sábado, 31 de diciembre de 2022

YO SÍ HE PUESTO EL ÁRBOL DE NAVIDAD

 



UN ÁRBOL TARDÍO

Seguro que no te crees que he puesto el árbol de Navidad el día 30 de diciembre, un día por otro y así hasta llegar al día de hoy. Tengo que decirte que es un tema de suerte, porque si lo pienso bien, es una locura a estas alturas de las fiestas ponerme con las bolitas y los espumillones.  Sabía que tenía que ponerlo antes de que acabara la Navidad, sino mis deseos se iban a volver en mi contra o lo que es peor mi vida iba a seguir un camino rematadamente adverso. Pero ya sabes, la pereza era mayor que pensar en todo lo bueno que me iba a deparar el nuevo año.

No sé dónde escuché que sin árbol de Navidad todo iría de mal en peor y yo como todas esas cosas me las creo a “pie juntillas”, no quería correr ningún riesgo. No vaya a ser que por no montarlo arriesgue demasiado mi destino.

Las prisas me entraron después de recibir el whatsApp de Isra, no sé cómo tenía mi teléfono. Es cierto que aquí nos conocemos todos, pero hacía tiempo que no veía al chaval y por supuesto yo no tenía el suyo. Me fijé en él, el primer día que se puso detrás de la barra del restaurante, pero tengo que decirte, que como cuando aparece un nuevo camarero, o sea, la novedad hace que la rutina se convierta en un aliciente para seguir trabajando. Esta vez para serte sincera, pensé que era  ”guapísimo”. Alguien se encargó de decirme que conocía a su novia. No sé por qué después de crearte una fantasía en tu cabeza aparece un “aguafiestas” a desmontarte la película y tú te repites una y otra vez –Ah bueno paso, no es mi tipo− cuando no es verdad.

Para tener novia, los mensajitos eran bastante continuos, a lo mejor era un invento de quién lo había dicho. Las miradas decían más que las palabras y ambos nos poníamos “ojitos”. Ya no te digo cuando a media tarde me traía a la recepción un “latte Macchiato” o un “cappuccino” o un “espresso”, cada día era un café diferente, el caso era impresionarme, hacer que me fijara en él y que me sintiera a gusto con su presencia, en los pocos minutos de contacto mientras venía, dejaba el café y se volvía a la barra. Te diré que haciendo memoria lo había visto varias veces e incluso había coincidido en el gimnasio, aunque él daba clases de aerobic y yo soy más de aparatos. Por eso nunca me había llamado la atención.

Entiendes mi locura del árbol ¿no? Al principio lo quería poner por la suerte en general, −ya sabes−, las cosas de la vida sin contratiempos ni incidentes. Ahora era un tema vital, la suerte tenía que estar de mi lado y no dejar resquicio alguno al “mal fario”. Si tengo una posibilidad de tener un “rollo” con él, lo mejor es montarlo ya, dejar mi vagancia a un lado y no pasar un día más sin que las lucecitas de colores se pongan de mi lado. Ya sabes que yo mucha suerte con los tíos no tengo, pero no sé por qué me da, que esta vez va ser diferente.

Lo malo es que, cuando fui a conectar el enchufe para que mi Árbol de Navidad brillara con luz propia, se cayó una de las bolas doradas y se hizo añicos. Tú qué crees que quiere decir. No será lo mismo como cuando se rompe un espejo que hay siete años de mala suerte. Dime que no, que eso no me va a ocurrir a mí. No, claro que no, o sí…


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