Me viene a la memoria claramente cuál
ha sido mi primer recuerdo, la verdad es que cuando se lo cuento a la gente se
ríe porque sinceramente es bastante ridículo, he intentado que mi cerebro sitúe
otros acontecimientos de mi vida más
interesantes como mi primer recuerdo, ¡pero
nada!, todos se sitúan en momentos posteriores a ese primero.
Mi recuerdo no es una situación
sorprendente, un viaje inesperado, un encuentro fascinante o un momento de
angustia, algo realmente bonito o especialmente feo… ¡No, eso no es!
Mi familia acostumbraba a pasar
una semana en Gijón, disfrutando de la playa, del buen o mal tiempo
característico del norte. No me acuerdo de esos días, ni siquiera tengo
consciencia de pisar una playa, tocar la arena o ver la inmensidad del mar
Cantábrico, el sol en mi piel, los cubos y las palas que cualquier niño lleva
como un tesoro para construir su castillo imaginario; ni siquiera recuerdo el
contacto del cuerpo con el agua fría, el ir y venir de niños, sus voces, sus
gritos, sus risas o sus llantos…eso sería lo que cualquier persona recordaría.
Pero yo, parece que no.
Sé, porque me lo ha dicho mi familia, que
íbamos unas 15 personas entre tíos y primos a pasar unos días de vacaciones a
la playa, pero yo ni siquiera me acuerdo de ese jaleo, seguro era
divertidísimo, en mi memoria no ha quedado grabada ninguna imagen idílica de
esos momentos.
Estos días he estado viendo
fotografías de aquella época, han pasado unos 50 años y aunque me veo en ellas
no puedo recordar nada, voy en una silla, me río, me baño, juego, se me ve
feliz con todos…pero justo eso es lo que no encuentro en mi memoria, lo que no
recuerdo.
Mis primos me han contado muchas anécdotas de
esas vacaciones, ellos eran mayores e
iban un poco a su aire sobre todo hacían muchas pillerías en las que yo no
participaba por ser más pequeña. En ese
momento al que me refiero tenía 3 años y por mucho que me fijo en las
fotografías no consigo sacar una anécdota clara que me sitúe jugando con todos
ellos, como sería lo normal. Mi familia siempre ha sido muy graciosa y estando
todos juntos, bastante ruidosa pero no consigo oír las voces de ese momento, no
consigo ver las situaciones de aquellos días del mes de julio con mi familia.
Mi primer recuerdo efectivamente
es de aquella época, en Gijón, el lugar
donde íbamos a veranear, desde luego no se trata de sus playas o de la bahía donde
nos bañábamos, o del jaleo que todos hacíamos disfrutando de los días estivales,
¡no que va!, mi recuerdo no tiene nada de bonito, ni de especial, ni es tierno,
ni tiene que ver con situaciones de miedo, angustia o excepción, pero sí tiene
que ver con algo que realmente me impresionó, con algo que llamó mi atención
frente a todo lo demás…mi recuerdo se basa en un objeto material. Ahora sé que
es un objeto, pero entonces era algo muy concreto y real.
Un objeto sorprendente puesto en
un lugar equivocado y sobre todo fuera de toda lógica o explicación racional
para una niña de tan sólo 3 años.
A la hora de comer era todo un lío de
organización, mi madre me contó que como
era la más pequeña del grupo enseguida me sentaban a la mesa, supongo para que
no protestar por querer comer y no tener paciencia para esperar; desde la
posición en la que me colocaban y olvidándome del bullicio que debía haber, ya
que yo no lo recuerdo; me fijé en la pared que tenía enfrente de mí, en su
parte más alta había una paellera negra, con su arroz amarillo, con mejillones , unas cigalas enormes sobresalían
un poco por los bordes, e incluso podía apreciar unas tiras de pimiento rojo. Era
una paella valenciana recién hecha y el tamaño de esa paellera era como el de
un plato plano, como los que usábamos para comer el postre.
Ese fue mi momento glorioso, el
ser consciente de ver algo cotidianamente conocido, colocado en un sitio fuera de su lugar
habitual, y por tanto lo hacía extraordinariamente anormal, lo que provocó que
esa paellera valenciana fuera mi primer recuerdo.
Yo no tenía explicación para
semejante anormalidad, y en aquella mesa, llena de ruido, risas y voces, como
me han contado los primos que sucedía cada día a la hora de comer, lo más
probable es que ninguno me hubiera hecho caso y si lo hubieran hecho las
carcajadas habrían sido fenomenales ya que para ellos era normal que una
paellera estuviera en la pared. No era más que un objeto decorativo bastante
corriente en aquella época, que se ponía en las cocinas españolas como símbolo
de nuestra identidad nacional.
Es cierto que un recuerdo y sobre
todo el primero es la impresión de algo que te sorprende, algo que se sale de
lo común y permanece para siempre en la memoria de las personas. En mi caso fue "la paella valenciana cocinada en una
paellera que estaba colgada en una pared"; para mí era tan real como las que
hacía mi madre o mi abuela todos los sábados. Ese objeto decorativo fue tan
impresionante que todo lo demás que había a mi alrededor no fue motivo de
recuerdo, es por eso que yo nunca he estado en Gijón con mi familia, ni he
disfrutado de aquellos momentos de las vacaciones de verano en torno a 1965 y
la primera vez que vi el mar fue con 8 años.