Estos accesorios de hierro característicos de
la arquitectura popular maragata son del S. XVIII principalmente y muestran el
esplendor de estas casas arrieras.
miércoles, 14 de septiembre de 2016
Arquitectura de Maragatería: Aldabones y Aldabas
domingo, 4 de septiembre de 2016
VISITANDO A LOS FUNCIONARIOS DEL DNI
Que tengas un nombre complicado
por largo y extraño es más que un problema, es una pesadilla… y si tu nombre
lleva acento y el funcionario no completó sus estudios de bachillerato estás
más que perdido y si tu partida de nacimiento tiene errores es para desesperarse…
El otro día fui con mi hijo a
renovar su DNI y a autorizarle a tramitar su pasaporte por si algún día de
estos visita algún país fuera de la Unión Europea y cual sería nuestra sorpresa
cuando la funcionaria que le hace comprobar su nombre a través de la pantalla
del ordenador, lo vemos sin acento, se lo decimos y nos dice que ella no puede
poner a su nombre el acento que le falta porque en su anterior documento está
sin él. Por cierto la primera vez que le hicieron el DNI fue esta misma señora,
es lo bueno o lo malo de hacerlo en una ciudad pequeña que conoces al personal.
Con un tono fuera de lugar nos dice que necesita ver la partida de nacimiento,
para comprobar que esté la tilde colocada en su sitio. En nuestra lengua no hay
otra manera de escribir su nombre y sobre todo si no pones el acento no puedes
leerlo bien, así que se ve claramente que el día que en la escuela estudiaron
los diptongos e hiatos esta mujer no acudió a clase…
_”Se requiere que lo veamos y esto significa un cambio de nombre, hay que
enviarlo a Madrid para que den la aprobación y después hacer el DNI.”
Días después acudimos de nuevo
con los papeles que certifican el acento olvidado en el documento anterior, y
la compañera de la señora que nos había mandado al registro le dice, que un
acento se puede cambiar, que le deje a ella, que lo va a intentar y lo peor es
que en menos de un minuto, nos dice que ya está. Mis ojos se incendiaron y mi
expresión de fastidio debió ser tan visible que la señora nos dijo:
_“claro,
es que como nos han cambiado el sistema informático, pues yo, no sé muy bien.”
Mi hijo y yo nos miramos y
pensamos lo mismo “si te cambian el sistema informático, te habrán dado un
curso, o por lo menos te habrán dicho todas las posibilidades de cambio,
errores o beneficios del nuevo sistema”.
Respirando hondo y poniendo
nuestros dedos en posición de loto, pasamos a la funcionaria siguiente: la de
pasaportes, una mujer ruda que martilleaba con una rueda de madera los
pasaportes para aplanarlos, porque la máquina que los tenía que prensar estaba
averiada. El ruido era molesto, pero ni nos atrevimos a poner un mal gesto,
hicimos como que no oíamos nada, de vez en cuando nos mirábamos y subíamos una
ceja, como escépticos ante el gesto de la mujer “forzuda”.
_”Escriba
aquí sus datos y autorice a su hijo.” Me dijo sin levantar la vista del
ordenador.
Pasados unos segundos, veo que
pone mala cara, niega con la cabeza, arruga la nariz y aprieta los labios. Yo
ya temblando me temo lo peor.
No puedo autorizar a mi hijo a
que haga el pasaporte por no llamarme como me llamo, los que tienen nombres con
preposiciones y artículos ya saben de qué hablo, los funcionarios nos los ponen
y nos los quitan de los documentos cuando menos te lo esperas y mi DNI aparece
sin estos “elementos”, que un
funcionario, en algún momento de las tantas renovaciones que he hecho, decidió
quitármelo porque le parecía mejor y aunque yo me había dado cuenta me gustó el
cambio, e incluso llegué a pensar lo majo que era el tío al quitarme esas dos
palabras insulsas de mi nombre. ¡Pero no!,
eso es un error que en un futuro lo puedes pagar caro, es lo que me ocurre a mí
ahora. La funcionaria con tono despótico y un poco malhumorado me mandó al
juzgado, a la sección del Registro Civil porque a mí me faltaba en mi DNI la
contracción de una preposición y un artículo, eso sí, mis dos nombres estaban
correctos, que según mi punto de vista es lo esencial e importante y lo otro es
paja sin importancia.
Entiendo que los funcionarios que
expiden los documentos estén cansados de ver a personas que se llaman
equivocadamente a como los han inscrito al nacer, pero yo estoy más que cansada
de que me equivoquen el nombre cada vez que les viene en gana, es cierto que
ahora te hacen comprobar todo, pero hasta hace unos años era un lío tremendo,
en ese lío he permanecido hasta este verano.
-“Sólo
tu partida de nacimiento nos puede decir cómo te llamas y cuando la traigas podrás hacer de nuevo tu
DNI y autorizar el pasaporte de tu hijo.”
La partida registraba mis dos
nombres con la contracción “del”. Después de dos semanas esperando a que me
volvieran a dar cita para poner en orden mi documento de identidad, la
funcionaria me dice que debo esperar a que contesten desde Madrid, la verdad,
en ningún momento me dijo que organismo tiene que contestar sobre mi nombre, el
caso es que tienen que contestar sobre algo que yo sé que es así ciertamente.
