Ella me lo dijo con su mirada, pero yo no quería
creerlo, mi hermana pequeña confiaba en nosotros, confiaba en mí…
Era una
tarde tormentosa festividad de San Pedro y estaba deseando que llegara la
noche, tenía planes con mis Amigos. Después de la hoguera iríamos a la
plazoleta y nos dedicaríamos a correr entre las acacias con los tirachinas que
había preparado en el taller de mi abuelo. Ese año los mayores habían
organizado por primera vez un concurso de canciones y mi madre se empeñaba en
convencerme de que mi hermana mediana y yo nos presentáramos, al fin y al cabo
no había mucho que perder, no era una cosa trascendente en nuestra vida y el
premio era un enorme paquete lleno de bolsas de pipas. No me interesaba lo más
mínimo el botín y mucho menos el concurso, solo quería divertirme con mis
amigos y mis primos intentando esperar a los rescoldos de la hoguera para poder
saltarla. Es cierto que mi hermana tenía una voz impresionante y que cualquier canción
que interpretaba no dejaba de llamar la atención, estudiaba piano y tenía un
gran sentido musical. Pero yo no me veía acompañándola en ese concurso porque
mi voz era penosa, aunque no lo veía así mi madre que no dejaba de insistir en
el concurso. Yo solo tatareaba canciones cuando acompañaba a mi tío a la radio
y de la fonoteca de Radio Popular Hilario traía un ”sencillo” para rellenar la
noticia, el reportaje o el editorial y se oía con un volumen que acababa por
meterse en la cabeza repitiendo sin
parar los tonos de la melodía hasta llegar a la extenuación, pero nada más, lo
de cantar no era lo mío y le iba a hacer pasar un gran ridículo a mi hermana. Así
que yo cantar no cantaba y mi madre se había empeñado en que era necesario que la acompañara a ese "absurdo
concurso", además yo lo tenía claro, quien se tenía que presentar era ella
sola. Lo hacía genial no me necesitaba a mí, seguro que hasta ganaba el
premio, estaba tan convencido que si cantaba con ella la dejaría en ridículo
que cuanto más me insistía mi madre más me negaba yo. Recuerdo que la
insistencia de ella fue tema recurrente toda la tarde y lo mismo yo “que no que
no”. No se daba cuenta de la vergüenza que iba a pasar, además mis amigos se
burlarían de mí y era un rollo, yo solo estaba pensando en la hoguera y en las carreras
que iba a echar con los amigos probando los tirachinas y ella “¡que venga y
venga!”
No había manera de convencerla que me dejara en
paz con el maldito concurso, yo no quería subirme a un escenario y que me viera
allí todo el mundo. Estábamos en la galería de la casa, después de la tormenta
salían tímidamente los rayos del sol y la sentí llorar, ese momento me hizo enternecerme, me
impresionó su súplica y accedí a hacer una prueba con mi hermana después de
varias horas de negativa. La canción no era otra que la de moda del momento "Marionetas en la cuerda" de
Sandie Shaw, que acababa de ser premiada en Eurovisión. _“Solo inténtalo una
vez y verás que bien lo haces, anda por favor, solo una vez”_ me repitió mi
madre. Cuando vi los ojos de mi hermana pequeña supe que ella confiaba en mí,
confiaba en nosotros, y me hizo ver que era imposible ir contra mi madre. La vi llorar de emoción y yo mismo me sorprendí de oírme acompasado con mi
hermana que no había duda de su voz. La canción nos la sabíamos muy bien y
aunque nos trabábamos en alguna estrofa, la repetimos un par de veces y la dejamos lista
para el concurso.
A las 10 de la noche comenzó el concurso, éramos
los quintos, una vez en el escenario me concentré en la canción “Marionetas en la cuerda”, mi hermana me
iba marcando el ritmo y los tiempos de entrada de la letra "¡Ay si tú me quisieras lo mismo que yo…" y el público se entregó a nuestra
interpretación como si fuéramos los ganadores europeos de la edición de ese año.
Desde el escenario veía a mi madre emocionada, a mi hermana pequeña atenta y
nerviosa, toda mi familia y amigos estaban pendientes, los veía a todos
sorprendidos, emocionados y acompañándonos en el estribillo, no se burlaban ni
se reía de nosotros. Mi hermana y yo seguíamos "pero somos marionetas bailando sin fin en la cuerda del amor…"
y se iba pasando el momento “dando vueltas de amor viviré, no sé ni dónde
vas ni dónde me llevarás” y la ovación fue unánime “un payaso de feria seré queriéndote siempre así” y desde el
escenario veía como aplaudían todos hasta llegar al momento final “ ¡Marionetas en la cuerda, en la cuerda del
A-MOR!”. Mi madre estaba feliz, le
había costado convencerme, yo me había resistido fuertemente pero ahí estábamos
los tres con el objetivo cumplido. Ahora solo quedaba esperar al final del
concurso, éramos 13 participantes.
El jurado votó
por aclamación y nos hizo los ganadores del primer certamen de Música de
Barrio 1967. Mi hermana y yo subimos de nuevo al escenario a recoger nuestro premio:
un enorme saco lleno de bolsas de pipas Facundo, las del Toro. Volvimos a
cantar la canción con todos los que estaban
acompañándonos... Con el último acorde vimos encenderse la hoguera de
San Pedro, mi madre tenía razón no pasaba nada por presentarnos al concurso, claro que una vez pasado los nervios y habiendo ganado el
primer premio todas mis dudas eran más fáciles de encajar. Esa noche comenzó el
verano para mí. Mis padres me dejaron quedarme hasta tarde para poder saltar la
hoguera y después en la plazoleta invité a mis amigos a tomar las pipas del
premio. Nunca más me he vuelto a presentar a un concurso musical, ni a ningún otro
tipo de concurso.
Desde hace años doy semanalmente la oportunidad a jóvenes
que quieran introducirse en el mundo de la música, y que por las razones que
sea nadie les ha dado la ocasión de “crecerse” ante una audición en mi programa
de radio “Música para incrédulos” es
para todos aquellos que cómo yo se sorprenden de lo que pueden hacer por la
música y estén empeñados, aunque sea una tarde de tormenta, en que el miedo escénico
les inunde y realmente lo que tiene que salir es la emoción que llevan dentro y
dejar que una madre con su tenacidad les acabe convenciendo.