como lo hacíamos hasta hace unos días. Volver a querernos y relacionarnos con la familia y amigos como era habitual.
 No te conozco pero estoy deseando que te cures, no quiero que te sientas solo, no quiero que llores. No quiero que sufras más. Los que estamos fuera permanecemos atentos a vuestra evolución y deseamos que salgáis de esas habitaciones curados.
Me gustaría  cuidaros, abrazaros y besuquearos para que os sintierais menos solos, más acompañados y más tranquilos en estos momentos. Me despido de todos vosotros con la esperanza de saber que vais a volver a vuestras maravillosas rutinas con todos aquellos que os están esperando fuera.
Un beso para ti Juana, Mario, Luisa, Ángel, Lina, Diego, Feli, Carlos, Teri, Pipe o Manolita.

El ingenio y la necesidad de crear en estos momentos de reclusión es extraordinario. Por eso hoy mi aplauso de las 8 de la tarde va a ser para la cirujana a la que se le ha ocurrido esta brillante idea de escribir una carta a los que están luchando frente al virus en el hospital. Gracias Doctora por hacer que seamos productivos y solidarios.

martes, 17 de marzo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 4



Día 4: Lo que se nos viene encima 17 marzo 2020 (11409 infect., 510 fallecidos)


Nos dicen que es bueno hacer una rutina en este confinamiento, desempeñar una serie de actividades encadenadas para no caer en la tristeza, angustia o locura transitoria. Reconozco que suelo dejarme aconsejar por lo que los expertos nos recomiendan.

Si nos fijamos en el significado de la palabra rutina como hábito por hacer algo de manera repetitiva en una secuencia temporal, en un tiempo indeterminado, sin que sea necesario reflexionar sobre algo trascendente sino que va a formar parte de nuestra costumbre; sin duda nos va a llevar a otra palabra bien conocida como es aburrimiento. O sea vamos a tener una sensación de fastidio por el mecanismo de repetir en nuestro encierro, una actividad tras otra y la falta de diversión, nos va a llevar a dejar de interesarnos  por hacer algo diferente que nos saque, de esto que nos ha sobrevenido y la emoción de hacer algo nuevo puede quedarnos anulada.

La mayoría de mis actividades, que he hecho hasta hace cuatro días, son una rutina, y esos hábitos diarios, en mi caso, no son sinónimos de abulia o apatía, no constituyen un gran peso sino que son un positivo trajín  que me mantiene viva. Así que estos días hago mi rutina con más empeño, sin caer en la dejadez, desidia o pereza. ¡Bueno, nada que se salga de lo común tampoco! Nos hacen tanto hincapié en que nos activemos que al final si uno no lo hace de forma pragmática o positiva, animoso o motivado, con unas ganas locas de afrontar la situación, deba ser un desconsiderado, incorrecto o incluso incívico.

 Reconozco que me gusta mi trabajo, soy de esa clase de personas que podría trabajar más horas de las que invierto diariamente y que cuando se habla de la jubilación tuerzo la cara. Me considero organizada y el tiempo que tengo libre me encanta llenarlo con actividades extraescolares, debe ser porque cuando era pequeña no existían y desde luego ahora hay tanta oferta que te puede llegar a dar pena elegir una y no otra.