_”¿!Estás de broma?! Me estás diciendo que ahora debo esperar a que
Madrid certifique un cambio de nombre por un “del” que ellos, los funcionarios,
en algún momento me han quitado? ¡no!, ¡no puede ser!” Pensé sin decir palabra,
aunque mis gestos lo decían todo.
Una semana después me llamaron
para que fuera a hacer mi DNI con mi nombre escrito correctamente como
certificaba mi partida de nacimiento
-“Compruebe usted que todo esté bien, si no lo hace es culpa suya…”
-“Sí, sí, desde luego, no quiero que se coma
ni una letra de mi nombre, que luego hay que reclamar un cambio de nombre…”
Ya pude
autorizar a mi hijo a hacer el pasaporte, porque mi documentación ya estaba en
regla, o eso creía yo. La funcionaria de los pasaportes, la mujer ruda que nos
atendió el primer día y que yo ya estaba cansada de verla, por todos los días
que me hicieron acudir a esa oficina, con
gesto solemne, me llamó y me dijo, usted es hija de tal y tal. Casi me caigo de
la silla.
–“No,
no, mi madre se llama…”
Ahora mi madre
se llamaba como yo, es decir le habían añadido a su nombre otro más, una
preposición y un artículo. Ella se llama con un nombre a secas…
_”Por favor mire mi partida de nacimiento.”
Les dije un poco cabreada.
_”¡Mary! (gritando) se dirige a la que
me había hecho el DNI anteriormente, la
madre de esta chica está mal escrito, no se llama así.”
_”¡Ah pues yo puse lo que decía su partida,
ni más ni menos!, hija de tal, tal y tal , eso es lo que ha quedado en el
ordenador.”
Sé cómo se
llama mi madre desde que tengo uso de razón, en todos mis documentos siempre se
ha llamado igual y mira que he hecho papeles en la vida en los que he
necesitado poner su nombre, para que ahora estas mujeres me dijeran que no era
así.
-“Pero vamos a ver, en mi DNI antiguo, en mi libro de familia soy hija de ella y no
de la que pone ahí en mi nuevo documento de identidad…”
_”Lo siento tiene que volver al Registro Civil
a comprobar cómo se llama su madre si está mal el juez debe rectificar que su
madre se llama como se llama y rectificarle a usted ese cambio en su partida.
De todas maneras le podemos dejar que autorice a su hijo a hacer el pasaporte,
a él ya ni le va ni le viene como se llama su abuela.”
¡¡¡Ay Madre!!! Vuelvo al juzgado donde se encuentra el
Registro, el funcionario comprueba mi partida de nacimiento y la de mi madre, vemos que la mía está errónea. ¡No
me lo puedo creer! Soy hija de mi madre pero le han puesto el nombre mal en mi
certificado de nacimiento y le han añadido al suyo propio tres palabras más.
Cuando le
explico al hombre, otro funcionario cansado de que sus colegas los funcionarios
del DNI y pasaporte manden extraer de los libros de registro partidas para comprobar una y otra vez lo que otros
escribieron mal hace años, que todos estos años anteriores me han escrito bien
el nombre de ella y supongo que la primera vez que solicité mi documentación
para el DNI me pedirían la partida de nacimiento, el hombre del registro, me
confiesa que antes escribían lo que el familiar decía y no se comprobaba nada
de nada y ahora se comprueba todo de manera obsesiva. Para tener el libro de
familia se debe pedir ese certificado, el nombre de mi madre está escrito
correctamente en ese libro y mi partida era la misma entonces y ahora; el
hombre ya no sabe que decirme y ve claramente la chapuza. Estoy hecha un lío,
el juez me tiene que certificar al margen izquierdo de mi registro que no soy
hija de quien está escrita en mi partida de nacimiento sino de otra con un
único nombre como dice su partida de nacimiento, menos mal que sus apellidos
están bien.
Así que tengo
que volver a rectificar mi DNI y posiblemente mi pasaporte, eso sí una vez que
mi partida de nacimiento quede registrada correctamente.
¡Ay, cuánta
pérdida de tiempo! ¡Cuánto esfuerzo en papeleo! Lo que más me da pereza es
volver a encontrarme con las dos mujeres de la oficina del DNI, es posible que
encuentren otro error en mis papeles y que tenga que volver a tramitar otra
solicitud para un nuevo cambio.
jueves, 18 de agosto de 2016
HUYENDO DE LA ADOLESCENCIA
Vio el reflejo del miedo en la noche,
esa noche que se expresa en negro
profundo
esa que se ve como hondo agujero,
que inunda las entrañas
clavándose como cuchillos en la mirada
adulta.
Intuyendo la oscuridad del caos
huyó de ella en solitario.
Dejó su adolescencia abatida,
con el último golpe de campana.
Dejó el ruido de los que allí quedaron
con sus voces infinitas.
Y dando un portazo al vacío
cerró esa parte de locura transitoria
juvenil.
Entonces supo que su momento era ya
otro…
martes, 2 de agosto de 2016
PRIMER RECUERDO
Me viene a la memoria claramente cuál
ha sido mi primer recuerdo, la verdad es que cuando se lo cuento a la gente se
ríe porque sinceramente es bastante ridículo, he intentado que mi cerebro sitúe
otros acontecimientos de mi vida más
interesantes como mi primer recuerdo, ¡pero
nada!, todos se sitúan en momentos posteriores a ese primero.
