lunes, 15 de junio de 2020

EL VALOR DE PERMANECER EN EL REFUGIO



Antes de llegar a la redacción ya había estructurado en mi cabeza el contenido de la noticia, solo quedaba sentarme en la sala de prensa, abrir el ordenador y  escribir de manera coherente  toda la información que llevaba días recabando “sobre incertidumbre económica y  valor refugio”, iba a ser fácil echar la mañana preparando el texto definitivo. El titular ya estaba elegido desde hacía días, quería que fuera algo impactante, que generara motivación en el lector, no solo para que fuera leído sino para que hubiera debate e interacción en los comentarios. El artículo saldría en la edición digital de la tarde.  

En el atasco de camino al periódico me venían recuerdos de vocablos repetidos, distorsionados por el  sueño. “Volatilidad, incertidumbre, recesión”, era ahora cuando ponía en orden todos mis análisis y conectaba términos como “turbulencia, activos, exposición a pérdidas, contracción, porcentaje”.  En el coche me parecían absurdas todas esas imágenes oníricas, esas ideas que la noche deformaba, volviéndolas  repetitivas y agobiantes. En mi caso levantarme me devuelve a la realidad y casi siempre es mucho mejor que lo que veo en mis sueños.

Llevaba tantos días con este tema que me fue fácil hacer similitudes y comparaciones entre conceptos económicos y conceptos vitales.  Estar casi una hora en  un atasco cada mañana da para mucho y mi “cabeza” no deja de darle vueltas a las cosas, no puede “no pensar”. La importancia del  Valor Refugio no solo me dio por verlo en el terreno económico sino que busqué este gran valor en la vida real, en la existencia humana, en la que no se preocupa mucho de números,  porcentajes,  o inversiones.  Analizando estas dos palabras es fácil entender que es un gran concepto y que está presente diariamente en momentos tan cotidianos que me sorprende comprobar como  somos grandes consumidores del Valor Refugio. Un refugio es un lugar donde protegerse cuando algo no va bien. La palabra valor no es más que la importancia que damos a algo, en este caso es el activo más preciado que tenemos para refugiarnos. Si tenemos ese valor, es como estar salvados eludiendo todo aquello que no está funcionando, que va mal o que posponemos para otro momento.

En mi opinión, el origen de este Valor Refugio comenzó el día que a alguien se le ocurrió que la televisión se podía ver desde la cama. Y una amplia mayoría de personas se lanzó a comprar un televisor extra, con lo que abrió la brecha de la comunicación conyugal. Por supuesto que anteriormente ya existía este Valor,  aunque no tenía tanta fuerza como ha adquirido en nuestros días  y así uno se refugiaba en un libro, en un periódico, en un programa de radio o en un dolor físico para no tener que rendir cuentas de nada, escurrir el bulto o para eludir compromisos. Aunque estos activos no tenían la solidez de cortar en seco una conversación angular, no eran lo suficientemente potentes para despistar ese momento comprometido. Con el poder del gran aparato televisivo pareció llegar la “Era moderna” de la digitalización y de ahí hasta nuestros días, Modernidad 5.0 y esta nueva manera de entender el Valor Refugio ha ido copando momentos importantes de nuestra vida.  Cuando la economía no va bien, cuando hay indicadores de recesión e inflación, los inversores se refugian invirtiendo en un metal precioso como oro. Cuando la familia se tambalea o cuando una situación cotidiana se complica, el Valor Refugio es el mayor exponente  de los valores que tenemos a nuestro alcance y los activos a los que se acude para esconder la turbulencia del momento son objetos que van desde una máquina de juego como la X-Box al ordenador pasando por una tableta y llegando a un móvil de última generación. Éste último es el gran refugio del momento, es el oro del día a día, “el objeto oscuro de deseo” que te saca de enfrentarte a lo que sea. Siempre hay una lista de contactos esperando en la pantalla para enviarles un mensaje o incluso para comprobar los que has recibido, o mejor entrar en Internet para consultar las páginas de ventas o echar un ojo a toda la oferta periodística digital. Tocar la pantalla aisla rápidamente y deja para otro momento la situación ansiosa. Elegir ese gesto es apartarse, poner separación de por medio y crear un momento paralelo, un refugio de aplazamiento poniendo cara de “lo dejamos para más tarde o ya veremos” y es así como se genera una especie de aversión al riesgo de hablar, fobia al enfrentamiento real o antipatía al esfuerzo de querer mejorar. Cuando el miedo triunfa en la desaceleración económica, los inversores se refugian en valores como los Fondos cotizados, metales preciosos o monedas estables cuya credibilidad está fuera de duda. Cuando eso ocurre en la vida cotidiana, el fondo más cotizado, el activo defensivo utilizado para refugiarse es la tecnología en todas sus variedades y eso no deja de ser una barrera, o un mecanismo de evasión que más que un valor al alza es un valor defensivo, en este caso más volátil que la fuerza de la expresión y con una escasa cotización pero muy útil para librarse de un momento comprometido.

 El coche de atrás estaba impaciente por mi  lentitud y despiste al volante, no estaba en lo que tenía que estar y el sonido de su bocina me devolvió a la atención de la carretera.

La dinámica de la redacción es tan activa que no me queda más remedio que centrarme y redactar el artículo para la edición de la tarde. Me gusta el bullicio que se genera entre los redactores, me concentro con el ajetreo de la sala y me resulta fácil hilar las ideas en este ambiente. Aún me sorprendo cuando un artículo aparece en  primera plana con mi nombre, es extraño verlo plasmado debajo del título. A veces me resulta ilusorio que quien lo firma sea yo, es un momento espiritual de orgullo interior que me hace grande.

Ahorro, Bolsa e Inversión

Valores refugio, cuando el miedo triunfa en tiempos de turbulencia.

Ali Bounti

He abierto el ordenador para comprobar como ha sido maquetado finalmente. A la vez y casi  un acto reflejo he abierto el teléfono para comprobar cómo se ve el artículo en formato móvil. De repente he pensado que pinchar en mi reportaje más que atraer a un determinado público interesado en finanzas, pudiera estar sirviendo a alguien como refugio, como una inversión negativa para no afrontar lo que realmente importa. El antídoto está en actos tan simples como hablar para entenderse o para solucionar malos entendidos. Se trata de no obviar el cuerpo a cuerpo, desechar la protección de los elementos externos. El verdadero amparo está en nosotros mismos y en la fuerza de romper el miedo a la comunicación.