Así que una vez cumplidas parte de las rutinas diarias de este confinamiento, he dedicado un par de horas a  mis mayores. A ellas, a las mujeres de mi familia que viven lejos de donde yo estoy. La media de su edad está en 85 años. Viven solas, están viudas.  Confieso que a mí me costaría mucho pasar tanto tiempo encerrada sin compañía o con puntuales contactos físicos. Son grupo de riesgo, pero no tienen miedo a morir. Personalmente creo que el gran riesgo que van a empezar a correr es sentirse amenazadas por las cuatro paredes de su casa y con interlocutores unidireccionales como la televisión, la radio o las más intrépidas, usando redes sociales como whatsapp no va a llegar para sacarlas de su aburrimiento y soledad de este encierro obligado. Va a ser costoso que no caigan en la melancolía o en la nostalgia  de otros momentos de su pasado. Es difícil que ellas se pongan a hacer una tabla de gimnasia o que se inventen juegos para darse ánimos o que quieran estudiar una lengua nueva. No están motivadas para ese aprendizaje, ni sus cabezas están ya para emprender nuevas tareas. Sin embargo tengo que decir que su entusiasmo me sorprende y me han enseñado que es posible ser positivo en estos momentos tan extraños. Mi madre me dice muy entusiasmada que el pasillo de su casa le sirve de pista de atletismo y que puede hacer hasta 10k andando. Mi suegra se afana en un cambio de decoración  en el salón de su casa y me convence de que es buen momento para cambiar las cortinas o mi tía me cuenta que está preparando las macetas de su terraza para que las flores salgan en primavera.  Me emocionan con sus palabras. Son las tres maravillosas y me están dando un buen ejemplo de entereza y tranquilidad.
Hoy mi gesto solidario, (el que hacemos todos los días aplaudiendo a los nuestros héroes sanitarios, policías, taxistas, empleados de supermercados, etc.) va a ser para Ellas. Para mis tres excepcionales Mujeres. Mi agradecimiento por su integridad y serenidad al afrontar esta situación de clausura. 

lunes, 16 de marzo de 2020

COVID-19 DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO- DÍA 3






Día 3: Mentalización 16 marzo 2020 (9428 infectados, 530 recuperados)