Mi recuerdo no es una situación
sorprendente, un viaje inesperado, un encuentro fascinante o un momento de
angustia, algo realmente bonito o especialmente feo… ¡No, eso no es!
Mi familia acostumbraba a pasar
una semana en Gijón, disfrutando de la playa, del buen o mal tiempo
característico del norte. No me acuerdo de esos días, ni siquiera tengo
consciencia de pisar una playa, tocar la arena o ver la inmensidad del mar
Cantábrico, el sol en mi piel, los cubos y las palas que cualquier niño lleva
como un tesoro para construir su castillo imaginario; ni siquiera recuerdo el
contacto del cuerpo con el agua fría, el ir y venir de niños, sus voces, sus
gritos, sus risas o sus llantos…eso sería lo que cualquier persona recordaría.
Pero yo, parece que no.
Sé, porque me lo ha dicho mi familia, que
íbamos unas 15 personas entre tíos y primos a pasar unos días de vacaciones a
la playa, pero yo ni siquiera me acuerdo de ese jaleo, seguro era
divertidísimo, en mi memoria no ha quedado grabada ninguna imagen idílica de
esos momentos.
Estos días he estado viendo
fotografías de aquella época, han pasado unos 50 años y aunque me veo en ellas
no puedo recordar nada, voy en una silla, me río, me baño, juego, se me ve
feliz con todos…pero justo eso es lo que no encuentro en mi memoria, lo que no
recuerdo.
Mis primos me han contado muchas anécdotas de
esas vacaciones, ellos eran mayores e
iban un poco a su aire sobre todo hacían muchas pillerías en las que yo no
participaba por ser más pequeña. En ese
momento al que me refiero tenía 3 años y por mucho que me fijo en las
fotografías no consigo sacar una anécdota clara que me sitúe jugando con todos
ellos, como sería lo normal. Mi familia siempre ha sido muy graciosa y estando
todos juntos, bastante ruidosa pero no consigo oír las voces de ese momento, no
consigo ver las situaciones de aquellos días del mes de julio con mi familia.
Mi primer recuerdo efectivamente
es de aquella época, en Gijón, el lugar
donde íbamos a veranear, desde luego no se trata de sus playas o de la bahía donde
nos bañábamos, o del jaleo que todos hacíamos disfrutando de los días estivales,
¡no que va!, mi recuerdo no tiene nada de bonito, ni de especial, ni es tierno,
ni tiene que ver con situaciones de miedo, angustia o excepción, pero sí tiene
que ver con algo que realmente me impresionó, con algo que llamó mi atención
frente a todo lo demás…mi recuerdo se basa en un objeto material. Ahora sé que
es un objeto, pero entonces era algo muy concreto y real.
Un objeto sorprendente puesto en
un lugar equivocado y sobre todo fuera de toda lógica o explicación racional
para una niña de tan sólo 3 años.
A la hora de comer era todo un lío de
organización, mi madre me contó que como
era la más pequeña del grupo enseguida me sentaban a la mesa, supongo para que
no protestar por querer comer y no tener paciencia para esperar; desde la
posición en la que me colocaban y olvidándome del bullicio que debía haber, ya
que yo no lo recuerdo; me fijé en la pared que tenía enfrente de mí, en su
parte más alta había una paellera negra, con su arroz amarillo, con mejillones , unas cigalas enormes sobresalían
un poco por los bordes, e incluso podía apreciar unas tiras de pimiento rojo. Era
una paella valenciana recién hecha y el tamaño de esa paellera era como el de
un plato plano, como los que usábamos para comer el postre.
Ese fue mi momento glorioso, el
ser consciente de ver algo cotidianamente conocido, colocado en un sitio fuera de su lugar
habitual, y por tanto lo hacía extraordinariamente anormal, lo que provocó que
esa paellera valenciana fuera mi primer recuerdo.

Es cierto que un recuerdo y sobre
todo el primero es la impresión de algo que te sorprende, algo que se sale de
lo común y permanece para siempre en la memoria de las personas. En mi caso fue "la paella valenciana cocinada en una
paellera que estaba colgada en una pared"; para mí era tan real como las que
hacía mi madre o mi abuela todos los sábados. Ese objeto decorativo fue tan
impresionante que todo lo demás que había a mi alrededor no fue motivo de
recuerdo, es por eso que yo nunca he estado en Gijón con mi familia, ni he
disfrutado de aquellos momentos de las vacaciones de verano en torno a 1965 y
la primera vez que vi el mar fue con 8 años.
