I
Natharet
preparó cuidadosamente la maleta, unos días antes la había comprado por
Amazon, después de una concienzuda selección de tamaños, colores y acabados. Se
decidió por una maleta rígida “gris plata
mate modelo Elegance”, tamaño cabina
que estaba en promoción, la oferta era irresistible. No estaba convencida del todo de su elección,
aun así presionó sobre el recuadro
"comprar ya” y 24 horas
después la recibiría en su casa. Se había quedado relativamente tranquila, le
quedaba la duda de si habría hecho buena compra o si por el contrario
debería haber seguido malgastando su tiempo en la búsqueda de la maleta
perfecta acorde con su estilo. Esta decisión tan banal le había llevado más
horas de las necesarias, le costaba demasiado elegir sobre las compras que no
podía tocar, incluso en las que podía, solía tomarse un tiempo para elegir
entre un producto u otro, "siempre
se podía encontrar algo mejor, algo único y original”. Natharet se
preguntaba cómo le costaba tanto esfuerzo decidir sobre la elección de pequeñas
cosas cuando ella tomaba grandes decisiones diariamente sobre colecciones
artísticas que se exponían en museos, salas de arte o centros artísticos. Como coordinadora
general del Real Instituto de Bellas Artes Español, se dedicada a una infinidad
de tareas de gestión, organización y selección de obras de arte para
exposiciones itinerantes no solo en nuestro país sino que últimamente estaba
tramitando varias muestras de artistas
españoles por pinacotecas francesas e
italianas. Vittorio era director de la Asociación del Museo de Arte Moderno de
Bolonia, había coincidido con Natharet mientras cursaba su tercer año de grado
como Erasmus en la facultad de Bellas Artes de Granada. Continuaban teniendo
contacto y su relación ahora era estrictamente profesional. Él quería que fuese
ella la que le ayudara a organizar una muestra sobre pintura cubista española en el “Palazzo
Albergati” de Bolonia y sobre escultura del mismo género en la “Galería
Estense” de Módena. Su meticulosidad en la selección y preparación de las obras, así como la organización del papeleo, hacían
de ella una de las mejores profesionales españolas en este campo.
Samuel
hacía unos meses que había ascendido en la empresa de exportación Óleos España
S.L. era un valor seguro para reavivar
el consumo de “los aceites de oliva virgen extra españoles”, en un mercado
difícil como el italiano. Así que su trabajo no era nada fácil, gastaba
mucha energía en convencer a los posibles clientes, y muchas veces la
jornada se quedaba en buenas palabras sin llegar a ningún acuerdo. El mes de
septiembre estaría de martes a viernes en Italia, y eso enturbiaba la relación
con su pareja, ella ya estaba cansada de esperar al mejor momento para tener
hijos. Como jefe de ventas internacionales era muy difícil la conciliación
familiar y eso hacía que pospusieran el tenerlos para más adelante. Se
consideraba un buen ejecutivo, con un suelo nada despreciable, además de una
prima extra por venta, económicamente tenía mucho más de lo que había imaginado
al aceptar el puesto de trabajo, sin embargo no quería renunciar a la
paternidad, tenía claro que sería un padre comprometido, pero ese momento nunca
llegaba porque cada vez tenía más responsabilidades. El director general lo
consideraba el mejor en el departamento de ventas exteriores y no quería oír
hablar de reducir su rendimiento.
II
Natharet
dejó la maleta y el bolso con todo preparado, en la entrada de su apartamento,
no quería olvidarse nada, era muy temprano cuando debía salir de casa y
olvidarse alguno de los papeles importantes o de los dispositivos electrónicos hubiera
sido una tragedia. El Cabify la dejó en la puerta de Salidas del aeropuerto
Madrid Barajas, pasó el control, esta vez sin problemas, alguna vez le había
tocado al azar abrir su maleta y ser registrada por si llevaba alguna sustancia
no permitida. El vuelo a Bolonia solía hacer el embarque en las últimas puertas
de la terminal, mientras llegaba a la
zona no dejaba de sorprenderse de la arquitectura, luminosidad y colorido de la
T4. No era la primera vez que viaja ese mes a la ciudad italiana así que cada vez que cogía el vuelo seguía el
mismo ritual: presentaba el billete en su móvil, mostraba su identificación,
bajaba las escaleras para coger el autobús que la llevaba al avión, dejaba su
maleta en el pequeño recuadro amarillo
como indicaban los operarios, antes de meterla en la bodega, subía las
escaleras del avión y tras saludar al personal
buscaba su asiento. Era el 3A estaba en buena posición para nada más
aterrizar en Bolonia salir lo antes posible y volver a hacer el ritual inverso:
cogía su maleta, tomaba el autobús hasta la entrada del aeropuerto, subía unas
escaleras que le llevaban a la terminal, salía del aeropuerto y tomaba un Uber
hacia su hotel.