Al incorporarme de la cama como cada día a las siete, solo me ha venido a la cabeza  un enorme soplido de angustia, de desesperación, de vaya lío que tenemos, será verdad lo que nos está ocurriendo y de decir “esto va a ser largo de narices”. Bueno que no cunda el pánico, intento despejar de mi mente estos pensamientos de mañana, lo mejor es que me vaya mentalizando y que me ponga en marcha. Así que para tener sensación de tranquilidad a esas horas de la mañana, y sobre todo para convencerme que un día maravilloso está a punto de comenzar, lo mejor es ponerme a pedalear en la bicicleta estática. Venga 10 kilómetros a toda marcha. Ya me siento mucho mejor después de haber quemado unas 113 calorías.  Sé que son pocas pero no quiero pasarme que no peso mucho y no quiero que este encierro me vaya a hacer adelgazar en vez de coger unos kilitos que tan bien me vendrían. El silencio de mi calle es raro, normalmente donde vivo no hay muchos ruidos. Los vecinos con sus coches yéndonos todos a trabajar, los niños que hablan entre ellos antes de marcharse al cole. Hoy no hay ruido y los pocos pájaros que animan con sus trinos están remolones por la lluvia. Ausencia casi de ruido es extraño, pero con esto tenemos que vivir, es parte de la mentalización.
Abro el ordenador para esperar que cientos de correos entren y responderlos lo antes posible. Curiosamente solo tres, dos más caen a los pocos minutos y otros cinco consecutivos de mi jefe. Me envía todas las indicaciones de actuación para nuestra clínica y el teléfono móvil de nuestro servicio debe estar operativo en todo momento para atender los problemas de los pacientes de la Unidad terapéutica. Sé que lleva trabajando horas para que nada se pare y que tanto profesionales como familias a las que hay que atender se sientan protegidas. Y yo pensaba que me había levantado pronto, creo que él no ha dormido organizándolo todo.
 He pensado en tantas cosas que voy a poder hacer que realmente me siento bloqueada y no sé por cuál empezar. Es buen momento para dejar la casa inmaculada, hace tiempo que las tareas domésticas las hacemos  a la carrera, sin muchas ganas y solo para pasar. Pues ahora es el momento. Así que con calma pero sin pausa con ayuda del robot, una buena bayeta y un par de productos no solo voy a dejar la casa limpia sino que va a quedar irreconocible.
Al asomarme por la ventana veo al jardinero que trabaja como si con él no fuera la cosa y con un gesto de convencerme me dice que como trabaja solo está exento del encierro, ¡no sé yo! No me convence mucho, es más, se ha puesto a limpiar las aceras de la urbanización con agua a presión. Me pregunto si esto es necesario hacerlo hoy, seguro que ha utilizado limpiar el pavimento y dejarlo sin rastro de virus como excusa para no estar en su casa. Parece que no sabe vivir con los suyos y se busca tareas mañana y tarde sin sentido. Ahora corto un rosal aquí, ahora rasco esta superficie, ahora barro la calle, o podo lo podado ya, o planto lo que planté la semana pasada y claro hoy no tenía que quedarse en su vivienda porque era más importante regar a presión cada palmo de suelo y dejarlo impoluto. ¡Venga hombre enciérrate como todos! El caso es que le pasa lo mismo a mi vecino, que aun jubilado, arregla los coches de sus amigos en el garaje de su casa, y claro hoy como si el encierro no fuera con él. Pero Pepe, ¿qué haces, si tienes que estar encerrado? Y riéndose me dice que va a arreglar una moto y a cambiar no sé qué artilugio a un coche destartalado de un amigo. Mientras hablo con él desde la ventana, aparecen dos de sus amigos  para animarle a seguir trabajando y darle conversación. ¡Pero hombres, que yo estoy encerrada para que vosotros no muráis! ¡qué tenéis riesgo por vuestra edad, venga iros a casa a hablar con vuestras familias! Y los tíos se ríen y se creen fuertes como que morir no va con ellos. Pepe ha pasado por una enfermedad cardiovascular y se le considera población de riesgo. Vamos que ni confinamiento, ni encierro, ni mentalización.