sábado, 23 de julio de 2016
CUANDO JULIA ERA YO
Cuando
vi el retrato de Julia en la exposición de fotografía, que este año dedicaba el
pueblo a “Sus Mayores”, con el título
“¿Quién es quién?”, no dejé de
mirarla y a mi mente vino la idea que yo podía ser ella, que podía ser de su
familia, tal vez su hija o su sobrina o por qué no una descendiente indirecta,
tal vez sobrina nieta o sobrina biznieta… Mirando todos aquellos rostros de
caras antiguas destacaba ella con su media melena rizada, cuerpo delgado,
rostro afable de vestido moderno y pendientes atractivos. Julia aparecía en la
fotografía como un ser diferente que va anunciando el futuro en un mundo
todavía antiguo y extremadamente tradicional. La primera vez que oí su nombre,
me llamó la atención y en seguida me interesé por su vida, donde vivía, su
familia, qué había sido de ella y un sin fin de preguntas que no todas tuvieron
respuesta. No quedaba ningún descendiente de ella en el pueblo y parece que de
los últimos nadie recordaba cuando se fueron. Julia no sólo era ella, sino que
era ella y su casa “casa Julia”. Me gustaba
pasar por delante de ella e imaginármela allí haciendo cualquier faena típica
del momento que le tocó vivir. Hasta esta exposición no sabía cómo era su
aspecto y mucho menos me la imaginé con una fisonomía parecida a la mía, más
bien todo lo contrario, la imaginaba vestida de negro, incluida la pañoleta en
la cabeza negra, enjuta, encorvada y pequeña, cultivando una pequeña huerta con
animales a su alrededor y hacendosa de
su casa. Mi sorpresa fue que los mayores la recordaban como una mujer muy activa,
trabajadora, simpática y servicial, destacaban de ella las ganas de querer ir a
“la fiesta” en cualquier momento, supongo a buscar aquello que no encontraba
cerca de los suyos, sin embargo todos con los que hablé coincidían en que
teniendo ese carácter tan bueno no había encontrado a la persona con la que
pasar el resto de sus días y tampoco encontraban una explicación a que Julia
primero cuidó de su madre y después se quedó ella sola hasta que no pudo más y
murió.

Desde que llegué
al pueblo hace 17 años he oído hablar de Julia, su simpatía, su alegría, sus
ganas de bailar, y sobre todo siempre se hablaba de “casa Julia” en estos últimos
años la he ido viendo caer poco a poco, unas veces las tejas aparecían en medio
de la calle y otras veces era el tapial de sus paredes, o las piedras que
lavadas por el agua desprendían el barro que las sujetaba y acababan cayendo al
suelo guardando los secretos de Julia para siempre.
Estaba
pensando cómo sería su vida, mientras oía distintas conversaciones de los
curiosos que esa mañana se habían acercado a ver la exposición, deambulaba de
un lado de la sala a otro, matando un poco el tiempo, ya que me había ofrecido
voluntaria para abrir la sala de exposiciones
y éste era mi tercer día de apertura; estaba ensimismada en mis
pensamientos buscando en lo poco que sabía de ella algo de mi vida que pudiera
relacionarse con la de Julia. Cuando Nieves, la sobrina de Candy se me acercó y
me dijo:
_ ¡Oye! yo sé
dónde estás tú aquí, yo sé quién eres tú de todas estas personas.
No dejé de
sorprenderme, era maravilloso que yo que llegué aquí hace casi dos décadas
estuviera en una fotografía que había
sido tomada hacía 70 u 80 años, y sobre todo en ese instante no podía
imaginarme que la persona que era yo no era otra que Julia, sí la Julia de la
casa caída, la Julia que estaba en ese retrato tan peculiar con su madre y
probablemente con su hermana o con una sobrina. Yo era la Julia que sonreía al
retratista, la que intentaba que los mozos del pueblo me sacaran a bailar, la
Julia que hace un par de años se le cayó la casa y que curiosamente yo misma
recogí en medio de la calle los últimos ladrillos de adobe de su chimenea, los
mismos ladrillos que ahora adornan mi casa.
Nieves no dudó
en verme allí como parte del pasado de su pueblo, incluso me dijo que el
vestido que llevaba era de lo más moderno de todas las fotografías de la
exposición. Me alegré de verme allí como pasado y la verdad hubiera estado bien
ser Julia tener mi aspecto y vivir tantos años en una madurez eterna sin
envejecer. Nieves me cogió de la mano,
tirando de mí para que fuera a verme en el retrato, yo le llevé la corriente
siendo ahora la Julia que ella creía ver. Estaba tan convencida de ello que no
fui capaz a desilusionarla, realmente ella había encontrado a alguien real en esas
fotos tan antiguas en blanco y negro que mostraban una realidad muy lejana para
ella y yo siendo Julia era su contacto con la realidad, era el enlace entre el
pasado irreconocible y su presente.
Busco paralelismos entre mi vida y la de Julia
y no encuentro ninguno, pero me reconocí en ella y también otros vieron mis
ojos y mi pelo en su rostro y vieron mi delgadez en la suya; me gusta pensar
que una continuación de Julia pudiera ser yo y que su historia pudiera
continuar en la mía … Julia fue mujer soltera, con la sonrisa y la cara tan
agradable que muestra en la fotografía, es difícil creer que no encontrara a
nadie en el pueblo con quien compartir su vida y formar una familia, o a lo
mejor Julia no estuvo en el momento y en el lugar adecuado para ese encuentro…
De la “casa Julia” solo permanece en pie un par
de muros de piedra y el arco de entrada de su casa, el resto ya es historia.
jueves, 14 de julio de 2016
SASAKI, UNA FAMILIA DE TOKIO
佐々木
_¡Madre mía, como está esto! ¿Qué ha pasado aquí? ¡Uff! Acababa de pasar por una estancia que parecía una
cocina de hacía más de 400 años, las telarañas se pegaban a nuestro cuerpo y
los que me seguían no dejaban de chillar como si animales de otro mundo se apoderasen de sus
cuerpos.
