jueves, 10 de octubre de 2019

GRIS PLATA MATE MODELO ELEGANCE


               

                                                            I

Natharet preparó cuidadosamente la maleta, unos días  antes la había comprado por Amazon, después de una concienzuda selección de tamaños, colores y acabados. Se decidió por una maleta rígida “gris plata mate  modelo Elegance”, tamaño cabina que estaba en promoción, la oferta era irresistible.  No estaba convencida del todo de su elección, aun así presionó sobre el recuadro  "comprar ya” y 24 horas después la recibiría en su casa. Se había quedado relativamente tranquila, le quedaba la duda de si habría hecho buena compra  o si por el contrario debería haber seguido malgastando su tiempo en la búsqueda de la maleta perfecta acorde con su estilo. Esta decisión tan banal le había llevado más horas de las necesarias, le costaba demasiado elegir sobre las compras que no podía tocar, incluso en las que podía, solía tomarse un tiempo para elegir entre un producto u otro, "siempre se podía encontrar algo mejor, algo único y original”. Natharet se preguntaba cómo le costaba tanto esfuerzo decidir sobre la elección de pequeñas cosas cuando ella tomaba grandes decisiones diariamente sobre colecciones artísticas que se exponían en museos, salas de arte o centros artísticos. Como coordinadora general del Real Instituto de Bellas Artes Español, se dedicada a una infinidad de tareas de gestión, organización y selección de obras de arte para exposiciones itinerantes no solo en nuestro país sino que últimamente estaba tramitando  varias muestras de artistas españoles por  pinacotecas francesas e italianas. Vittorio era director de la Asociación del Museo de Arte Moderno de Bolonia, había coincidido con Natharet mientras cursaba su tercer año de grado como Erasmus en la facultad de Bellas Artes de Granada. Continuaban teniendo contacto y su relación ahora era estrictamente profesional. Él quería que fuese ella la que le ayudara a organizar una muestra sobre  pintura cubista española en el “Palazzo Albergati” de Bolonia y sobre escultura del mismo género en la “Galería Estense” de Módena. Su meticulosidad en la selección y  preparación de las obras,  así como la organización del papeleo, hacían de ella una de las mejores profesionales españolas en este campo.
Samuel hacía unos meses que había ascendido en la empresa de exportación Óleos España S.L.  era un valor seguro para reavivar el consumo de “los aceites de oliva virgen extra españoles”, en un mercado difícil como  el italiano. Así que su trabajo no era nada fácil, gastaba mucha energía en convencer a los posibles clientes, y muchas veces la jornada se quedaba en buenas palabras sin llegar a ningún acuerdo. El mes de septiembre estaría de martes a viernes en Italia, y eso enturbiaba la relación con su pareja, ella ya estaba cansada de esperar al mejor momento para tener hijos. Como jefe de ventas internacionales era muy difícil la conciliación familiar y eso hacía que pospusieran el tenerlos para más adelante. Se consideraba un buen ejecutivo, con un suelo nada despreciable, además de una prima extra por venta, económicamente tenía mucho más de lo que había imaginado al aceptar el puesto de trabajo, sin embargo no quería renunciar a la paternidad, tenía claro que sería un padre comprometido, pero ese momento nunca llegaba porque cada vez tenía más responsabilidades. El director general lo consideraba el mejor en el departamento de ventas exteriores y no quería oír hablar de reducir su rendimiento.
                                                           
