domingo, 16 de julio de 2017

MÚSICA PARA INCRÉDULOS


Ella me lo dijo con su mirada, pero yo no quería creerlo, mi hermana pequeña confiaba en nosotros, confiaba en mí…
 Era una tarde tormentosa festividad de San Pedro y estaba deseando que llegara la noche, tenía planes con mis Amigos. Después de la hoguera iríamos a la plazoleta y nos dedicaríamos a correr entre las acacias con los tirachinas que había preparado en el taller de mi abuelo. Ese año los mayores habían organizado por primera vez un concurso de canciones y mi madre se empeñaba en convencerme de que mi hermana mediana y yo nos presentáramos, al fin y al cabo no había mucho que perder, no era una cosa trascendente en nuestra vida y el premio era un enorme paquete lleno de bolsas de pipas. No me interesaba lo más mínimo el botín y mucho menos el concurso, solo quería divertirme con mis amigos y mis primos intentando esperar a los rescoldos de la hoguera para poder saltarla. Es cierto que mi hermana tenía una voz impresionante y que cualquier canción que interpretaba no dejaba de llamar la atención, estudiaba piano y tenía un gran sentido musical. Pero yo no me veía acompañándola en ese concurso porque mi voz era penosa, aunque no lo veía así mi madre que no dejaba de insistir en el concurso. Yo solo tatareaba canciones cuando acompañaba a mi tío a la radio y de la fonoteca de Radio Popular Hilario traía un ”sencillo” para rellenar la noticia, el reportaje o el editorial y se oía con un volumen que acababa por meterse en la cabeza  repitiendo sin parar los tonos de la melodía hasta llegar a la extenuación, pero nada más, lo de cantar no era lo mío y le iba a hacer pasar un gran ridículo a mi hermana. Así que yo cantar no cantaba y mi madre se había empeñado en que era necesario que la acompañara  a ese "absurdo concurso", además yo lo tenía claro, quien se tenía que presentar era ella sola. Lo hacía genial no me necesitaba a mí, seguro que hasta ganaba el premio, estaba tan convencido que si cantaba con ella la dejaría en ridículo que cuanto más me insistía mi madre más me negaba yo. Recuerdo que la insistencia de ella fue tema recurrente toda la tarde y lo mismo yo “que no que no”. No se daba cuenta de la vergüenza que iba a pasar, además mis amigos se burlarían de mí y era un rollo, yo solo estaba pensando en la hoguera y en las carreras que iba a echar con los amigos probando los tirachinas y ella “¡que venga y venga!”
No había manera de convencerla que me dejara en paz con el maldito concurso, yo no quería subirme a un escenario y que me viera allí todo el mundo. Estábamos en la galería de la casa, después de la tormenta salían tímidamente los rayos del sol y la sentí  llorar, ese momento me hizo enternecerme, me impresionó su súplica y accedí a hacer una prueba con mi hermana después de varias horas de negativa. La canción no era otra que la de moda del momento "Marionetas en la cuerda" de Sandie Shaw, que acababa de ser premiada en Eurovisión. _“Solo inténtalo una vez y verás que bien lo haces, anda por favor, solo una vez”_ me repitió mi madre. Cuando vi los ojos de mi hermana pequeña supe que ella confiaba en mí, confiaba en nosotros, y me hizo ver que era imposible ir contra mi madre. La vi llorar de emoción y yo mismo me sorprendí de oírme acompasado con mi hermana que no había duda de su voz. La canción nos la sabíamos muy bien y aunque nos trabábamos en alguna estrofa,  la repetimos un par de veces y la dejamos lista para el concurso.
A las 10 de la noche comenzó el concurso, éramos los quintos, una vez en el escenario me concentré en la canción “Marionetas en la cuerda”, mi hermana me iba marcando el ritmo y los tiempos de entrada de la letra "¡Ay si tú me quisieras lo mismo que yo…"  y el público se entregó a nuestra interpretación como si fuéramos los ganadores europeos de la edición de ese año. Desde el escenario veía a mi madre emocionada, a mi hermana pequeña atenta y nerviosa, toda mi familia y amigos estaban pendientes, los veía a todos sorprendidos, emocionados y acompañándonos en el estribillo, no se burlaban ni se reía de nosotros. Mi hermana y yo seguíamos "pero somos marionetas bailando sin fin en la cuerda del amor…"  y se iba pasando el momento “dando vueltas de amor viviré, no sé ni dónde vas ni dónde me llevarás” y la ovación fue unánime “un payaso de feria seré queriéndote siempre así” y desde el escenario veía como aplaudían todos hasta llegar al momento final “ ¡Marionetas en la cuerda, en la cuerda del A-MOR!”.  Mi madre estaba feliz, le había costado convencerme, yo me había resistido fuertemente pero ahí estábamos los tres con el objetivo cumplido. Ahora solo quedaba esperar al final del concurso, éramos 13 participantes.
El jurado  votó  por aclamación y nos hizo los ganadores del primer certamen de Música de Barrio 1967. Mi hermana y yo subimos de nuevo al escenario a recoger nuestro premio: un enorme saco lleno de bolsas de pipas Facundo, las del Toro. Volvimos a cantar la canción con todos los que estaban  acompañándonos... Con el último acorde vimos encenderse la hoguera de San Pedro, mi madre tenía razón no pasaba nada por presentarnos al concurso, claro que una vez pasado los nervios y habiendo ganado el primer premio todas mis dudas eran más fáciles de encajar. Esa noche comenzó el verano para mí. Mis padres me dejaron quedarme hasta tarde para poder saltar la hoguera y después en la plazoleta invité a mis amigos a tomar las pipas del premio. Nunca más me he vuelto a presentar a un concurso musical, ni a ningún otro tipo de concurso.

Desde hace años doy semanalmente la oportunidad a jóvenes que quieran introducirse en el mundo de la música, y que por las razones que sea nadie les ha dado la ocasión de “crecerse” ante una audición en mi programa de radio “Música para incrédulos” es para todos aquellos que cómo yo se sorprenden de lo que pueden hacer por la música y estén empeñados, aunque sea una tarde de tormenta, en que el miedo escénico les inunde y realmente lo que tiene que salir es la emoción que llevan dentro y dejar que una madre con su tenacidad les acabe convenciendo. 


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