He pensado que sería bueno llamar por teléfono a mis vecinos, después de ver tanto vídeo de actos solidarios yo también quiero colaborar con lo que pueda. No los puedo visitar, pero está bien que me ofrezca para lo que necesiten cuando tenga que hacer la compra o si se ven indispuestos yo estaré allí para ellos. A muchos les sorprende mi llamada, es cierto que cada uno vamos a lo nuestro, pero ahora las circunstancias han cambiado y quiero ayudar en lo que sea.
No tengo ningún amigo que trabaje en la red sanitaria, en primera línea de  lucha, pero sí me ha venido a la cabeza el marido de una compañera que es policía nacional y qué mejor homenaje que reforzarle y aplaudirle no esta noche o cada noche que nos quede en este confinamiento sino ahora mismo. Lo mejor es un mensaje de agradecimiento personal por todo el trabajo que le espera durante este próximo mes, qué paciencia va a tener y a cuántos va a tener que convencer de que se vuelvan a su casa.
Continuo revisando mi correo electrónico, el teletrabajo u ordenatrabajo, creo es mejor palabra que la anterior. No hay mucha actividad y el teléfono de emergencia solo ha sonado un par de veces, en unos días las llamadas serán continuas por el encierro.
Es momento de dedicarme al inglés, tengo más tiempo para repasar lo aprendido en mis dos horas semanales. Siempre voy a la carrera y con la cabeza desorganizada para hablar en un inglés fluido, donde las frases se quedan paradas en los recodos de mi lengua y las palabras se ralentizan haciendo el ridículo delante de mis profesoras. Eso sí yo doy lo mejor de mí y tengo una entrega absoluta por aprender de ellas, son dos maravillosas profesionales con una paciencia bastante grande. Hablar casi todo el día en un nivel bajo de su lengua, con un vocabulario reducido debe ser bastante difícil de soportar diariamente.
Voy pasando el día bastante bien, me mantengo en movimiento, aunque no dejo de pensar, por las noticias que oigo, que vamos a estar así más de un mes. ¡Mi madre! Puedo acabar un poco chalada con tanta pequeña actividad, con un poco de aquí y de allá. Paseando por las habitaciones varias veces al día, hablando con mi familia de vez en cuando y viéndolos a  ellos cambiar de una actividad a otra para pasar las horas de esta reclusión. Tengo que reconocer que el que mejor se está tomando el confinamiento es mi hijo, tiene la excusa perfecta para no buscar trabajo porque está habiendo despidos masivos y no hay nadie que le contrate ahora. No se siente presionado a preparar el examen teórico para obtener la licencia de conducir porque Trafico ha anulado cualquier prueba. Tiene a todos sus amigos jugando como locos en la PlayStation. Por último él se ha encargado de sacar a nuestro perro a pasear a pesar de que tenemos un jardín donde Gino es feliz. En fin qué más le puede pedir él a este encierro, está encantado.
Para que los músculos no se agarroten he pensado que lo mejor es hacer un poco de aerobic. Mover el cuerpo con ejercicios funcionales treinta minutos me harán olvidarme de la situación, además creo que ya estoy casi mentalizada a permanecer en casa por un tiempo largo.
Me he dado cuenta que Natan, se ha pasado el día trabajando casi tanto como un día normal.  Quizá es hora de reconocer que el día ha sido largo pero lo hemos superado.