                                                               II

Natharet dejó la maleta y el bolso con todo preparado, en la entrada de su apartamento, no quería olvidarse nada, era muy temprano cuando debía salir de casa y olvidarse alguno de los papeles importantes o de los dispositivos electrónicos hubiera sido una tragedia. El Cabify la dejó en la puerta de Salidas del aeropuerto Madrid Barajas, pasó el control, esta vez sin problemas, alguna vez le había tocado al azar abrir su maleta y ser registrada por si llevaba alguna sustancia no permitida. El vuelo a Bolonia solía hacer el embarque en las últimas puertas de la terminal,  mientras llegaba a la zona no dejaba de sorprenderse de la arquitectura, luminosidad y colorido de la T4.  No era la primera vez que viaja ese mes a la ciudad italiana así  que cada vez que cogía el vuelo seguía el mismo ritual: presentaba el billete en su móvil, mostraba su identificación, bajaba las escaleras para coger el autobús que la llevaba al avión, dejaba su maleta en el pequeño recuadro amarillo  como indicaban los operarios, antes de meterla en la bodega, subía las escaleras del avión y tras saludar al personal  buscaba su asiento. Era el 3A estaba en buena posición para nada más aterrizar en Bolonia salir lo antes posible y volver a hacer el ritual inverso: cogía su maleta, tomaba el autobús hasta la entrada del aeropuerto, subía unas escaleras que le llevaban a la terminal, salía del aeropuerto y tomaba un Uber hacia su hotel.
Samuel dejó la maleta preparada fuera de la habitación, no quería molestar a Ruth, era demasiado temprano cuando tenía que salir hacía el aeropuerto y estos viajes se habían convertido en algo rutinario, una semana más pasaría  unas 72 horas fuera de casa, después volvería a Madrid y así sucesivamente. Mientras estaba en la cama le daba pereza coger, una vez más, el vuelo a Bolonia y convencer a un grupo de empresarios italianos de la restauración y de la alimentación de incluir  aceite virgen extra español en sus menús, lineales o tiendas gourmet, era un esfuerzo titánico realmente y a esa hora de la madrugada le daba vértigo realizar tanta actividad. Una vez que cogía su maleta parecía transformarse, se convertía en el “León” de las ventas, era imparable, se crecía con las dificultades y se superaba en la búsqueda de soluciones, lo que proporcionaba grandes beneficios a la empresa y  por supuesto a su autoestima. Después de dejar su coche en el aparcamiento del propio aeropuerto, subía a paso ligero hacia “Salidas”, pasaba el control de maletas y se encaminaba a embarcar  al vuelo de Bolonia, puerta número 79 T4 .A Samuel le gustaba la rutina del aeropuerto: presentaba su billete en el móvil a la azafata, mostraba su identificación, bajaba las escaleras para coger el autobús que llevaba a los pasajeros a pie de pista, dejaba que los operarios cogieran su maleta para llevarla a la bodega, subía las escaleras del avión, saludaba a la tripulación y buscaba su asiento. Era el 1D. Al llegar a su destino haría las mismas cosas pero al contrario: recogería la maleta, tomaría  el autobús, subiría unas escaleras hacia la terminal, saldría por la zona de “llegadas”  y cogería el taxi hasta su hotel.

                                                           III

Natharet fue la primera en bajar de la aeronave, había varias maletas en el área de recogida y de repente salió la suya, pensó que esta vez había elegido una bonita  línea de maleta que iba con su estilo, ese gris plata mate la diferenciaba de otras de similar color, quizá debería haber colocado algún distintivo diferenciador, pero inmediatamente se dio cuenta que no había visto ninguna igual a ese modelo, no había porque preocupase, además tenía una identificación numérica por si se perdía en la bodega del avión. Cogió su maleta  y la notó más ligera que por la mañana, fue una sensación de peso diferente pero con las prisas y el nerviosismo por montar en el primer microbús que saldría hacia la terminal, le hicieron despreocuparse de ese pequeño detalle.  Cuarenta y cinco minutos después estaba entrando en el Art Hotel Novecento de Bolonia.
Samuel dejó pasar antes de bajar del avión a una pareja de turistas americanos de cierta edad incluso entabló una pequeña conversación de cortesía, le gustaba hablar en inglés y no dudaba en hacerlo siempre que se daba la ocasión. No había tomado el primer microbús hacia “Llegadas” porque su maleta salió de las últimas de la bodega, al cogerla noto  un ligero incremento de peso, le gustaba viajar con lo imprescindible, un traje, cuatro camisas,  un pijama, ropa interior para 4 días y un minúsculo neceser. Miró su maleta “gris plata mate modelo Elegance” y comprobó que era la suya, pensó que debía haber puesto algún distintivo para identificarla mejor, pero la verdad es que no había visto ninguna como la suya, lo importante la llevaba en su maletín, así que tomo el segundo microbús con tranquilidad,  incluso se sintió afortunado por no estar abarrotado de pasajeros y equipajes.  Cuando Giuseppe, su taxista boloñés, la introdujo en el maletero del coche se dio cuenta que todavía no estaba familiarizado con ella, quizás por eso había dudado con el peso, la eligió en menos de dos minutos en Amazon mientras esperaba a unos clientes en su anterior viaje.  Una hora  después de aterrizar Samuel se registró en el Art Hotel Commercianti de Bolonia.
 
Natharet, subió a la habitación, y con prisas sacó de su bolso el neceser, después de refrescarse la cara, se maquilló, se colocó el pelo espabilándolo un poco y bajo en el ascensor hacia la entrada, allí le esperaba Vittorio, solo necesitaba unos segundos para recordar sus anotaciones, en su bolso se encontraba el dispositivo electrónico  con la presentación “Cubismo: artistas españoles, obras para exposición en Italia”.