Las puertas abiertas, las paredes desconchadas y
esas fotos ahí colgadas, “unos niños
sonrientes, un niño de unos 6 años recién graduado, una niña con su madre, una
mujer joven asomada a una puerta, un hombre sonriente de no más de 20 años”,
y en la pared de al lado otras dieciséis
fotos de gente de otra época, que supongo tenían relación con los
retratos de los jóvenes y niños anteriores.
_¿Quiénes serían todos los que nos miraban a través
de esos cristales enmarcados, todos parecían mirarnos como si estuvieran esperando
que por fin alguna puerta o ventana de la casa se abriera?
_Watashinohaha!¿Qué hay pol aquí?, no veo nada,
está un poco oskuro. Sucio todo, ¡ah ke agco! Ue-tsu!
_Les abro las contras de las ventanas para que
puedan ver más claramente lo que han comprado. Sí, hace unos treinta años que
no se abren esta casa.
Mi marido miraba el techo buscando la luz de la claraboya,
varias generaciones de arañas invadían el espacio que en otro tiempo debió
proporcionar la claridad de la habitación. Sus ojos rasgados buscaban no caerse
entre los peldaños debido al desnivel de la casa.
Fuera oía a mis hijos quejarse por la maleza, oía
como con una vara rompían las zarzas, y golpeaban un “quitamiedos” con sonido
metálico que salía de un árbol que nunca habíamos visto…
_Un saúco, es el árbol típico de por aquí, dijo
Zulema.
_¡Es impresionante!, ¿cómo puede estar la casa así?
Los muebles, los ramos de brezo, tomillo o rosas en las vigas, los cuadros, el
reloj, el sofá, las velas, los cestos, la chimenea, los aparadores… _ ¿Qué le
pasó a esta familia?, parece que un día cualquiera salieron y dejaron la casa
como si volvieran a venir en un rato y no aparecieron nunca más, le oía decir a
mi hermana Esther, yo tampoco salía de mi asombro.
Estaba abrumada por la compra que habíamos hecho,
pero era mucho más de lo que me imaginaba, era mucho más que las fotos que
habíamos visto de la inmobiliaria australiana con sede en Tokio, que ofertaba ”Casa Rústica de cuatro siglos de antigüedad,
en una zona remota de la Europa más occidental”. No sólo habíamos comprado
una casa sino el espíritu de unas personas que cuidaron cada detalle de “Esta Casa” que encerraba la memoria de
generaciones anteriores y que fue usada con diferentes fines desde su
construcción.
Zulema, que seguía abriendo contras y ventanas, nos
contó que su abuela tenía mucha relación con los dueños de la casa, su abuela
había participado en la restauración de la misma cuando ellos la compraron.
_ Mis abuelos llegaron a ser los mejores amigos que
tenían aquí, había tanta confianza entre ellos que la llave de la casa siempre
ha estado en la de mis abuelos. Y mi abuela era la que les encendía la
calefacción unos días antes de venir en sus vacaciones de invierno o la que les
regaba las plantas una vez que marchaban después de sus vacaciones de verano, porque
ellos venían siempre que podían, hasta que un año, cuando cumplieron 71 años
decidieron quedarse.
_Jamás les faltó en casa de mis abuelos un buen
plato de sopa, tortilla o embutidos”, nos decía emocionada.
Seguimos avanzando, como si pasáramos de un vagón a
otro y a cada lado que miraba, a cada lado que mirábamos más nos sorprendíamos de
lo que veíamos, lo bonito que debió ser esto, lo que debieron vivir aquí.
_Ellos la restauraron con mucho gusto, respetando
lo que había anteriormente.
Zulema encendió las luces de la cocina, algunas
estaban fundidas pero eso no impidió dejarnos boquiabiertos por el colorido de unos azulejos, que aunque
llenos de barro, llamaron nuestra atención. En la mesa un mantel polvoriento
con nombres de ciudades del mundo, París, Montreal, Seoul, New York, Shangai, Madrid,
New Delhi…Tokio. _¡Anda mira Kuoki, te estaban esperando!, le dije a mi marido
burlonamente.

Mi marido limpiaba con un pañuelo las ventanas para
observar a nuestros hijos como intentaban abrirse camino por el patio. Con su
mentalidad oriental de pulcritud, esto le superaba, intentaba levitar y no
profundizaba en el significado de continuar con el espíritu de lo que estábamos
viendo, pero yo sabía que con el tiempo le iba a gustar.
Hacía unos
meses, un compañero de trabajo español de la sección electrónica de Sidney y
que había estado unas semanas en la planta técnica de Tokio, le llamó por
teléfono para hablarle de la gran oportunidad de comprar una casa en Europa. Lo que él no se imaginó es
que desde ese momento iba a cambiar su futuro y con él el nuestro, el de su
familia.
_¡Kuoki!, he visto la casa que Raquel siempre ha
deseado tener, es en su país, en una zona que te va a encantar. Las casas son
de piedra, es la casa que llevas buscando para regalarle. No parece cara, por
las fotos de la inmobiliaria se ve un poco deteriorada; la venden con muebles y
tal como la dejaron sus antiguos dueños. Es la casa perfecta para ella y para
tu familia.
_¿Cómo se puede abandonar una casa así?, le
pregunté a Zulema.