domingo, 15 de marzo de 2020

COVID-19: DIARIO DE UN ENCIERRO OBLIGADO-DÍA 0







Día cero: Estado de alarma nacional 13 de marzo 2020 (5679 infectados)

Cómo iba a pensar que siete meses después de la celebración de la boda del hijo de mis mejores amigos, estuviéramos como estamos hoy. Aquel día  bailábamos felices, con los brazos en alto, cantando la canción “Follow the leader” y todos a una moviéndonos hacia  adelante después  hacia atrás organizados en una coreografía perfecta, cantando cada vez más alto y fuerte nuestra felicidad sin esperar que nada ni nadie interrumpiese ese estado de catarsis eufórico. Más o menos a la misma hora que aquel día, cuando comenzábamos nuestro baile, el presidente del gobierno, hoy ha anunciado  que estamos en estado de alarma nacional. No sabemos muy bien en qué consiste, se nos hace patente que tendremos que permanecer en nuestras casas confinados para no contagiar o contagiarnos del virus procedente de China Covid-19, Coronavirus.
Llevo atenta a la evolución del virus, por lo menos mes y medio. Nos han hecho creer los expertos gubernamentales, que aquí no nos iba a llegar la infección o si lo hacía era en menor medida que en otros lugares y con pocos contagios. Sólo me he dado cuenta del peligro cuando he visto lo que estaba pasando en Italia, un  número de contagios elevado multiplicándose cada día con un número de fallecimientos elevados. Todo esto me ha hecho pensar que las cifras de infectados y de defunciones iba a alcanzar a España en la misma proporción que en el país hermano y claro a partir de ahí muchos nos hemos echado las manos a la cabeza y lamentamos la dejadez de nuestros  gobernantes.
Aun así ha habido quien no ha querido creer el peligro, no se cree que haya que cambiar por un tiempo nuestras costumbres sociales y tengamos que volvernos un poco ermitaños. Las precauciones que ha tomado la sociedad han sido mínimas, pensamos que con nosotros no iba la cosa y así estamos en este punto: Confinamiento. Una situación ajena e irreal difícil de digerir.
En el trabajo hace una semana los alumnos PIR de Máster procedentes de Asturias nos comentaron que nos preparáramos para hacer frente a un contagio del 80% de la población. Habían tenido una reunión con la dirección del hospital de su zona instándoles a no salir de su región. Nos pareció exagerado y fuera de lugar lo que decían. Aun así no dejé de alarmarme y empecé a extremar precauciones.
Me encanta escuchar la radio y tan sólo uno de los programas del fin de semana daba datos alarmantes a una semana vista. El grado de contagio se ha multiplicado por dos, por tres y por cuatro en estos días cumpliéndose los pronósticos de los alumnos y el radiofonista.
Desde hoy viernes se han cerrado negocios en cascada hasta conseguir el 100% en la enseñanza, restaurantes, hoteles , pequeños negocios, así hasta llegar al anuncio de que sólo pueden abrir  farmacias, tiendas de alimentación y aquellos que vendan artículos de primera necesidad. Me ha llamado la atención que esto se extiende a los quioscos para la venta de prensa, lo entiendo tenemos que estar informados, y lo estancos, éste me llama más la atención, increíble, supongo que es porque la población tiene que reducir su ansiedad fumando hasta la extenuación para que luego la sanidad le ayude a superar  la enfermedad terminal que puede llegar a tener. Lo cierto es que estos establecimientos han tenido colas para conseguir la porción de tabaco a fumar para días de encierro en los domicilios, espero que no olviden abrir las ventanas para no contaminar a su familia.
Haciendo un acto de responsabilidad  para minimizar riesgos, el director de la clínica donde trabajo me ha informado del cierre temporal de nuestra Unidad así que  fui llamando a cada uno de los pacientes cancelando las citas de terapia para la próxima semana. Obviamente nadie se enfadó por ello y muy gustosamente aceptaron la cancelación. Somos un centro donde tenemos un estrecho contacto con los pacientes, nuestra cercanía física es parte de nuestro trabajo y sería un acto imprudente seguir manteniendo ese contacto tan cercano. Les hemos ofrecido a todos la posibilidad de llamar y poder ser atendidos por los terapeutas desde la clínica, con seguimiento telefónico para que nadie se sienta abandonado, queremos que sepan que seguimos ahí pero por otro medio diferente al habitual.
Creo que la responsabilidad es de cada uno y que esto tiene que ser un acto de cuidado hacia uno mismo para respetar que el otro no sea contagiado y vencer el Covid-19