Samuel, tuvo unos minutos para dejar el equipaje en la habitación, refrescarse, darse una "peinadita" y bajar de nuevo a la recepción, allí le esperaba Lucca, su asistente italiano para tratar con los diferentes empresarios. Solo necesitaba unos segundos para recordar la exposición mentalmente,  en su bolsillo llevaba el dispositivo electrónico con la presentación “Aceites de Oliva de España: Las denominaciones de origen protegidas”.

                                                           IV

Natharet estaba" literalmente muerta" tenía la sensación de no haber callado en todo el día, la planificación de las exposiciones estaba saliendo como lo había previsto, faltaba resolver algún trámite engorroso entre las administraciones gubernamentales de ambos países, pero nada que fuera imposible, podría haber una cierta demora temporal por la certificación de las obras de arte pero estaba segura que todo estaría preparado para abrir las salas tanto de Bolonia como de Módena desde la segunda semana de abril hasta finales de octubre, aunque las fechas concretas dependerían de la agilidad con que se resolviera los permisos de salida de las obras del Museo de Arte Contemporáneo de Madrid, el transporte y la recepción  de los mismos en Italia. Natharet tenía menos de dos horas para reunirse con Vittorio y un grupo reducido de personas de las salas de arte donde se expondrían las obras, irían a cenar a Módena, le habían dicho que sería una cena especial al coincidir con la celebración del año nuevo judío. Solo necesitaba relajarse bajo la ducha, el trabajo de coordinación estaba hecho, empezaban los trámites burocráticos, ahora solo se quería premiar disfrutando de la cena y del acogimiento de sus colegas italianos. Colocó  la maleta gris plata mate encima de la cama, su peso era mucho más liviano de lo que ella recordaba, con una mueca se felicitó por su elección, abrió la cremallera mientras se quitaba las cuñas de lona negra y con la mano derecha extendió la parte superior del equipaje.

Samuel estaba muy cansado, la jornada había sido agotadora, se había superado esta vez, hacer tres presentaciones con la posibilidad de un pleno de ventas no se conseguía todos los días, ahora quedaba coordinar los trámites de exportación, era cosa de papeleo, tema de venta internacional con todas sus leyes en materia de autorizaciones, consentimientos, restricciones o limitaciones, pero nada imposible de sortear. Tenía menos de dos horas antes de la cena con empresarios de la Cámara de Comercio boloñesa, solo necesitaba tomar una ducha, ponerse debajo del agua caliente y felicitarse por las transacciones económicas que le iban a suponer  un gran prestigio, una buena suma económica en su cuenta bancaria y los beneplácitos de su CEO. Cogió la maleta, comprobó de nuevo el ligero incremento de peso y mientras se descalzaba sus zapatos de piel marrón, abrió la cremallera y ayudándose con la mano derecha extendió la parte superior del equipaje.

                                                         V

Ambos maldijeron varias veces levantando demasiado la  voz, se sintieron cabreados, a la vez inseguros y eso les hizo sentirse  desamparados  por la situación tan ridícula de la confusión. Miraron la etiqueta numérica de sus maletas y comprobaron el resguardo naranja que les había proporcionado la azafata de tierra al embarcar. Efectivamente los números no coincidían, ahora recordaban el momento en que observaron una pequeña  diferencia de peso al recoger su maleta a pie de pista, ella más ligero, el más pesado y volvieron a maldecir por no haber comprobado si era la suya, posiblemente aún hubiera habido tiempo de solucionar el equívoco si hubieran estado más ágiles mentalmente.
Natharet se sentía fatigada, un sudor frío le recorría la espalda hasta tensar la parte superior de su cuello, ladeó varias veces la cabeza, cubrió con sus manos la cara y se puso a llorar,”cómo  iba a presentarse ante Vittorio y los demás a la cena de Rosh-Hashanah en Módena, con la misma ropa que se había puesto a las 5 de la mañana”. Esa maleta que tenía delante de sus ojos, era de un hombre no había nada que le pudiera servir y maldijo de nuevo  su mala suerte,  cuando consiguió tranquilizarse un poco se puso a pensar cómo saldría del apuro. 
Samuel con el puño derecho dio varios golpes en el marco de la puerta del baño,  se quitó la camisa porque sentía que le ahogaba la humedad, los nervios le estaban jugando una mala pasada. Miró hacia el interior de la maleta y  volvió a maldecir, nada de lo que veía en su interior le era útil, solo había  prendas de mujer, se sentó en la cama con los codos sobre sus rodillas, apoyando las manos en la cara, maldijo de nuevo y empezó a pensar cómo salir de esa situación, la cena con los miembros de la Cámara de comercio italiana era importante para cerrar varios asuntos que habían quedado pendientes.
Cogieron su teléfono móvil y llamaron de inmediato al centro de reclamaciones del aeropuerto en Madrid, pero nunca hubo respuesta, o no cogían o comunicaba, era una locura, volvieron a maldecir y aceptaron no poder resolver nada hasta su regreso. Desesperados por la impotencia decidieron  llamar a la recepción del hotel, después de una  extensa explicación de lo ocurrido, la amable recepcionista les buscó una solución, ella hizo que les cambiara la cara, se sintieron mucho mejor, respiraron profundamente y un atisbo de felicidad les recorrió los músculos de la cara. Sus respectivos hoteles estaban en el centro de la ciudad solo necesitaban salir hacia la zona comercial, había tiempo antes del cierre y  podían elegir lo que más les conviniera para su compromiso social.