Es cierto
que ahora estaba deteriorada y después de haber estado unos 30 años cerrada, las
arañas y roedores la habían hecho suya, pero si uno se fijaba un poco se daba
cuenta del buen gusto, del cuidado y del cariño que los dueños habían puesto en
ella…
En una pizarra, mi hermana leyó:
_ “San Roque”, ¡Qué curioso! bueno no sé,
será el santo de por aquí.
Zulema se quedó pensativa unos segundos y después
comenzó a hablarnos con ojos llorosos:
_Los dueños iban con mis abuelos a San Roque todos
los años, es una ermita cerca de aquí, la romería se celebra a mitad de agosto.
Esta casa lleva cerrada desde un San Roque de agosto de 2062 en el que los
dueños murieron, él con 101 años y ella con 100 recién cumplidos. Los hijos no
estaban aquí, hace tiempo que habían dejado de venir, este no era su proyecto y
habían apostado por otro tipo de vida. Eran tres, el mayor se fue a trabajar a Vancouver, la pequeña había hecho su vida en Sidney
y creo que el mediano prefirió vivir en el sur de España. Después de despedir las
cenizas de sus padres no se les ha visto nunca por aquí, hasta que hace un año
Jimena Anaël, la nieta más pequeña de los dueños, apareció por el pueblo, salió
llorando de la casa de los abuelos, y tomó la decisión de convencer a su
familia de vender la casa antes de que se empezara a caer. Ella comprendió que
sus padres y sus tíos habían abandonado el proyecto de los abuelos y que era
mejor que otros lo continuaran. Un mes después contactó con una agencia
inmobiliaria australiana con sede en Sidney. Por lo visto donde vive, en
Australia, está de moda España y hay un gran mercado asiático de venta de casas
españolas.
_¡Kuoki!, es la oportunidad de tu vida, es la casa
que sueña tener tu mujer, puedes pedir el traslado a la sede Española en
Madrid, no lo dudes, está a una hora por tren, tus hijos pueden tener la vida
que siempre dices que te gustaría que tuvieran. Te envío la publicidad. Hay una
oficina en Tokio de la agencia inmobiliaria australiana, contacta con ellos
para informarte de la casa y las condiciones de compra. Kuoki te interesa, te
lo aseguro. Sería un gran salto de Tokio a Madrid y vivir a una hora de la
capital española.
_¿Kimena
Anel?
_Yes,
it´s me?
_This
is Kuoki Sasaki from Tokio, I am interested in….How can I do to arrange the
purchase of the House?...
Continuamos viendo con Zulema la casa, el gran
salón, unos libros en la mesa, un viejo ordenador en el escritorio, unas
tacitas de café, palos en la chimenea, un tocadiscos muy antiguo, cuadros en
las paredes, varias Hanukillas, una gran Menorah, cántaros y vasijas de otro
tiempo, unos bebederos para animales caídos y telarañas por todos los lados
cubriendo el esplendor de unos años que debieron ser maravillosos.
Mi hermana se adelantó a subir las escaleras que
daban a las habitaciones. Yo estaba emocionada con cada objeto que veía a mi
alrededor, mi marido prefirió esperar fuera con los niños, y se puso a hacer
fotografías, lo que había dentro era demasiado impactante para él.
Zulema cogió de un cesto de mimbre unas castañuelas.
_Eran de ella, era muy “bailadora”, le gustaba mucho tocarlas. En las fiestas del pueblo no
dejaba de bailar, e iba al pueblo de mi abuela a hacer “la ronda” tocando las castañuelas. En la fiesta de San Roque era
como si el santo le recorriera por dentro y en la plaza de la ermita no dejaba
de bailar hasta que el tamboril dejaba de tocar. A su marido le gustaba ir
andando a la romería, él no bailaba ni tocaba las castañuelas pero le hacía
feliz verla a ella en ese ambiente.
No entendía muchas de las cosas de las que estaba
hablando Zulema, pero ya habría tiempo de ir conociendo los secretos que nos
iba a proporcionar esta casa.
_¡Cuántos muebles valiosos! ¡Cuántas historias hay
aquí! ¡Qué buena compra! me decía mi hermana.
_ ¡Joh
Esther, ¿mira esto? ¡Qué bonito! Una caja con pendientes y anillos. Siguen aquí
los perfumes que usaban, el maquillaje y los pintalabios de ella. Fíjate en las camas Esther. _Sí las camas hechas como
esperando a unos huéspedes que parece no llegaron nunca. ¡Cuántos libros en la
casa!, hace tiempo que dejaron de hacerse libros, ¿recuerdas Esther? y la de
ellos que hay aquí!
_Fíjate en la cómoda y el armario, me decía mi
hermana.
_Esther ¿Has visto la mecedora?, la de años que debe
tener, ¡cuántas veces se habrán sentado en ella, es preciosa!
La Notaria certificó que todas las partes
interesadas estábamos de acuerdo. Primero firmó Jimena Anaël en representación
de su familia, los herederos, y después nosotros, Kuoki y Raquel Sasaki.
_ “Firmado
en ….con fecha de…Casa rústica catalogada y fechada en el pueblo de… de 1750… ¡es suya Sres. Sasaki! ¡Enhorabuena! nos
comunicó la Sra. Notaria.