Día 1: Confinamiento 14 de marzo 2020 (6391 infectados)

El primer día hay que hacer un acto de imaginarse dos semanas encerrado en casa y empezar a aceptarlo. Tengo que reconocer que soy privilegiada, vivo a las afueras de la ciudad, rodeada de naturaleza por un lado, y por otro una hermosa playa por la que ahora no se podrá pasear y disfruto de un jardín particular que va a ser el pulmón de toda mi familia.
Las indicaciones son claras: no salir de casa, no tener contacto con vecinos, se puede sacar a los animales domésticos y uno de la familia encargarse de comprar alimentos. Desde hace un par de días la prensa ofrece imágenes de histerismo de la población comprando en los supermercados como si los víveres se fueran a acabar y no hubiera para todos. Desde los medios se insististe en que no habrá ningún problema de desabastecimiento. Pero con la comida nos ponemos nerviosos y nos agobia no tener que comer, por otro lado ha sido sorprendente que uno de los artículos que ha faltado de los lineales haya sido el papel higiénico, sorprendente. Supongo que basta con que una persona vea a alguien que se lleva un par de paquetes de seis rollos para que se apunte a comprar dos paquetes más y así unos por otros dejamos vacío el lineal . Es que no somos racionales y el miedo nos puede, sin embargo no ha faltado el jabón para lavarse las manos, que es lo que más debemos cuidar. Lo hay en grandes cantidades y en todos los formatos, pastilla o líquido. En fin no dejo de sorprenderme de cómo nos comportamos.
Decido salir yo a comprar, esto es porque casi siempre lo hago yo en mi casa y porque veo que mi marido, Natan es más propenso a cazar virus que y cuando tiene un catarro no lo suelta en varios meses. En el coche me voy mentalizando que tengo que tener paciencia. Tengo que focalizarme solo en la lista que he hecho con lo necesario para una semana y no dejarme llevar por lo que cojan los demas.  Veo mucha gente en el supermercado, más de lo habitual. Lo primero que percibo es que todos hacen las cosas muy rápido. Desde la entrada largas mesas de lineales con papel higiénico y en promoción. Habrán pensado que si los consumidores vemos esa cantidad de rollos de papel nos vamos a tranquilizar. Los empleados que veo cada semana me saludan y me dicen que trabajan sin descanso, que es una locura y empatizo con ellos dándoles mi agradecimiento por su labor. He intentado concentrarme en mi lista entre tanto jaleo. Voy cumpliendo mis objetivos, un poco de carne, un poco de pescado, arroz, lentejas, garbanzos, fruta, huevos, leche, agua, pasta, aceite, algunas latas, cereales, unas coca colas, yogures, varios paquetes de jabón de manos, diferentes geles y champús y como no,  papel higiénico no podía faltar, no va a ser mi familia menos que las demás, es parte del contagio si todos lo compran yo también no vaya a ser.... También he pensado que la lejía sería importante o el jabón de lavadora y el suavizante sin olvidarme de la comida de nuestro perro. Realmente salir del supermercado ha sido un alivio. Pero una vez que he salido me he dado cuenta que la exposición al virus ha sido muy alta y que hay que poner orden a la hora de ir a comprar. Si  hay mucha gente comprando a la vez, cómo no nos vamos a contagiar, en pocos días todos habremos contraído la enfermedad un buen número de nosotros. Por favor orden y tranquilidad.
Ahora lo mejor es estar confinados en casa. Yo no sé estar en casa mucho tiempo encerrada y no sé lo que es estar tranquila sentada por mucho tiempo en un sofá. No me gusta ver la televisión, veo alguna serie en Netflix o Prime, pero no es lo mío y  me suelo dormir a los pocos minutos de empezarlas a ver. Mi día a día a parte del trabajo consiste en realizar muchas actividades, lo ideal es no estar parada. Hoy es sábado, hace buen día, desde el salón de mi casa veo el jardín, está un poco descuidado, no suelo cortar el césped en invierno, pero ahora es el momento. Enchufada a la radio con mis cascos a todo volumen, me paso más de dos horas dedicada al jardín y he disfrutado mucho de este momento.
Con la cantidad de alimentos que he traído, me cuesta pensar qué comida hacer. He hecho una paella, que me ha salido increíble, un sabor excepcional, para chuparse los dedos. Con el último bocado nuestra hija mediana nos ha dado la noticia de que su hotel cierra durante dos meses y los granos se nos han atragantado.  Era algo que esperábamos aunque no queríamos oír. La lista del paro va a ser elevada y la desesperación de  la sociedad va a ser un duro golpe que remontará lentamente. Cómo no animarla, superaremos esto, los españoles somos solidarios, no hay empresario que en estos momentos quiera echar a sus empleados pero no les queda otra opción. El golpe económico de está haciendo ya visible y como el virus va a alcanzar a mucha gente. La parte positiva es la promesa de que todos serán recontratados cuando todo pase.
Desde Francia nuestra hija mayor seguirá su máster en París, de manera diferida a través del ordenador, el país no ha adoptado todavía el estado de alarma o las medidas de excepción que aquí, incluso no han anulado los comicios previstos para mañana domingo, ellos sabrán.
Hacía varias semanas que nuestro hijo se había vuelto del sur para iniciar un nuevo proyecto aquí, más cerca de nosotros.  Mi madre se encuentra sola pero está bien cuidada. Al vivir en una ciudad pequeña el riesgo es más bajo, aunque ella, por su edad tiene mucho más riesgo que el resto. Se encuentra tranquila y habla de otros periodos de su vida difíciles con más riesgo de mortandad que ahora. Realmente su calma me admira. Así que aunque toda la familia esté separada, por ahora estamos bien. La tecnología nos ayuda a conectarnos y hace que estemos más cerca.
Por la tarde entre la lectura de periódicos, un poco de trabajo, preparación de mis clases de inglés, mi aerobic casero, mis ensayos de flamenco, mucho teléfono y demasiados mensajes de amigos y familiares se me ha ido volando el tarde.
Escuchar las noticias con los nuevos  porcentajes de infectados y número de fallecimientos me crea un poco de ansiedad, pero enseguida recobro la calma cuando me llega a través del Watsapp la convocatoria de un minuto de aplausos  por nuestros profesionales de la sanidad que trabajan sin descanso por contener y salvar la vida de todos nosotros. Cuando veo que podemos organizar actos tan simples como estos me emociono y pienso que el ser humano es grande, ingenioso, tremendamente solidario y bueno, aunque claro siempre hay excepciones. Mañana seguiré aprendiendo de toda esta situación.