Samuel
dejó la maleta preparada fuera de la habitación, no quería molestar a Ruth, era
demasiado temprano cuando tenía que salir hacía el aeropuerto y estos viajes se
habían convertido en algo rutinario, una semana más pasaría unas 72 horas fuera de casa, después volvería
a Madrid y así sucesivamente. Mientras estaba en la cama le daba pereza coger,
una vez más, el vuelo a Bolonia y convencer a un grupo de empresarios italianos
de la restauración y de la alimentación de incluir aceite virgen extra
español en sus menús, lineales o tiendas gourmet, era un esfuerzo titánico
realmente y a esa hora de la madrugada le daba vértigo realizar tanta actividad.
Una vez que cogía su maleta parecía transformarse, se convertía en el “León” de
las ventas, era imparable, se crecía con las dificultades y se superaba en la
búsqueda de soluciones, lo que proporcionaba grandes beneficios a la empresa
y por supuesto a su autoestima. Después de dejar su coche en el
aparcamiento del propio aeropuerto, subía a paso ligero hacia “Salidas”, pasaba
el control de maletas y se encaminaba a embarcar al vuelo de Bolonia, puerta número 79 T4 .A
Samuel le gustaba la rutina del aeropuerto: presentaba su billete en el móvil a
la azafata, mostraba su identificación, bajaba las escaleras para coger el
autobús que llevaba a los pasajeros a pie de pista, dejaba que los operarios cogieran
su maleta para llevarla a la bodega, subía las escaleras del avión, saludaba a
la tripulación y buscaba su asiento. Era el 1D. Al llegar a su destino haría las
mismas cosas pero al contrario: recogería la maleta, tomaría el autobús, subiría unas escaleras hacia la
terminal, saldría por la zona de “llegadas” y cogería el taxi hasta su hotel.
III
Natharet
fue la primera en bajar de la aeronave, había varias maletas en el área de
recogida y de repente salió la suya, pensó que esta vez había elegido una
bonita línea de maleta que iba con su
estilo, ese gris plata mate la
diferenciaba de otras de similar color, quizá debería haber colocado algún
distintivo diferenciador, pero inmediatamente se dio cuenta que no había visto ninguna
igual a ese modelo, no había porque preocupase, además tenía una identificación
numérica por si se perdía en la bodega del avión. Cogió su maleta y la
notó más ligera que por la mañana, fue una sensación de peso diferente pero con
las prisas y el nerviosismo por montar en el primer microbús que saldría hacia
la terminal, le hicieron despreocuparse de ese pequeño detalle. Cuarenta y cinco minutos después estaba entrando
en el Art Hotel Novecento de Bolonia.
Samuel
dejó pasar antes de bajar del avión a una pareja de turistas americanos de
cierta edad incluso entabló una pequeña conversación de cortesía, le gustaba
hablar en inglés y no dudaba en hacerlo siempre que se daba la ocasión. No
había tomado el primer microbús hacia “Llegadas” porque su maleta salió de las
últimas de la bodega, al cogerla noto un
ligero incremento de peso, le gustaba viajar con lo imprescindible, un traje, cuatro
camisas, un pijama, ropa interior para 4
días y un minúsculo neceser. Miró su maleta “gris
plata mate modelo Elegance” y comprobó que era la suya, pensó que debía
haber puesto algún distintivo para identificarla mejor, pero la verdad es que
no había visto ninguna como la suya, lo importante la llevaba en su maletín,
así que tomo el segundo microbús con tranquilidad, incluso se sintió
afortunado por no estar abarrotado de pasajeros y equipajes. Cuando
Giuseppe, su taxista boloñés, la introdujo en el maletero del coche se dio
cuenta que todavía no estaba familiarizado con ella, quizás por eso había
dudado con el peso, la eligió en menos de dos minutos en Amazon mientras
esperaba a unos clientes en su anterior viaje. Una hora después de aterrizar Samuel se registró en el
Art Hotel Commercianti de Bolonia.
Natharet, subió a la habitación, y con prisas
sacó de su bolso el neceser, después de refrescarse la cara, se maquilló, se
colocó el pelo espabilándolo un poco y bajo en el ascensor hacia la entrada, allí
le esperaba Vittorio, solo necesitaba unos segundos para recordar sus
anotaciones, en su bolso se encontraba el dispositivo electrónico con la
presentación “Cubismo: artistas españoles,
obras para exposición en Italia”.