                                                           VI

Samuel llegó a Madrid el viernes a media tarde, fue directamente a reclamaciones, allí no estaba su maleta, y nadie había reclamado ninguna, su cara de fastidio contrastaba con la tranquilidad de su interlocutora, habría que esperar unos días a que la persona que se hubiera llevado la suya regresara o si por el contrario fuera una persona extranjera esperarían a que contactara telefónicamente. Tuvo que cumplimentar varios papeles para certificar que la maleta que dejaba no era la suya y describir en otros tantos sobre sus pertenencias sin saber si la iba a recuperar. Cuando Natharet aterrizó a primera hora de la tarde del domingo en Madrid, fue directamente al mostrador de reclamaciones, allí la estaban esperando con los datos del dueño de la maleta que llevaba. Por fin respiró, no todo estaba perdido, recuperaría sus cosas, cumplimentó unos formularios con demasiadas preguntas sobre la ropa y objetos de su maleta y con las prendas de la maleta que se había llevado por error, y eso era todo, la compañía se encargaría de solucionar el equívoco. Si algo echaban en falta ya se encargarían los responsables de la aerolínea de ponerles en contacto.  Pensó que lo más fácil sería que ella misma contactara por teléfono con la otra persona, pero no, ese no era el protocolo aéreo adecuado en estos casos.
Estaba dormida cuando sonó el timbre agudo de su puerta,  eran las 8.30 de la mañana del lunes y ya estaba allí el repartidor del aeropuerto con su maleta, firmó el resguardo de haberla recibido y sin más se fue. Ella la abrió y comprobó que todo estaba tal cual lo había ordenado, no faltaba nada. Se sintió mejor que nunca, la deshizo  y se puso en marcha hacia su despacho.
Samuel vio su maleta en la habitación,  ya era muy tarde cuando regresó a casa el lunes por la noche, había sido una jornada de trabajo muy larga, Ruth la tenía abierta encima de la cama, todo parecía estar en orden, eran pocas cosas las que había llevado a Bolonia. Se fijó en una nota con membrete del  Art Hotel Novecento,  estaba entremetida en las gomas elásticas que sujetaban las camisas delicadamente dobladas, “lo siento muchísimo, disculpe las molestias ocasionadas, mi nombre es Natharet  Espinosa”, escrito más grande había un número de teléfono móvil. Samuel, tuvo el impulso de marcar de inmediato, tenía la necesidad de aclarar lo sucedido, le había fastidiado la situación y estaba claro que la culpa había sido de ella al tomar una maleta equivocada, en ese momento solo tenía ganas de abroncarla y quizás de sobrepasar los límites de la educación. Fue Ruth la que lo tranquilizó y consiguió que cortara la llamada después de varios tonos. Al fin y al cabo se habían solucionado varias situaciones embarazosas y había conseguido salir airoso de los compromisos italianos. De vuelta a casa la tensión había desaparecido, tampoco fue algo tan grave como para ponerse ahora a discutir.  Pasados unos minutos,  ya más sereno,  pinchó en el número marcado anteriormente, y al quinto tono escuchó una voz de mujer agradable y  muy cálida, casi sin darse tiempo a pensar dijo: “Hola soy Samuel Tur ¿eres Nazathet?” Ella le pidió disculpas, se sentía avergonzada por lo sucedido. En menos de un minuto se estaban contando cómo habían salido del apuro y lo que parecía que iban a ser reproches se convirtieron en carcajadas y anécdotas. Prácticamente habían estado en las mismas tiendas comprando apresuradamente, la ropa para la cena que cada uno iba a tener. 



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