Jimena Anaël, nos despidió en la puerta de la
notaría, sus ojos estaban llorosos. No quiso acompañarnos a ver la Casa,
nuestra nueva casa y rechazó hacerse una foto con nosotros. Supongo que no
quería tener ningún recuerdo tangible de ese día.
_Zulema tiene la llave, será ella la que os la
enseñe. Todo lo que hay en la casa ahora es suyo. Me tengo que ir. ¡Adiós,
encantada de haberles conocido! ¡Disfruten de la casa como lo hicieron mis
abuelos durante años!
Mis hijos seguían enredando por el patio con mi
marido que no dejaba de hacer fotos.
Mi hija mayor, Natsumi, traía en la mano algo que
parecía el nombre de la casa, unas palabras forjadas en hierro oxidado, que no
entendimos lo que significaban, Bet….Kesh
_Seguro que
hay otra parte tirada que complete esas letras, le dije. ¡Mira a ver si la
encuentras!
_Mami hay una piscina, con un agua asquerosa y toda rota, pero la podemos arreglar ¿no? Me
decía insistente Haruka, la mediana de los tres.
_Mami ¿nos podemos ir de aquí?, todo está muy
sucio, ¡quiero irme a casa! decía el pequeño Asahi.
_¿Rakel?, ¿Esther? Mi marido estaba viendo, lo que
parecía un pequeño apartamento, de dos plantas, situado en frente a la vivienda
central; en la chimenea aun había ceniza, en el sofá unos libros y papeles
medio rotos y una cafetera italiana estaba en una mesa preciosa de roble, como
si estuviera esperando nuestra llegada.
Había unos tablones tirados entre la maleza del
patio, parecía que formaran parte del corredor, les quedaba un pequeño recuerdo
de color rojizo, color que también
tenían las cinco columnas que sujetaban el corredor y algunos barrotes del
mismo. Era el mismo color rojizo, ya deslavazado de las puertas y ventanas de
la casa.
_Mi abuela nos contaba que cada dos años pintaban
el corredor, las puertas y ventanas, nunca cambiaron de color “rojo carruaje de la marca Titán” y así
ha quedado hasta hoy. Yo de niña los veía también hacerlo, hasta que la edad ya
no se lo permitió.
_¡Vaya lo que hay aquí, está lleno de utensilios
del campo y están colocados! Rakel ¡mira
esto! ¡Impresionante! Hay paneles por el suelo, explikan algo, pero no entiendo
muy bien ke dicen. ¡Esto sí que son viejas cosas!¡Qué objetos raros! ¿Rakel,
Esther, mirar, venir?!
Me va a llevar tiempo poner esta casa a punto, sigo
sin saber qué pasó, para que este proyecto se haya convertido en el nuestro. Como
dijo Zulema: _es posible que los herederos “apostaron
por otra vida diferente” a pesar de que sus padres hicieron de esta casa un
lugar maravilloso, acogedor y cuidado en todo detalle.
Zulema se despidió de nosotros en la entrada principal
de la casa. Me fijé que en la puerta
todavía permanecía pendiente de un clavo una herradura y la correa de un perro.
Ya no le quise preguntar más. Delante del dintel de piedra nos sacamos una foto
con ella y muy amable nos ofreció su ayuda para lo que necesitáramos.
Una señora con ojos asiáticos salió de la casa de enfrente
a saludarnos y nos dijo: _ Todos en el pueblo sabían que él había comprado la
casa para hacerla feliz.
Por detrás de ella apareció una niña muy graciosa y
al ver a mi marido y mis hijos les dijo: _Yo también soy china, porque mi mamá
es china.
Nos reímos y a partir de ahí comenzó nuestra
historia en “Beit Keshet…La Casa del Arco”
La familia
Sasaki de Tokio hicimos nuestra esta Casa treinta años después que el cometa
Halley apareciera por estas tierras…
martes, 5 de julio de 2016
YO TAMBIÉN ESTUVE ALLÍ
Hace tiempo que pienso que cuando uno se convierte en turista, los días que
va a pasar de vacaciones no van a ser unos días tranquilos y relajados, sobre
todo cuando se hace “turismo de ciudad”. Primero desde tu casa buscas y buscas
hasta dejar exhausto a tu cerebro que le obligas a aprender y estudiar todo lo
que quieres ver, lo que quieres visitar, lo que puedes hacer, lo que debes
comer o lo que te gustaría comprar, esto te hace ser un experto, lo sabes todo
y quieres saber más que los que viven en el lugar al que te dispones a visitar;
en realidad a ellos no les preocupa sus monumentos, sus museos, sus calles, los
tienen cuando quieran y lo más seguro es que no hayan visitado o visto tantos
lugares de interés como los que tú pretendes ver en un corto espacio de tiempo.
Eso me ocurre a mí en la ciudad en la
que vivo, siempre que viene alguien a visitarme descubre algo nuevo que no
sabía que existía. Cuando te conviertes en turista solo dispones de unas horas
para poner en práctica tus conocimientos. Así que un viaje a Bolonia se
convierte en el examen que quieres pasar y solo si te sabes lo que hay o lo que
sucede en la ciudad italiana puedes pasar a convertirte en el profesional que
siempre has añorado: el perfecto turista.