Día 2: Conciencia de estar dentro. 15 de marzo 2020 (7753 infectados)


Es fácil quedarse en casa un domingo con mal tiempo, es perfecto escuchar como llueve mientras me desperezo por la mañana hacia las 9. Duermo poco y lo que suelo hacer es escuchar la radio desde las 7 de la mañana y media hora después ya me estoy levantando por mi afán de hacer cosas banales, que realmente bien podrían esperar o dejarse de hacer. Hoy ha estado bien levantarse más tarde. Me estoy concienciando del encierro, de estar dentro de casa sin salir y he decidido experimentar con mi comportamiento. Hacer las cosas más lentamente, no tengo necesidad de hacer mis tareas como siempre a la carrera, voy a tener más tiempo de lo normal aunque reconozco que eso me pone nerviosa. Veré como me sienta todo este cambio en mi manera de ser.
En el teléfono muchos mensajes de amigos y familiares, creo que nadie puede dormir bien y tiramos de teléfono para unirnos en estos momentos de incertidumbre. Varios vídeos me emocionan y reconozco que se me han saltado las lágrimas cuando veo a los profesionales chinos quitarse las mascarillas venciendo la enfermedad o a los nuestros dándonos las gracias por los aplausos de ayer por la noche. Me he levantado de muy buen humor, hay esperanza en todos nosotros. El desayuno ha sido muy relajado con Natan, hemos hablado de los pequeños problemas que nos vienen encima con todo este jaleo, él siempre es muy positivo y donde yo veo problemas él no deja de encontrar soluciones.
Llamar a mi madre ha sido mi objetivo prioritario, para mí no sería fácil pasar estos días sin mi familia, aunque ella tiene acompañamiento, pero no es lo mismo que estar con los tuyos. No está preocupada y le encanta estar en su casa sin salir. Me dice que lleva varios kilómetros dando vueltas a la mesa del salón y piensa seguir así un par de horas.
Recibo muchos mensajes desde Francia de mi hija mayor animándonos con recopilaciones musicales que han surgido espontáneamente. Está permitido pasear a los animales domésticos y mi hijo ha aprovechado esa autorización para comprobar que los vecinos de esta zona acatamos la reclusión. Es cierto que no se ha cruzado a nadie y el silencio de la calle le ha hecho regresar a los 15 minutos.  Hoy ha hecho el último turno de hotel nuestra hija mediana, se ha despedido de sus compañeros con cierta emoción y ha decidido hacer cuarentena por el riesgo de haberse infectado de algún cliente.
Un buen churrasco al horno, no es día de barbacoa, ha hecho una comida agradable. De fondo música de Willie Nelson sin perder de vista las noticias de la televisión y estar a la última en la inmensidad de noticias que hay.
La tarde es pesada con tanta lluvia, leo la prensa, a veces me enfado, otras empatizo, me emociono con lo que veo y me asusta el aumento de ayer a hoy de infectados. Lo mejor es mantenerse tranquila. Intento leer un poco para evadirme, pero no consigo concentrarme. Lo mejor es hacer un poco de ejercicio para soltar tensión, una hora de aerobic me saca un poco de tanta información y dejar de pensar y hablar de todo este fenómeno vírico.
Natan consigue divertirme con su humor inteligente y me recuerda que ya hemos pasado dos días encerrados y aquí estamos disfrutando uno del otro. Por qué no cantar una canción a “voz en grito” y por qué no bailar juntos esa canción que suena. Este encierro tiene de bueno que estamos haciendo aquello que hace años no hacíamos, volvemos a valorar actividades que habíamos olvidado por no tener tiempo, incluso abrimos los álbumes de fotos que hacía años estaban en el armario. ¿Tendremos que dar gracias al Covid-19 por todo lo que nos está aportando de bueno no solo a las personas sino al medio ambiente por todo este parón?