Antes de llegar a la redacción ya había estructurado en mi cabeza el contenido de la noticia, solo quedaba sentarme en la sala de prensa, abrir el ordenador y escribir de manera coherente toda la información que llevaba días recabando “sobre incertidumbre económica y valor refugio”, iba a ser fácil echar la mañana preparando el texto definitivo. El titular ya estaba elegido desde hacía días, quería que fuera algo impactante, que generara motivación en el lector, no solo para que fuera leído sino para que hubiera debate e interacción en los comentarios. El artículo saldría en la edición digital de la tarde.
En el atasco de camino al periódico me venían recuerdos de
vocablos repetidos, distorsionados por el
sueño. “Volatilidad,
incertidumbre, recesión”, era ahora cuando ponía en orden todos mis
análisis y conectaba términos como “turbulencia,
activos, exposición a pérdidas, contracción, porcentaje”. En el coche me parecían absurdas todas esas
imágenes oníricas, esas ideas que la noche deformaba, volviéndolas repetitivas y agobiantes. En mi caso
levantarme me devuelve a la realidad y casi siempre es mucho mejor que lo que
veo en mis sueños.
Llevaba tantos días con este tema que me fue fácil hacer
similitudes y comparaciones entre conceptos económicos y conceptos vitales. Estar casi una hora en un atasco cada mañana da para mucho y mi
“cabeza” no deja de darle vueltas a las cosas, no puede “no pensar”. La
importancia del Valor Refugio no solo me dio por verlo en el terreno económico sino
que busqué este gran valor en la vida real, en la existencia humana, en la que
no se preocupa mucho de números,
porcentajes, o inversiones. Analizando estas dos palabras es fácil
entender que es un gran concepto y que está presente diariamente en momentos
tan cotidianos que me sorprende comprobar como
somos grandes consumidores del Valor Refugio. Un refugio es un lugar donde protegerse cuando algo no va bien. La
palabra valor no es más que la
importancia que damos a algo, en este caso es el activo más preciado que
tenemos para refugiarnos. Si tenemos ese valor, es como estar salvados
eludiendo todo aquello que no está funcionando, que va mal o que posponemos
para otro momento.
En mi opinión, el origen de este Valor Refugio comenzó el día que a alguien se le ocurrió que la
televisión se podía ver desde la cama. Y una amplia mayoría de personas se
lanzó a comprar un televisor extra, con lo que abrió la brecha de la
comunicación conyugal. Por supuesto que anteriormente ya existía este Valor, aunque no tenía tanta fuerza como ha adquirido
en nuestros días y así uno se refugiaba
en un libro, en un periódico, en un programa de radio o en un dolor físico para
no tener que rendir cuentas de nada, escurrir el bulto o para eludir
compromisos. Aunque estos activos no tenían la solidez de cortar en seco una
conversación angular, no eran lo suficientemente potentes para despistar ese
momento comprometido. Con el poder del gran aparato televisivo pareció llegar
la “Era moderna” de la digitalización y de ahí hasta nuestros días, Modernidad
5.0 y esta nueva manera de entender el Valor Refugio ha ido copando momentos importantes
de nuestra vida. Cuando la economía no
va bien, cuando hay indicadores de recesión e inflación, los inversores se
refugian invirtiendo en un metal precioso como oro. Cuando la familia se
tambalea o cuando una situación cotidiana se complica, el Valor Refugio es el mayor exponente
de los valores que tenemos a nuestro alcance y los activos a los que se
acude para esconder la turbulencia del momento son objetos que van desde una
máquina de juego como la X-Box al ordenador pasando por una tableta y llegando
a un móvil de última generación. Éste último es el gran refugio del momento, es
el oro del día a día, “el objeto
oscuro de deseo” que te saca de enfrentarte a lo que sea. Siempre hay una lista
de contactos esperando en la pantalla para enviarles un mensaje o incluso para
comprobar los que has recibido, o mejor entrar en Internet para consultar las
páginas de ventas o echar un ojo a toda la oferta periodística digital. Tocar
la pantalla aisla rápidamente y deja para otro momento la situación ansiosa. Elegir
ese gesto es apartarse, poner separación de por medio y crear un momento
paralelo, un refugio de aplazamiento poniendo cara de “lo dejamos para más
tarde o ya veremos” y es así como se genera una especie de aversión al riesgo
de hablar, fobia al enfrentamiento real o antipatía al esfuerzo de querer
mejorar. Cuando el miedo triunfa en la desaceleración económica, los inversores
se refugian en valores como los Fondos cotizados, metales preciosos o monedas
estables cuya credibilidad está fuera de duda. Cuando eso ocurre en la vida
cotidiana, el fondo más cotizado, el activo defensivo utilizado para refugiarse
es la tecnología en todas sus
variedades y eso no deja de ser una barrera, o un mecanismo de evasión que más
que un valor al alza es un valor defensivo, en este caso más volátil que la
fuerza de la expresión y con una escasa cotización pero muy útil para librarse
de un momento comprometido.
El coche de atrás
estaba impaciente por mi lentitud y
despiste al volante, no estaba en lo que tenía que estar y el sonido de su
bocina me devolvió a la atención de la carretera.
La dinámica de la redacción es tan activa que no me queda más
remedio que centrarme y redactar el artículo para la edición de la tarde. Me gusta
el bullicio que se genera entre los redactores, me concentro con el ajetreo de
la sala y me resulta fácil hilar las ideas en este ambiente. Aún me sorprendo
cuando un artículo aparece en primera
plana con mi nombre, es extraño verlo plasmado debajo del título. A veces me
resulta ilusorio que quien lo firma sea yo, es un momento espiritual de orgullo
interior que me hace grande.
Ahorro, Bolsa e Inversión
Ali Bounti
He abierto el ordenador para comprobar como ha sido maquetado
finalmente. A la vez y casi un acto
reflejo he abierto el teléfono para comprobar cómo se ve el artículo en formato
móvil. De repente he pensado que pinchar en mi reportaje más que atraer a un
determinado público interesado en finanzas, pudiera estar sirviendo a alguien como
refugio, como una inversión negativa para no afrontar lo que realmente importa.
El antídoto está en actos tan simples como hablar
para entenderse o para solucionar malos entendidos. Se trata de no obviar el
cuerpo a cuerpo, desechar la protección de los elementos externos. El verdadero
amparo está en nosotros mismos y en la fuerza de romper el miedo a la
comunicación.
Excelente!! Precioso post! Los humanos seguimos necesitando la misma seguridad de cuando vivíamos en cuevas. Las “cuevas” actuales son más sofisticadas, son incluso tecnológicas, pero psicológicamente tienen la misma función.
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