Después de pasar varios días estudiando, estando ya nervioso por el viaje y
después de dar la paliza a tus familiares con lo listo que eres y mostrando lo
que sabes, sin haber ido todavía, con las más de mil páginas que has abierto en
tu ordenador, te dispones a irte, coges el avión y tu mente se empieza a
preparar por tanta excitación y ahí has abierto la puerta a tu sacrificio, lo
quieres ver todo en tres días, así que un viaje por Bolonia y sus alrededores
no puede más que dejarte exhausto y empiezas el camino recorriendo los Pórticos,
la Plaza Mayor, una calle que da al mercado, la fuente de Neptuno y te viene
todo lo aprendido, aquello que otros te han dicho que vieras, fueras o
comieras. Haciendo caso a lo que debes ver, subes a las dos Torres, visitas sus
basílicas, los palacios, la catedral de San Pedro, comes en la tratoría que te
hablaron y pides el plato típico boloñés o buscas en tu mapa la que te lleva
saliendo en la infinidad de páginas abiertas que has utilizado para preparar el
viaje y sin casi terminar el último bocado te diriges a Florencia para ver en
menos de 7 horas la galería Uffizi, Santa María del Fiore, Plaza del Duomo,
basílicas, palacios, sus calles y mercados, los jardines Medici, L´Academia con
el David, comes, bebes y sacas todas las fotos que da tu cámara para recordar que
tú estuviste allí, no vaya a ser que después de tanto estudiarlo todo no quede
constancia de lo que tus ojos han visto, sin olvidar por supuesto, que vas a
tener un doble o triple trabajo, sacar fotos no sólo en tu cámara que la llevas
como una prolongación más de tu cuerpo sino que ahora tienes que sacar fotos
desde tu teléfono para subirlas a Instagram, Twitter, Facebook o Whatsapp porque
tus amigos y familiares tienen que verlo al momento como tú y ese momento ser
tan importante, no solo para ti, sino también para que ellos sepan dónde estás
en ese preciso momento. Después de varias horas sin parar asimilando no sólo el
lugar, su cultura o su forma de relacionarse contigo vendiéndote todo tipo de
recuerdos, que no te valdrán para nada, aunque los vas a comprar igual porque
te van a servir para recordar que tú estuviste allí; tu mente va perdiendo energía aunque estás
poniendo en práctica tus conocimientos y sigue en modo ver, ver, ver, hasta
sentirte atolondrado por tener que asimilar tantas cosas a la vez y claro al
resto de tu cuerpo le importa poco, sobre todo a tus pie que después de tantas
horas andando ya no pueden más de dolor o a tu piel que ahora está quemada por
el sol o a tu hombro cansado de llevar el peso del bolso cargado con
innumerables folletos, cámara, agua o algo de comida, es decir lo necesario
para el turisteo.
Mientras vas viendo lo que tienes que ver, los
amigos y familiares que han estado en esa ciudad antes que tú te van
preguntando, a través de mensajes, si has visto esto o lo otro y claro no te
queda otra que ir al sitio, fotografiarlo y enviar foto o vídeo sin olvidarte
que debes salir en medio de la foto para demostrar que estás ahí, entonces comienza
una batería de explicaciones por ambas partes que no deja de ser insoportable y
cansadísima. Llegados a este punto te das cuenta que lo más importante de tu
viaje es que vas a poder decir en un
futuro “yo estuve allí” lo mismo que ellos.
De vuelta al hotel empiezas a pensar que estás
demasiado cansado y que al día siguiente volverá a empezar de nuevo una jornada
de visita a tal o cual localidad cercana a tu punto de partida. Ves tus fotos y
dices qué bonitas, lo tengo todo, esta vez no se me ha escapado nada, como
aquella vez de Bruselas que la cámara dejó de funcionar y entré en pánico y me
cabreé como si me hubieran arrebatado la comida de un mes o me hubieran dejado
sola en el desierto, y el haber estado allí, solo está en mi memoria; sí
aquella vez costo remontar la situación, pero ahora no, unos cientos de fotos
listas para la familia y los amigos que están deseando que no llegue ese
momento y en cuanto te ven salen corriendo y la verdad es que esas fotos pocas
veces se vuelven a ver a no ser que un amigo tuyo vaya a la misma ciudad que tú
has visitado y necesites demostrarle que tú también has estado allí... a veces
llegas antes a las fotografías de las páginas que visitaste previamente a tu
viaje que a tus fotos que ya te has olvidado en que archivo las tienes.
La última
noche respiras tranquilo y durmiendo te vienen imágenes de lo que has visto
pero ya no sabes distinguir entre lo real, lo de las cientos de páginas
visitadas o lo que estás soñando, estás “hecho polvo” y sólo quieres descansar;
al regresar a tu casa, necesitas unos días de descanso, te duele todo el cuerpo
pero por lo menos has conseguido estar allí, y esa sensación no te la va a
quitar nadie.
En fin siempre he pensado que la vida como turista
es difícil o cuanto menos muy cansada y tiende a ser agobiante, mucho que ver,
mucho que visitar, comer, beber, comprar, hacer fotos y vídeos, ir de un lado a
otro sin descanso, madrugar, dormir poco, pero eso sí, hay millones de personas
que se han cansado y agobiado lo mismo
que te va a ocurrir a ti, lo mismo que me ha ocurrido a mí y como yo pueden
decir “yo también estuve allí”...
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