Es curioso que para escribirte esta carta tenga que
escuchar a Van Morrison, él saca lo
mejor de mí, los sentimientos más profundos, las tristezas veladas, los
reflejos del pasado, y hace que las
lágrimas inunden mis ojos al recordarte,
balbuceo sus canciones hasta sentirte en ese punto de no retorno del que no se
puede escapar llamado “Horizonte de Sucesos” ¡qué vacío tan grande, qué
oscuridad, qué frío, qué negrura! Y en
esa soledad inmensa del Universo puedo sentir tu piel, tu sonrisa, el
movimiento de tus manos, el balanceo de tu melena en un intento de danza
acompasada mientras nos reíamos en nuestros juegos infantiles y escucho tu voz,
tus carcajadas ya en un paulatino eco olvidado. Rememoro las miradas cómplices,
tu mano en mi hombro apoyando mis miedos, tus
palabras de ánimo escritas en pequeños papelitos metidos en mi cartera
escolar, eran el refugio de la lucha diaria cuando me encontraba en un medio extraño
y hostil. Sí, ahí estabas tú para que yo me sintiera mucho mejor cuando me
faltaban las fuerzas para seguir. Todo aquello se desvaneció, se licuó en un
fatídico momento y se mezcló en un “Agujero Negro” del que ya no has podido
volver.
Y así hasta hoy que
llegó tu día, ese en el que van pasando los años y al que has llegado a cumplir
60 sin haberlo hecho y yo voy escuchando una canción y otra de mi cantante
preferido, recordando momentos de nuestra niñez y no hago más que intentar
contener sentimientos apretando mis labios, procurando no caer de nuevo en el
llanto y concentrándome en la melodía de unos años que fueron pocos y de los
que muchas veces pierdo los instantes.
Miro la fotografía en blanco y negro de mi escritorio, ahí estábamos las
dos sin saber que pronto una masa de “millones de soles” te iba a atrapar hasta
no dejarte volver, colapsando tu vida a perpetuidad y siento que en ese lugar
donde te encuentras llevas ya demasiados años. ¡Claro que me gustaría recuperar
ese instante de extrema felicidad de la fotografía, y me quedo sola
pretendiendo llegar a ti, verte de nuevo, pero es imposible, no veo la manera
de entrar en ese momento que ha quedado congelado en un soporte rígido sin
posibilidad de volver a ser sensible a la luz!
Querida Orel, así debería haber comenzado mi carta de
felicitación de tu “No Cumpleaños”, ¡te deseo un Feliz día! Sé que mi carta es extraña
e inusual, sin destino ni remite, sin sobre ni papel, sin un código concreto de
comunicación, con pequeños lapsos de otro tiempo, con pequeñas pinceladas de un estar sin
estar, añorando tu falta con canciones que me trasportan a otra época en la que
estábamos juntas celebrándolo.
Me despido tarareando The
Healing Game lo hago en honor a tu Memoria, a los años que estuvimos y a
todos estos años de AUSENCIA, VACÍO, CARENCIA, PRIVACIÓN Y PÉRDIDA…
Un beso de tu hermana pequeña M.R.
26 abril 2019
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