Samuel, tuvo unos minutos para dejar el equipaje
en la habitación, refrescarse, darse una "peinadita" y bajar de nuevo
a la recepción, allí le esperaba Lucca, su asistente italiano para tratar con
los diferentes empresarios. Solo necesitaba unos segundos para recordar la
exposición mentalmente, en su bolsillo llevaba el dispositivo electrónico
con la presentación “Aceites de Oliva de España: Las denominaciones de
origen protegidas”.
IV
Natharet estaba" literalmente muerta"
tenía la sensación de no haber callado en todo el día, la planificación de las
exposiciones estaba saliendo como lo había previsto, faltaba resolver algún
trámite engorroso entre las administraciones gubernamentales de ambos países,
pero nada que fuera imposible, podría haber una cierta demora temporal por la
certificación de las obras de arte pero estaba segura que todo estaría
preparado para abrir las salas tanto de Bolonia como de Módena desde la segunda
semana de abril hasta finales de octubre, aunque las fechas concretas dependerían
de la agilidad con que se resolviera los permisos de salida de las obras del Museo
de Arte Contemporáneo de Madrid, el transporte y la recepción de los mismos en Italia. Natharet tenía menos
de dos horas para reunirse con Vittorio y un grupo reducido de personas de las
salas de arte donde se expondrían las obras, irían a cenar a Módena, le habían
dicho que sería una cena especial al coincidir con la celebración del año nuevo
judío. Solo necesitaba relajarse bajo la ducha, el trabajo de coordinación
estaba hecho, empezaban los trámites burocráticos, ahora solo se quería premiar
disfrutando de la cena y del acogimiento de sus colegas italianos. Colocó
la maleta gris plata mate encima de
la cama, su peso era mucho más liviano de lo que ella recordaba, con una mueca
se felicitó por su elección, abrió la cremallera mientras se quitaba las cuñas
de lona negra y con la mano derecha extendió la parte superior del equipaje.
Samuel estaba muy cansado, la jornada había sido
agotadora, se había superado esta vez, hacer tres presentaciones con la
posibilidad de un pleno de ventas no se conseguía todos los días, ahora quedaba
coordinar los trámites de exportación, era cosa de papeleo, tema de venta
internacional con todas sus leyes en materia de autorizaciones,
consentimientos, restricciones o limitaciones, pero nada imposible de sortear.
Tenía menos de dos horas antes de la cena con empresarios de la Cámara de Comercio
boloñesa, solo necesitaba tomar una ducha, ponerse debajo del agua caliente y
felicitarse por las transacciones económicas que le iban a suponer un gran prestigio, una buena suma económica en
su cuenta bancaria y los beneplácitos de su CEO. Cogió la maleta, comprobó de
nuevo el ligero incremento de peso y mientras se descalzaba sus zapatos de piel
marrón, abrió la cremallera y ayudándose con la mano derecha extendió la parte
superior del equipaje.
V
Ambos maldijeron varias
veces levantando demasiado la voz, se
sintieron cabreados, a la vez inseguros y eso les hizo sentirse desamparados
por la situación tan ridícula de la confusión. Miraron la etiqueta
numérica de sus maletas y comprobaron el resguardo naranja que les había
proporcionado la azafata de tierra al embarcar. Efectivamente los números no
coincidían, ahora recordaban el momento en que observaron una pequeña diferencia de peso al recoger su maleta a pie
de pista, ella más ligero, el más pesado y volvieron a maldecir por no haber
comprobado si era la suya, posiblemente aún hubiera habido tiempo de solucionar
el equívoco si hubieran estado más ágiles mentalmente.
Natharet se sentía fatigada,
un sudor frío le recorría la espalda hasta tensar la parte superior de su
cuello, ladeó varias veces la cabeza, cubrió con sus manos la cara y se puso a
llorar,”cómo iba a presentarse ante Vittorio y los demás a
la cena de Rosh-Hashanah en Módena, con la misma ropa que se había puesto a las
5 de la mañana”. Esa maleta que tenía delante de sus ojos, era de un hombre
no había nada que le pudiera servir y maldijo de nuevo su mala suerte, cuando consiguió tranquilizarse un poco se
puso a pensar cómo saldría del apuro.
Samuel con el puño derecho
dio varios golpes en el marco de la puerta del baño, se quitó la camisa porque sentía que le
ahogaba la humedad, los nervios le estaban jugando una mala pasada. Miró hacia
el interior de la maleta y volvió a
maldecir, nada de lo que veía en su interior le era útil, solo había prendas de mujer, se sentó en la cama con los
codos sobre sus rodillas, apoyando las manos en la cara, maldijo de nuevo y
empezó a pensar cómo salir de esa situación, la cena con los miembros de la
Cámara de comercio italiana era importante para cerrar varios asuntos que
habían quedado pendientes.
