lunes, 2 de enero de 2017

LA PUERTA DE ATRÁS DE LA NAVIDAD

En este cuento no hay pista de hielo, no hay reencuentro de dos jóvenes que después de besarse sienten como la nieve les acaricia las mejillas y les viene la carcajada y dan vueltas con los brazos abiertos de felicidad. Tampoco los niños  bajan por ninguna escalera  a coger sus regalos perfectamente envueltos. En este relato falta  también el piano y los que cantan villancicos a su alrededor. Falta la llegada de los que están fuera y aparecen de repente en la puerta principal cargados con bolsas llenas de fantásticos regalos. No hay muérdago en la puerta y el abeto es un simple pino de plástico.
Alguien me ha dicho que esas “vidas” sólo aparecen en las películas americanas, ¡pero son historias tan bonitas, son situaciones tan maravillosas!, que te dan ganas de ser uno de esos personajes de la película que acaban de echar en “la tele” el sábado por la tarde, previo al comienzo de las vacaciones navideñas.
Pero la realidad, en muchos casos es diferente, hay un precipicio entre lo que nos gustaría que ocurriera  y lo real.  Hay  Navidades que son otra película, y que dejan las casas sin decorar: es la historia de una mujer llena de soledad, recién estrenada su viudedad, es aquella que ha sufrido la pérdida del hijo, es la narración del que se ha enterado de una enfermedad grave, de los hijos que han perdido a su madre horas antes de preparar las uvas del año que iba a comenzar, es el llanto del que se desespera por la pérdida de trabajo, es la angustia del padre que no encuentra cómo sacar un poco más de dinero para llevar a casa, es el cuento del que recibe la noticia de que su familia estaba de vacaciones en el lugar donde un asesino ha cometido un atentado. Es la historia del que se siente solo sin saber cómo decorar el perímetro de su casa para tener un poco más de calor. Es la del joven enamorado que no es correspondido, la del menor acosado y humillado que no sabe cómo encender las velas que decoran la cena familiar. Sí, nos faltan muchas historias bonitas incluso hasta parece imposible que todo esto pueda ocurrir mientras miramos al cielo para ver caer ese copo de esperanza y sonreír a la suma de copos que empapan nuestra cara mientras damos vueltas en la pista de hielo, abrazados, deseando quedarnos para siempre en ese momento de felicidad…
Pero esas historias que forman parte de la vida cotidiana, aunque tristes, también son como la puerta de atrás de un paréntesis que se llama  Navidad.

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