Cogieron su teléfono móvil y
llamaron de inmediato al centro de reclamaciones del aeropuerto en Madrid, pero
nunca hubo respuesta, o no cogían o comunicaba, era una locura, volvieron a
maldecir y aceptaron no poder resolver nada hasta su regreso. Desesperados por
la impotencia decidieron llamar a la
recepción del hotel, después de una extensa
explicación de lo ocurrido, la amable recepcionista les buscó una solución,
ella hizo que les cambiara la cara, se sintieron mucho mejor, respiraron
profundamente y un atisbo de felicidad les recorrió los músculos de la cara. Sus
respectivos hoteles estaban en el centro de la ciudad solo necesitaban salir
hacia la zona comercial, había tiempo antes del cierre y podían elegir lo que más les conviniera para
su compromiso social.
VI
Samuel llegó a Madrid el
viernes a media tarde, fue directamente a reclamaciones, allí no estaba su
maleta, y nadie había reclamado ninguna, su cara de fastidio contrastaba con la
tranquilidad de su interlocutora, habría que esperar unos días a que la persona
que se hubiera llevado la suya regresara o si por el contrario fuera una persona
extranjera esperarían a que contactara telefónicamente. Tuvo que cumplimentar
varios papeles para certificar que la maleta que dejaba no era la suya y describir
en otros tantos sobre sus pertenencias sin saber si la iba a recuperar. Cuando
Natharet aterrizó a primera hora de la tarde del domingo en Madrid, fue
directamente al mostrador de reclamaciones, allí la estaban esperando con los
datos del dueño de la maleta que llevaba. Por fin respiró, no todo estaba
perdido, recuperaría sus cosas, cumplimentó unos formularios con demasiadas preguntas
sobre la ropa y objetos de su maleta y con las prendas de la maleta que se
había llevado por error, y eso era todo, la compañía se encargaría de
solucionar el equívoco. Si algo echaban en falta ya se encargarían los
responsables de la aerolínea de ponerles en contacto. Pensó que lo más fácil sería que ella misma contactara
por teléfono con la otra persona, pero no, ese no era el protocolo aéreo
adecuado en estos casos.
Estaba dormida cuando sonó
el timbre agudo de su puerta, eran las
8.30 de la mañana del lunes y ya estaba allí el repartidor del aeropuerto con
su maleta, firmó el resguardo de haberla recibido y sin más se fue. Ella la
abrió y comprobó que todo estaba tal cual lo había ordenado, no faltaba nada. Se
sintió mejor que nunca, la deshizo y se
puso en marcha hacia su despacho.
Samuel vio su maleta en la
habitación, ya era muy tarde cuando
regresó a casa el lunes por la noche, había sido una jornada de trabajo muy
larga, Ruth la tenía abierta encima de la cama, todo parecía estar en orden,
eran pocas cosas las que había llevado a Bolonia. Se fijó en una nota con
membrete del Art Hotel Novecento, estaba entremetida en las gomas elásticas que
sujetaban las camisas delicadamente dobladas, “lo siento muchísimo, disculpe las molestias ocasionadas, mi nombre es
Natharet Espinosa”, escrito más
grande había un número de teléfono móvil. Samuel, tuvo el impulso de marcar de
inmediato, tenía la necesidad de aclarar lo sucedido, le había fastidiado la
situación y estaba claro que la culpa había sido de ella al tomar una maleta
equivocada, en ese momento solo tenía ganas de abroncarla y quizás de
sobrepasar los límites de la educación. Fue Ruth la que lo tranquilizó y
consiguió que cortara la llamada después de varios tonos. Al fin y al cabo se
habían solucionado varias situaciones embarazosas y había conseguido salir
airoso de los compromisos italianos. De vuelta a casa la tensión había
desaparecido, tampoco fue algo tan grave como para ponerse ahora a
discutir. Pasados unos minutos, ya más sereno,
pinchó en el número marcado anteriormente, y al quinto tono escuchó una
voz de mujer agradable y muy cálida,
casi sin darse tiempo a pensar dijo: “Hola soy Samuel Tur ¿eres Nazathet?” Ella
le pidió disculpas, se sentía avergonzada por lo sucedido. En menos de un
minuto se estaban contando cómo habían salido del apuro y lo que parecía que
iban a ser reproches se convirtieron en carcajadas y anécdotas. Prácticamente
habían estado en las mismas tiendas comprando apresuradamente, la ropa para la
cena que cada uno iba a tener.